viernes, 5 de junio de 2015

“A DOS DE TRES”, por Lulú Petite




Le responde a El Hijo de El Santo

Querido diario: Pues sí, como dijo el usurero: ‘Lo prometido es deuda’. Dicen que ‘el hábito no hace al monje’ y, por lo tanto, la máscara no hace al Santo. Como dije, a nuestro Enmascarado de Plata lo hace la disciplina y la perseverancia que, como luchador le ha permitido medirse con quien sea y mantener el prestigio de su casta. Pero hay otra cosa que le ayuda a honrar la máscara que viste. El Hijo del Santo, como su padre, es todo un caballero. Lo acribillé con preguntas indiscretas y, con absoluta cortesía y elegancia, supo quitarse la llave con ingeniosas y certeras respuestas.
Con eso me dejó en la lona, con la espalda plana, así que puede proceder el referí a levantar la mano del campeón, que esta amateur agradece la oportunidad de haber tenido este hermoso intercambio de letras con él.
Claro, contesto encantada las preguntas que, con la espalda contra las cuerdas, recibí de mi admirado gladiador:

—Háblame de la autocomplacencia y qué tan seguido la haces.
Complacerme me encanta. Una de las mejores maneras de hacerlo es violando la Constitución (haciéndome justicia por propia mano). De acuerdo con reciente encuesta, el 94% de los consultados dijeron que se masturban y el 6% mintió. Me encanta masturbarme, es una de las formas más saludables y baratas de darme un gusto y aliviar el estrés. Al final de cuentas, masturbarse no es otra cosa que amor propio.

Qué tan seguido lo hago no sé, pero dicen que si te masturbas más de cinco veces a la semana pierdes la memoria y no recuerdo qué más. Puedo decir que me mantengo dentro de los parámetros del lema: ‘Una al año, no hace daño; una al mes, bueno es; una al día, todavía; una a cada rato, se te roza el aparato’. Digamos que es mi vicio, pero lo puedo controlar, al menos no creo que se me salga de las manos.

—¿Son necesarios los juguetes, por qué y cuándo los usas?
No sé si son necesarios los juguetes, pero jugar es indispensable en todos los aspectos de la vida. ¿Sabes en dónde creo que reside la alegría de los niños? Ellos viven jugando y al jugar imaginan. Imaginando todo es posible.

Supongo que por eso siempre juego y, por lo tanto, me reconozco fanática de los juguetes: Condones, lubricantes, aceites, potenciadores, cremas, columpios, dedales, bolas, anillos, masturbadores, muñecas, lencería, disfraces, muebles, afrodisiacos, arneses y dildos de todas las variedades, formas, tamaños, gustos y colores. Además, cualquier objeto puede ser un juguete sexual, dependiendo el uso que le des.

—¿Qué prefieres: mano a mano, relevos australianos, dos contra dos o una lucha de tercias?
En la intimidad soy de gustos conservadores respecto al número de personas en la cama. En el amor, mano a mano. Cuando tengo pareja y estoy con él, sólo nosotros existimos, nada más es necesario. En el trabajo, claro, es lucha de relevos, atendiendo contrincantes de una habitación a otra. Eso sí, sólo uno a la vez y como la ruda soy yo, ellos deben ser siempre técnicos. En otra época de mi vida, cuando trabajaba en agencia, me tocó vivir unas campales impresionantes, pero ‘esa es harina de otro costal’. Ahorita, puras peleas de uno a una con el enmascarado de látex.

—¿Te gusta más recibir o dar sexo oral y cuál es la importancia de esta práctica?
En tiempos donde estar informado es fundamental no debe haber quién piense que educación sexual es dar las gracias después de ‘coger’ y que sexo oral es el platicadito. Hacerle sexo oral a un hombre es muy erótico y dejar que te lo hagan, como mujer, te puede llevar a las estrellas. Qué disfruto más, depende del momento y de la pareja. Hay veces que tienes ganas de comerte completito el sexo de tu pareja, otras que mueres por sentir su lengua construyéndote un delirio. En cualquier caso ¿para qué complicarnos con qué me gusta más, si siempre nos podemos arreglar con un sesenta y nueve?

—¿Cuántas caídas aguantas por lucha?
En el amor, con amor, puedo amanecerme caída tras caída, levantada tras levantada, Una guerra sin cuartel. En el amor de paga, son las veces que el cliente pueda hacer que su luchador encapuchado se ponga firme y libre la batalla durante la hora contratada. Hay quienes, principalmente los atletas, tienen un aguante impresionante. Te pueden estar ‘cogiendo’ toda la hora, traerte de arriba para abajo, como pino de malabarista y no cansarse ni que se le baje ‘lo paraguas’. El cliente promedio; sin embargo, te hace el amor una vez, cuando mucho dos. Dice Paolo Coello en un libro no muy bueno, que en promedio duran 11 minutos, no sé, yo creo que un ‘palo’ de paga, desde el primer beso hasta que se llena el condón, anda en unos quince minutos. Supongo que 11 sonaba más “poético”. Por lo general, en diez minutos nos desvestimos, en 15 el primer round, en otros 15 se recupera, en 15 nos echamos el segundo, en cinco me visto, se acabó la hora y a otra cosa, mariposa.

Cartearme con una leyenda, además de divertido, ha sido muy estimulante. Yo también le levanto la mano porque es un campeón, no sólo del ring, sino en la vida. ¡Gracias por jugar conmigo!

Un beso

Lulú Petite

Cortesía:  http://www.elgrafico.mx

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