martes, 19 de mayo de 2015

“A El Hijo del Santo”, por Lulú Petite


Querido diario: Metrópolis tiene a ‘Superman’. Ciudad Gótica a ‘Batman’. A Nueva York, supuestamente lo cuida ‘Spiderman’. México tiene al ‘Santo’. La diferencia entre Nueva York, Ciudad Gótica y Metrópolis es que ‘El ‘Santo’ sí existe.

Supongo que, como en México cuando estamos en las situaciones más adversas todo mundo busca un santo al cual encomendarse, no podríamos tener mejor paladín que aquel que llevara en el nombre la cruz de su parroquia: ‘El Santo’.

Uno de los encantos de la lucha libre es que, además de la competencia y el enorme esfuerzo físico que implica, tiene una significativa carga de teatralidad. No me vayas a malinterpretar, no quiero decir que lo que sucede allí sea una puesta en escena.

Es de los deportes más exigentes y los luchadores son atletas profesionales que se parten el alma en cada función. La lucha libre es teatral porque toca el corazón de la gente. Los gladiadores, en la arena, se convierten en una extensión del público. Hay buenos y malvados que, entre llaves y contra llaves, acrobacias, vuelos, madrazos, máscaras y parafernalia, convierten el combate cuerpo a cuerpo en un asombroso espectáculo visual y en una riquísima oportunidad de catarsis colectiva. Las luchas son como la vida.

Ese mundo de héroes y villanos tiene un Olimpo, donde entre miles de combatientes pocos han logrado un puesto. Al centro, el trono de Zeus, indiscutiblemente está ocupado por ‘El Enmascarado de Plata’. El más épico de los ídolos entre las leyendas del Pancracio.

Y aquel héroe tuvo un hijo. El talento no es asunto de genes, sino de disciplina y perseverancia. Pelea a pelea, día a día, ‘El Hijo del Santo’ ha logrado honrar la máscara que lleva y, como en todas las leyendas, mantener vivo a un héroe inspirador.

Y ahora ese gigante aceptó la humilde invitación de esta aficionada a una lucha a dos de tres cuartillas, sin límite de teclas. Bajo la advertencia de que llevo desventaja porque él es un astro de la lucha libre y yo, humildemente, sólo me muevo en el box… pero en el box spring.

Ultimadamente, yo con quien me aviento mis batallas y siempre acaba noqueado, es con el enmascarado de látex, el de los globitos pa’ la fiesta: la platita, nomás en la cartera.

Sobre el cuadrilátero tendría que poner pies en polvorosa o dejarme querer y que me tienda con la espalda en la lona a la cuenta de tres, hasta que el réferi se canse de contar. Después de todo, a mí se me da el amor, no la guerra; una lucha conmigo sería tan desproporcionada que, sin duda, él conservaría su máscara y yo perdería la cabellera, pero como traigo depilación brasileña y el coco a rape no va con mi negocio, esta contienda tendrá que mantenerse en lo epistolar, sin albur, quiero decir que nomás a través de nuestras letras.

Como lo mío, lo mío, son las artes del colchón. He de comenzar reafirmando mi teoría de que los mejores en la cama son quienes en su trabajo hacen esfuerzo físico. Los atletas, sobre todo. Las veces que he tenido amor con luchadores me han puesto unas cogidas legendarias. Saben lo que hacen y te dejan destartalada, pero satisfecha.

Así que, más allá de la leyenda y del deporte, sobre lo que siempre le entrevistan, metiéndome un poquito en el terreno de la intimidad y picardía del ídolo del ring, acá van cariñosas y abiertas, mis preguntas al ‘Hijo del Santo’:

1. Por motivos muy distintos a los suyos, sé lo que significa tener doble identidad, cuidar el anonimato. Eres un personaje público muy conocido, pero al quitarte la máscara, pocos te reconocen. Igual, tienes un cuerpazo y una personalidad fascinante: ¿Qué tan seductor es ‘El Santo’ sin máscara?

2. Sé que además de luchador tienes muchas facetas. Empresario, articulista, ambientalista, actor. Si mi teoría sobre las virtudes sexuales de los atletas es cierta, aprovechando sus habilidades de escritor: ¿Podría usted escribir ‘El luchazutra’? un manual en el que, aprovechando los agarres, lances y estiramientos de la lucha libre, podamos saber cómo el heredero de plata aprovecha en el colchón sus habilidades en el ring.

3. Para todo mal y para todo bien, sé que hace unos días presentó su mezcal.
Me han dicho que es una delicia y que pega como un tope atómico.
Un buen chupe (sin albur), le pone condimento al sexo:
¿Qué tlapehue, brebaje, elixir o afrodisiaco recomienda usted para antes de echarse un buen brinco?

4. Sólo en la cama y en las luchas se pasa de saltar de la tercera cuerda a llevarse las piernas a los hombros. Hay muchos movimientos de las luchas que inspiran unas poses deliciosas. Para ‘El Hijo del Santo’: ¿En qué se parecen el sexo y la lucha libre?

5. El Pancracio es tierra de testosterona. Hay espléndidas luchadoras, pero los estelares son siempre hombres: ¿Qué opina usted de las mujeres en las luchas?

Me despido con afecto, mi adorable gladiador. Sabiendo que en una lucha no tengo oportunidad, con cinco breves preguntas, yo le ofrezco mi amistad.

Un beso
Lulú Petite

Cortesía:  http://www.elgrafico.mx y Lulú Petite

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