martes, 7 de octubre de 2014

Cerámica desde la tercera

Tras una máscara esconde su rostro, mientras sus manos le dan formas a entrañables y admirados personajes.

Desde hace una década 'Don Luchas' decidió subirse al ring de la artesanía

Jamás pensó que aplicarle una llave al legendario enmascarado de plata sería algo posible. ¿Cómo un aficionado a la lucha libre podría someter con tranquilidad a un ícono de los cuadriláteros mexicanos sin salir lastimado?

“Don Luchas” lo hizo y con la mano en la cintura. O mejor dicho, con el pincel en la mano. Desde hace 10 años, este joven de 35 años decidió subirse al ring y no precisamente a luchar, sino para rendir homenaje a sus ídolos de la infancia a través del arte popular.

Se hace llamar “Don Luchas” porque el nombre con el que fue bautizado prefiere mantenerlo en el anonimato. Bajo su máscara albiceleste respira un artesano de la cerámica que se ha ganado el respeto de los técnicos y el abrazo de los rudos.

La historia de que castigó a la leyenda no es ficción. “Don Luchas” realizó una escultura que se convirtió en un objeto del deseo y culto para los fieles coleccionistas: el “Enmascarado de plata” siendo sometido por su propia llave, “la de a caballo”, por su colega y también rival, “el demonio azul”.

Los historiadores del ring saben que esta escena jamás sucedió así. “El Santo” fue quien en realidad sometía al “Blue Demon”. Nunca al revés. Pero eso no le importó a “Don Luchas”, porque asegura que en la escultura como en el cuadrilátero, los sueños no tienen límite.

Así es como a través de la cerámica este artesano conmemora, y hasta rescata del olvido, a los gladiadores que nacieron junto a la tradición de la Lucha Libre con sello mexicano, a los que gozaron de fama internacional en el México de Oro, a quienes fueron despojados de las máscaras más temidas y a las nuevas promesas que intentan mantener esa magia al ras de la lona.

Su gusto es

Ingresar a la Escuela de Artes Plásticas de la ciudad nunca fue una prioridad para “Don Luchas”, porque sus conocimientos y técnicas de moldeado se forjaron en los talleres de su familia en Tonalá. Ahí, desde niño, convivió con los hornos en los que su tío manipulaba la cerámica en alta temperatura para la creación de vajillas, relojes y decoración regional.

Durante ese tiempo fue que nació su personaje. El artesano recuerda que comenzó a contemplar un pedazo de cerámica que inmediatamente lo invitó a concebir la máscara de un luchador. El pincel fue dando forma a aquel misterioso rostro que se cobijó de azul y espirales plateados.

“Ese pequeño luchador me hizo a mí. Cuando salió del horno miré a la figura y quise imaginar a ‘Blue Demon’, pero afortunadamente no salió la máscara. Aquí que comencé a buscar un nombre e inició la aventura de Don Luchas”.

El destino lo alejó de aquel espacio, pero en su anhelo por perfeccionar la silueta y máscara de los gladiadores, tomó como inspiración a otro artista que desde pequeño comenzó a admirar: Rodo Padilla, quien además de mostrarle los secretos de su taller, le permitió hacer uso de sus herramientas para lograr una producción masiva de los pequeños gladiadores.

“Me dio oportunidad de meterme a su taller. Los artesanos son muy celosos de su trabajo, no cualquier persona puede entrar y conocer cómo hacen las cosas. Le pedí trabajo para saber hacer algo más estilizado y profesional. Ahí evolucioné y conocí muchas cosas sobre la cerámica, técnicas y terminados”.

Por un lado, “Don Luchas” definió su estilo con luchadores que atienden a una postura cómica y relajada, que rompen con los cuerpos atléticos y monumentales al optar por una silueta “gordita”, como también lo manifiestan las obras del colombiano Fernando Botero.

En otra ambición más perfeccionista se aventuró a la representación natural de los rudos y técnicos, llevando su escultura a un nivel más avanzado, en donde detalla cada uno de los músculos y vestimenta que acompañan a los más legendarios representantes del ring.

Frente a frente


“Mil Máscaras” es uno de los personajes que han retado al talento de “Don Luchas”, pues el artesano recuerda que no sólo se trata de asemejar la máscara, sino de retratar el carácter y personalidad del luchador mediante de los ojos que se revelan a través de la tapa.

Las pinturas acrílicas comienzan a vestir el sancocho, esa primera pieza que está en blanco total lista para la decoración. Con delgados pinceles y con un pulso perfecto “Don Luchas” da vida en miniatura a luchadores como “Averno”, “El Matemático”, “Rayo de Jalisco” y “Dr. Wagner”, por ejemplo.

“La magia de la lucha libre mexicana es la máscara. Es algo primordial, es un detalle único y lo que le ha dado fama a nivel internacional. Las llaves en la lucha no se han olvidado y también son básicas en el entrenamiento y formación de un luchador”.

Eso lo dice mientras toma una escultura que recuerda al enmascarado de plata haciendo sus piruetas sobre el ring, y —añade— “una figura en acción con dos luchadores enfrentándose le da un plus a la pieza. Es muy padre tener la imagen de un luchador presumiendo su campeonato, pero el verlo enfrentar a uno de sus máximos rivales, para algunos eso es coleccionable”.

Es por ello que las obras de “Don Luchas” son únicas e irrepetibles, porque son pintadas a mano y cada una necesita de un moldeado especial para brindar intención y sentimiento a la máscara, incluso cuando éstas son rotas en memorables combates.

“Lo más sagrado para un luchador cuando es enmascarado, es justamente la tapa. Cuando un contrario pasa el límite de romperla, significa un enfrentamiento con pasión, que va más allá de la cuestión deportiva. Es cuando comienzan las rivalidades más interesantes”.

“Don Luchas” cuida cada detalle para que las figuras logren tener vida aplicando ligeras inclinaciones en la cabeza, añadiendo los respectivos picos o cuerdas que complementan el vestuario y hasta igualando las cabelleras rizadas o lacias que identifican a cada gladiador cuando éstos no tienen máscara.

Sin límite de tiempo


Posicionar el arte en el ring no ha sido fácil. “Don Luchas” dice que a pesar de la admiración que generan sus figuras, las ventas no han alcanzado para mantenerlo de esto ni para lograr ampliar el modesto taller que respira en un pequeño patio de su casa.

“Cuando me invitaron a la Arena Coliseo a ofrecer mi producto, me di cuenta de la realidad, sabía que esto no me iba a dejar dinero, mis figuras no se vendían. La gente decía que qué bonitos eran mis luchadores, pero cuando les decía el costo pensaban que eran caros. Me ganaba cualquier cosa con tal de vender”.

La pieza más pequeña ahora vale 135 pesos y las grandes con los luchadores en acción pueden alcanzar hasta los seis mil pesos. Sí hay gente que los ha pagado y no por un enamoramiento a primera vista, sino bajo un pedido especial.

“Mi sueño siempre fue vender muchísimas piezas. Me acerqué a empresas para saber si les interesaba sumarse al proyecto, pero no se animan por los costos, además de que es difícil por las marcas registradas de los luchadores”.

Más allá de las ventas que logra, la mayor satisfacción ha sido regalar en persona sus piezas a los luchadores o saber que las esculturas tienen un lugar especial en las vitrinas de estos personajes junto a sus campeonatos sagrados.

“Siempre tuve la ilusión de conocer a los luchadores en persona y con mis piezas era la mejor manera. Era mi oportunidad. A algunos no les gustó tanto por la cuestión de las marcas, porque al fin de cuentas ellos son una imagen y yo estaba comercializando, pero ni siquiera se vendían”.

Otros resultaron más agradecidos con la artística intención, como “Namajague”, luchador japonés que no dudó en pagarle por dos piezas especiales: una en donde el gladiador aparece con máscara y otra a rostro limpio.

“Esas piezas se fueron directo a Japón, y sé de otras que ya están en Argentina, Brasil, Colombia, Estados Unidos (Nueva York, Los Ángeles), España e Inglaterra”.
FRASE

"He perdido más de lo que he ganado, pero el trabajo sale y va creciendo".

“Don Luchas”,
artesano y apasionado de la lucha libre.

Cortesía:  http://movil.informador.com.mx

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