miércoles, 13 de mayo de 2015

Cassandro, luz y sombra

La lucha libre es la representación simbólica de un enfrentamiento eterno, donde se ven las caras esas dos fuerzas místicas que mueven al mundo: el bien y el mal. El tercero en el ring, el réferi, es un nítido retrato del juez en la realidad, porque nunca es imparcial y rompe sus propias reglas. El público, también interactúa, toma partido, grita y abuchea. Al final todos quedan satisfechos, porque vencedores y vencidos saben que siempre habrá una revancha.

Desde su origen, como deporte del pueblo, la lucha libre intenta darle al ciudadano común la posibilidad de revelarse contra la injusticias, es una catarsis pública que permite ordenar el caos de la vida en tres tiempos, conservando el espíritu de una ópera clásica que nos recuerda en cada caída una epopeya griega.

El licenciado José Mario Sánchez Soledad, en su libro "Juárez, la abuela de la lucha libre", da cuenta del origen de esta disciplina donde se mantiene la esencia de un deporte clásico, transitando después a lo que hoy conocemos como el espectáculo de la lucha libre, según el maestro Sánchez Soledad, existen registros que demuestran que don Salvador Lutteroth González se inspiró en el espectáculo montado en Ciudad Juárez nombrado "catch as can" (agárrate de donde puedas), que provenía de los barrios pobres de Estados Unidos, donde inmigrantes europeos reproducían la lucha grecoromana olímpica, pero sin seguir las reglas formales, practicaban el deporte únicamente por diversión popular.

Otro dato interesante es que el primer encapuchado, según Sánchez Soledad, era un acaudalado empresario al que le gustaba practicar la lucha libre, pero no quería ser reconocido practicando ese deporte del pueblo, por lo que ocultaba su rostro, dando inicio a un ritual que pronto iría adquiriendo rasgos de misterio.

Armando este rompecabezas histórico encontramos las raíces de la lucha libre mexicana aquí en Ciudad Juárez, algo que se ha vuelto tradición en los barrios de la frontera y ha permitido a miles de jóvenes tener la alternativa de practicar un deporte para escapar de la delincuencia y los vicios.

Hace unas semanas, en el Instituto de Estudios  Superiores Adela de Cornejo, rendimos un homenaje a Saúl Armendáriz, Cassandro, el luchador exótico que, sin duda, es el mejor exponente en esta frontera de ese arte-ciencia que es la lucha libre.

La vida y obra de Cassandro son una historia digna de contarse, no sólo por codearse con lo mejor del encordado a nivel internacional, alternando con gladiadores como el Hijo del Santo, Blue Demon Jr., o cualquier otro clásico contemporáneo, sino por su lucha más difícil, la que se da en la vida misma, superando la adicción a las drogas y al alcohol que son las batallas más dolorosas, porque el enemigo es el peor de todos: uno mismo.

Con un gran espíritu de lucha y la voluntad de escapar de sus propias sombras, Cassandro ha pisado las lonas de todo México, en Estados Unidos, Europa y Asia. En su gira del 2014 estuvo en Paris en la Cartier Foundation, en Japón y en varias ocasiones en la famosa arena conocida como Lucha Vaboom, de Los Ángeles California.

Su estilo de lucha demuestra una técnica refinada, sus influencias son El Negro Casas y Blue Phanter, cuenta con un desempeño sobresaliente en el encordado, siendo un oponente difícil de descifrar por su calidad en el combate a raz de lona, pero además es temerario en los lances aéreos, ser un luchador con esas características requiere de un trabajo disciplinado en el gimnasio, un entrenamiento constante y el ingrediente principal: la pasión por el espectáculo.

Transgresor de los cánones en un deporte con el estereotipo machista, Cassandro se rebela contra las reglas e impone una alternativa en el género exótico, para muchos esta adscripción es una tercera vía que rompe con la dualidad de rudo-técnico, demuestra que puede haber una gama de opciones en la lucha libre, en este caso Cassandro sigue los pasos del maestro Babe Sharon y el Bello Armando, precursores del bando de los exóticos en el pancracio, allá por la lejana década de los ochenta.

La historia de Cassandro dentro y fuera del ring es tan reveladora de la cultura mexicana y de la diversidad sexual que le han hecho reportajes y cortometrajes para dejar registro histórico de una vida fuera de serie, la revista The New Yorker publicó un trabajo periodístico que narra el contraste entre la fama y el dolor, retrata al mismo tiempo al ser humano y al personaje detrás del maquillaje, lo mismo han hecho varios cineastas cautivados por las luchas de Saúl Armendáriz.

Al hablar, Cassandro revela su filosofía de vida, sus miedos y angustias, entre la plática interactúa con el público narrando sus experiencias en sesiones de foto donde Saúl danza a la Virgen de Guadalupe, en un ritual espiritual o donde Cassandro se maquilla para salir a pelear al ring.

Hace unos días, según narra Cassandro, recibió una llamada de su maestro Rey Misterio, con motivo de hacerlo reflexionar sobre la muerte del Perrito Aguayo, el viejo luchador que ya es una leyenda, el maestro le pidió que lo visitara para que lo viera en su silla de ruedas y le dijo: "Saúl, te tienes que retirar". El cuerpo de Cassandro está muy golpeado, porque, como todos los gladiadores, en cada lucha se juega la vida, esa parte de la historia pocas veces se cuenta.

El homenaje a Cassandro por ser un portavoz de la cultura y tradición luchística mexicana, se hizo en su tierra, a unos meses de su retiro, la siguiente batalla la dará en el quirófano, porque será sometido a una operación, mientras su espíritu sigue sanando con el acompañamiento de su familia.

Escuchar a Saúl Armendáriz fue una gran experiencia, porque nos permitió reconocernos en ese ser humano que sale a jugársela todos los días, que alcanza la fama y el éxito, pero que le duelen las heridas del pasado y anida el miedo al futuro, pero su fe es más fuerte para seguir adelante, así es la vida, como la lucha libre, llena de luces y sombras.

Cortesía:  http://diario.mx y Carlos Murillo

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