jueves, 9 de octubre de 2014

Medio siglo de costalazos








Duelos inolvidables, animadversiones eternas, llaves espectaculares y vuelos imposibles se observan en 64 metros cuadrados llenos de adrenalina y pasión, donde decenas de luchadores dejaron sus mejores años para consagrar la Lucha libre profesional en Oaxaca, misma que cumple cinco décadas de máscaras contra cabelleras.

Los inicios
A un año de convertirse en octogenario, Saúl Sánchez Heras, el guerrero que luchó por 20 años con el nombre de “Xicoténcatl” recordó las peripecias que pasó para conseguir el profesionalismo en el pancracio oaxaqueño.

“En la capital ya habían varios jóvenes que practicaban la lucha libre, usaban el nombre de los deportistas consagrados y le agregaban el mote de “oaxaqueño, pero no era nada serio” sentenció quien en 1964 instaló de manera oficial la primer escuela de lucha libre la cual bautizó con el nombre de: Gladiadores de Oaxaca.

Nacido el 10 de enero de 1935, el pionero señaló que tras sorprenderse con una pelea que observó cuando niño, supo que su destino estaría en el cuadrilátero. Tras emigrar a la capital del país para continuar sus estudios en la prevocacional del Instituto Politécnico Nacional (IPN) buscó combinar su afición al basquetbol y la acrobacia en un gimnasio luchístico a cargo del profesor Sordo Flores.
Después de forjarse bajo la batuta de profesionales de la talla de Tarzán López y el “Loco” Hernández, quienes pulieron su técnica en el bando rudo y técnico, llegó su debut a los 25 años de edad con el nombre de “El chato Sánchez”, en un enfrentamiento contra un peleador que se hacía llamar el “hijo del Santo”.

Tras sus primeras fracturas y con una familia que mantener, regresó a la Verde Antequera, donde descubrió que tenía que edificar el primer ring si quería que el deporte renaciera en el Estado.
Al llamado acudieron 123 jóvenes, quienes en un colchón de 16 metros cuadrados comenzaron a escribir el génesis del segundo deporte más popular de la nación en la Casa de los Deportes, bajo la anuencia del entonces titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la entidad Raúl Bolaños Cacho.

Tres generaciones y el retiro
Después de un mes de formación, Sánchez Heras sólo contaba con 23 pupilos a quienes dedicó cuerpo y alma para formar la primera generación de luchadores profesionales avalados por la Federación Mexicana de Lucha Libre.

Con el mismo ímpetu, por dos décadas forjó tres generaciones con alrededor de 70 gladiadores, con quienes alternó en el cuadrilátero, al inicio con el mote del “Indio Xicoténcatl” nombre rechazado por su familia dejándolo en Xicoténcatl y el Murciélago del ITO cuando luchaba enmascarado.

Con un físico envidiable para su edad, al ex atleta aún le brillan sus ojos cuando habla del amor de su vida, a quién abandonó en la década de los ochentas por cuestiones de salud, sin embargo las llaves, candados y topes suicidas aún los conserva en su memoria como un verdadero titán del cuadrilátero.
Las nuevas escuelas

Con la evolución del deporte llegó la parafernalia, y con ella nuevos estilos de combate con la intención de atraer nuevos devotos a las cuerdas y el ring.

Hace 25 años, los duelos a ras de lona, el llaveo y la competencia cuerpo a cuerpo quedaron en el baúl de los recuerdos, la influencia extranjera así como la búsqueda de mayor rating en las televisoras ocasionó cambios radicales en los tipos de combate, por ende las variaciones también se dieron al interior de la república.

Días después de una pelea que terminó con máscaras rotas, sangre que baño la lona y las cuerdas, además de lámparas estrelladas en la espalda de los gladiadores, “El Practicante” eternamente técnico señaló que mientras continué en el gusto del público seguirá en este tipo de batallas.

“La triple AAA introdujo las peleas extremas, trajo ideas de otros países en la década de los noventa y pocos años después comenzamos a practicarlas a raíz de que la gente lo pide y los ánimos se calientan” aclaró el hombre de sonrisa peculiar y mirada sencilla.

Mientras muestra sus tesoros que le han dejado más de 60 batallas y toda una vida llena de amor por la lucha, el alumno de más de ocho profesores de la talla de “Rigo Cisneros” y el “Mosco de la Merced” indicó que es necesario que los peleadores oaxaqueños salgan a foguearse a otros estados.

“Lamentablemente muchos luchadores quieren triunfar de la noche a la mañana, pero para que el nivel incremente es necesario que los peleadores se prueben y aprendan nuevas técnicas en otras ciudades, principalmente en la capital del país donde los entrenamientos son de tiempo completo”, subrayó a quien en 1978 lo flechó la lucha tras observar una batalla en el Parque Juárez “El Llano”.

Con más de 10 máscaras de diversos colores pero siempre con las serpientes en honor a deidades prehispánicas, el guerrero que debutó a los 23 años con el mote del “Último Simio” sabe que a pesar de los sufrimientos y cicatrices que deja el deporte su linaje continuará por muchos años, bajo la máscara del “Zurubí” el heredero de los vuelos y el llaveo.

Lucha aérea
Retar a la gravedad con movimientos que parecieran imposibles se volvió una constante en la lucha, ahora algunas batallas se libran en el aire saliendo triunfador el gladiador más ligero y habilidoso.
“Para realizar estas acrobacias es necesario ser muy veloz, por lo tanto la practicamos luchadores pequeños y con poca masa muscular”, aclaró Relámpago Gómez Junior.

A sus 47 años de edad, quien inició su carrera en el cuadrilátero desde 1982, destacó que para ser un “volador” se necesita un año y medio de escuela acrobática a parte de la formación en el ring.
“Los topes suicidas y vuelos desde la tercera cuerda eran los únicos movimientos aerodinámicos, sin embargo desde el año 2000 varios oaxaqueños empezamos a dar este tipo de exhibiciones de manera constante”

A pesar del peligro que implica ejecutar cada silueta, “Relámpago” aclaró que por los aplausos del público vale la pena el riesgo, a pesar de llegar a recibir un máximo de 300 pesos por cada pelea.
El incómodo de la lucha

Amigo de los rudos, enemigo del público, un show man a parte es el réferi, el hombre más incómodo durante una lucha.

Ataviado con su inconfundible traje a rayas y overol, Víctor Manuel García mejor conocido como “El gran Chabelo” señaló que desde hace 5 años cumplió su ilusión de estar a ras de lona.

“Desde mi infancia admiraba a históricos del ring como Furia Poblana, Las Ánimas y El Perro Mastín, pero por diferentes circunstancias no pude llegar a pelear, sin embargo cuando salió una convocatoria para ser árbitro no lo dudé ni un minuto y ahora no me pienso mover del cuadrilátero por muchos años”, sentenció el originario del barrio de Jalatlaco.

Atrás de cada decisión y enemistad con “el monstruo de mil cabezas”, está un juez más duro que la Comisión de Box y Lucha del Estado; su madre quien sin poder hablar y escuchar por cuestiones de nacimiento, lo motiva cada día a ser una figura de autoridad y voluntad.

“La lucha significa todo en mi vida, primero me ayudó a salir adelante junto con mi madre y ahora al ver a mi hijo de tres años emocionarse al igual que yo a su edad, me motiva a dar lo mejor de mí” finalizó el juez, mientras se prepara para renovar su licencia anual como réferi y continuar su vida… de dos a tres caídas, sin límite de tiempo.

Cortesía:  http://www.noticiasnet.mx e IVÁN FLORES NORIEGA/FOTOS CARLOS TORRES/VICTOR ALDERETE

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