lunes, 9 de febrero de 2015

31 años sin El Santo

Partió a la arena celestial un 5 de febrero del 1984 y a partir de entonces se convirtió en leyenda.

Han pasado 31 años de su muerte en la Ciudad de México, un infarto al miocardio apagó la luz de su existencia. Se fue, pero la afición lo recuerda como lo que es, un de los más grandes luchadores de México.

El calendario marcaba el día 23, del año 1917, cuando llegó a este mundo en Tulancingo, Hidalgo.

Evocar su nombre es hacer referencia a una de las máximas figuras de la lucha libre de nuestro país.

Hablar de él es hablar de una referencia cultural que forma parte de las entrañas de nuestro país, la lucha libre.

Nombrarlo a él es recordar la lucha de máscaras contra Black Shadow en donde defendió su identidad y dio a conocer el rostro de su rival.

Luchador rudo en sus inicios, pero fue en el bando técnico en donde la afición lo encumbró; 26 de julio de 1942, fecha y año en la que debutó con el nombre que lo llevó a la idolatría en la lucha libre.

Conversar sobre él no es sólo remitirse a la lucha libre, es hablar del cine de luchadores y de las historietas.

Decir su nombre es hablar inmediatamente del enmascarado de plata, un héroe de carne y hueso.

Un héroe que en el cine combatió a momias, mujeres vampiro, hombres lobo, extraterrestres, fenómenos sobre naturales y mafias internacionales. De ello constan 53 películas filmadas.

Mencionarlo es decir que nunca perdió la máscara, y como tal partió con ella, fiel compañera que ocultó por su rostro sobre el ring.

Aunque 11 días antes de su muerte reveló parte de su identidad en un programa con Jacobo Zabludowsky al levantarse la máscara.

Su nombre, Rodoldfo Guzmán Huerta, el quinto de siete hermanos, tenía 66 años cuando falleció.

Un caballero sobre el ring, el profe, así lo definen los luchadores que compartieron el cuadrilátero con él en las distintas plazas del país.

El calendario marcó el año de 1952 cuando se lanzó la historieta que giraba en torno a él.

Hablar de él es hablar de su máscara, mallas y botas plateadas, además de la elegante capa con la que subía al ring, capa también plateada o la clásica roja.

Decir que es una de las máximas figuras de la lucha libre de nuestro país es colocarlo en el selecto grupo en el que están Blue Demon, Huracán Ramírez, Black Shadow, Cavernario Galindo, el Rayo de Jalisco, Dr. Wagner, el Solitario, Canek, Mil Máscaras y el Perro Aguayo.

Rememorarlo es recordar también a la otrora Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL), la Arena México y la Arena Coliseo en donde luchó.

Discutir sobre él es hablar de que un luchador completo, carismático, senillo, con escuela luchística, a ras de lona, con un manejo del llaveo y contrallaveo, como se estilaba en antaño en la lucha libre.

Sus topes y ‘la de a caballo’ fueron los sellos que lo caracterizaron dentro de las doce cuerdas frente a sus rivales.

Mentarlo es comentar que escaló todos los estatus dentro del pancracio nacional: estrella, ídolo, figura.

Su nombre trascendió, pero lo heredó a su hijo y se asoma ya la tercera generación con la máscara plateada.

En el Distrito Federal hay una estatua en su honor, en Tulancingo también existe una y hasta un pequeño museo en donde se plasma la huella que dejó, tanto en los cuadriláteros como en el cine.

Enumerar sus triunfos no sólo es hablar de las máscaras ganadas sino también de los campeonatos obtenidos en 40 años como luchador.

Su compañera en el plano sentimental fue María de los Ángeles Rodríguez Montaño, con quien tuvo diez hijos.

Hablar de él antes de alcanzar la cúspide es hablar de los nombres que previamente utilizó como Rudy Guzmán, el Hombre Rojo y el Muerciélago II.

Nombrarlo a él, sin duda es nombrar también a su entrenador en el mundo de los costalazos, Jesús Lomelí.

Platicar sobre él, es hablar sobre la pareja atómica, esa mancuerna que hizo a lado de Gori Guerrero.

Pero decir su nombre es referirse también su gran rival dentro del ring y figura también, Blue Demon.

Su nombre no sólo trascendió en la lucha libre, el cine, las historietas, quedó inmortalizado en la peculiar letra y ritmo de la canción del Conjunto África: Los luchadores.

Hablar de su retiro es recordar un pletórico y desbordante Toreo de Cuatro Caminos un 12 de septiembre de 1982 en donde dijo adiós a la lucha libre a lado de Gori Guerrero, El Solitario y Huracán Ramírez frente a unos rudísimos e incontenibles Texano, Negro Navarro, Signo y el Perro Aguayo.

Han pasado 31 años de su partida. Sí, él es el Santo, el enmascarado de plata, el luchador, el ídolo, la estrella, la figura, una leyenda

Cortesía: http://laaficion.milenio.com y Cuachara Luchagor

No hay comentarios:

Publicar un comentario