martes, 23 de septiembre de 2014

Cumpliría hoy 97 años el hombre que se convirtió en mito al encarnar a El Santo






Más que una figura del cuadrilátero, el Enmascarado de Plata se convirtió en un mito. En el 97 aniversario de su nacimiento, que se recuerda hoy, ¿qué volvió a este personaje un héroe popular y un ícono –involuntario– del arte kitsch?

Debajo de una máscara plateada existió una vez un hombre, luego un campeón de lucha libre, y hoy una leyenda cinematográfica, un héroe popular mítico y una inspiración artística.
Aunque El Santo tuvo una carrera exitosa en el cuadrilátero, fue su participación en las historietas, el cine y, recientemente, en el arte, lo que consagró su imagen como un ícono pop mexicano.

En el 97 aniversario del natalicio de Rodolfo Guzmán, nombre real del Enmascarado de Plata, quien nació el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo, vale la pena preguntarse por qué este ícono sigue “luchando” en las memorias de mexicanos y extranjeros.

Un vistazo debajo de la máscara

Cuenta la leyenda que El Santo nunca se quitaba la máscara y, por ello, quizá su identidad como Rodolfo Guzmán pasó a segundo término.
En 1999, el escritor y periodista Juan Villoro comentó sobre ésa y otras peculiaridades del personaje, al compararlo con Batman, el hombre murciélago, y desentrañar la verdadera identidad de El Santo.

“El Enmascarado de Plata demostró que los disfraces son un recurso extremo para decir verdades: las máscaras no encubren; revelan identidad”.
Sin embargo, hay elementos biográficos que han sido conocidos y comentados, como su nacimiento en 1917, en Tulancingo, Hidalgo; el establecimiento de su familia en el también icónico barrio de Tepito, y su versatilidad en deportes como el futbol americano, beisbol y lucha grecorromana, aunque la fecha de su incursión oficial en la lucha libre aún es incierta.
En cuanto al apodo, se dice que su entrenador, Jesús Lomelí, en 1942, al congregar un equipo de lucha, pidió a Guzmán que participara y eligiera un apodo.

De los tres sugeridos, El Santo, El Diablo, y El Ángel, Guzmán eligió el primero, sin saber que su connotación sería casi profética.
También se sabe sobre su fallecimiento el 5 de febrero de 1984 de un infarto al miocardio, después de una de sus actuaciones en el Teatro Blanquita. Lo que sucedió entre tiempos, es historia, o en este caso, mito.

El Santo contra… las películas de bajo presupuesto

Una de las primeras incursiones de El Santo en el mercado de masas se dio, sin duda, al protagonizar la historieta Santo, el Enmascarado de Plata, producto de la imaginación del artista y editor José Guadalupe Cruz.
Aunque la historieta se realizó a través de fotomontajes sepia en fondos dibujados desde los años 50, no fue sino hasta tres décadas después que se publicó, cuando el luchador ya era un ícono.

No obstante, fue la participación en las más de 52 producciones cinematográficas que El Enmascarado de Plata se consolidó como un héroe nacional de la talla de los superhéroes norteamericanos como Superman o Spiderman.
La primera oportunidad llegó en los años 50, cuando Fernando Osés, quien también fue luchador y actor lo invitó a participar en Santo contra el cerebro del mal, estrenada en 1958, y dirigida por Joselito Rodríguez.

Tanto ésta como las producciones que siguieron, se caracterizaban por la improvisación en la actuación, escenarios acartonados y un tanto inverosímiles, y diálogos con más tendencia a sugerir comedia que horror, y llegaron a considerarse películas b o de bajo presupuesto.
Pero la trascendencia de El Santo como un arquetipo de héroe mexicano prevaleció más allá de la calidad de las cintas.

“El Santo es un símbolo, de la lucha entre el bien y el mal, representa lo que el mexicano desea ser, por eso es tan atractivo a nivel de consumo masivo” comentó Xavier Moyssén, catedrático del Departamento de Arte y Diseño de la UDEM.

“Su fuerza física también era una fuerza simbólica, de combatir el mal cuerpo a cuerpo”.
Villoro también reflexionó sobre el significado y aceptación del luchador cómo un ídolo, de cómo su calidad de justiciero se sobrepuso a las críticas sobre la representación increíble.
“Ídolo en un país de bajo presupuesto, el Santo es la ley a la altura de nuestras circunstancias. Nunca resulta suficientemente irreal porque actúa en territorio mexicano, donde no hay otra verosimilitud que la impunidad.”

¿Un santo canonizado? Ícono del arte kitsch

En la actualidad, sin embargo, la deconstrucción de los héroes y mitos de la cultura mexicana pone en perspectiva la cualidad icónica de El Santo. ¿Puede seguir siendo un símbolo del bien y la justicia un personaje tan elemental, sin desterrarse en el cliché?
“Hay una relectura de la cultura. El kitsch tiene un valor cultural y se glorifica el mal gusto como una catarsis social y artística”, afirma Moyssén.

“Hay una inversión de valores, entonces, precisamente, por la falta de recursos, la manera tan elemental de iluminar, de actuar y dirigir las películas se rescatan para darle valor y fuerza al símbolo en un contexto posmoderno”.
El arte kitsch, cuyo manifiesto se origina en Alemania en la década de los 60, hace referencia a los objetos de mal gusto o de mala manufactura, que se vincula con las burguesías o nuevos ricos y sus prácticas de consumismo de objetos ostentosos, réplicas de los originales adquiridos por los aristócratas.

Por lo tanto, la estética kitsch tiene como intención deliberada el glorificar el “mal gusto”, como un discurso de protesta contra el arte canónico o el arte bien evaluado por los críticos.
En México, así como en Rusia o China, se ha llegado a considerar que abundan, de manera no intencionada, manifestaciones kitsch como las imágenes de la Virgen de Guadalupe o festejos como los Quince Años de las jóvenes mexicanas.

El Santo y su imaginería, la máscara, sus frases célebres, las películas y memorabilia, han motivado a artistas como Julio Galán, Dr. Lakra, Ernesto Lozano Rivero y Jonatán Olvera a hacerlo partícipe de sus obras, por ser ésta una figura tan simple y libre de pretensiones, comenta Moyssén.

“Patrono del kitsch, le aplica una quebradora a la estética y logra que lo pésimo se vuelva clásico. De ser intencionales, sus tramas rivalizarían con las de Buñuel”, reitera Villoro.

El Enmascarado de Plata dejó, a 97 años de su nacimiento, un legado cultural abundante, aunque no de manera intencionada.

Pero quizá su mejor aportación es que esa máscara de heroísmo elemental, puede quedarle a cualquiera que se atreva a portarla, permitiendo la continuidad del mito.


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