martes, 14 de marzo de 2017

Mi lucha libre

Mi lucha libre
El luchador sudafricano Adam Bridle llegó a México para estar sólo unos meses. Ya van ocho años y no se irá. ¿La razón? Sabe que en México el que arriesga más, gana más.






CIUDAD DE MÉXICO.
Todos sabemos que es un show planeado hasta cierto punto. Eso no significa que sea menos peligroso que, digamos, la UFC. La lucha libre mexicana o lucha libre es simplemente un deporte voraz. Su energía se come tanto al aficionado de hueso colorado como al que va por primera vez. El público siempre está sediento de un espectáculo lleno de acrobacias y de mucha sangre. ¡Y vaya que hay sangre...!
El encargado de la iluminación en la Arena Naucalpan, Rey, alias “el Virus”, dice que una vez que entras a una arena “ves y escuchas de todo”: desde groserías de familias mexicanas que ni te imaginas que podían decir semejantes palabrotas, gotas de sangre de los peleadores que le caen al público, hasta luchadores voladores que también le caen a los asistentes cuando los avientan fuera del cuadrilátero. “Tenemos infinidad de sillas abolladas, hieleras todas dobladas y mesas destruidas ahí guardadas”, revela “el Virus”.
Él trabajó muchos años en la Arena Naucalpan y dice que ha hecho de todo: “Me tocó rapar a gente inconsciente”. Leíste bien, rapar. “Sí, en las luchas es máscara contra cabellera. Quienes pierden y tienen el cabello largo... pues, adiós melena”.
El rival de Adam para la sesión de fotos, el luchador llamado Argenis, dice que es como una carnicería: “La gente se pone como loca”. Cuando se le pregunta por qué pierden la cabeza cuando le quitan la máscara a un luchador, él simplemente da la respuesta: “Pues es que te quitan todo. Por reglamento, el que le quita la máscara a otro queda descalificado automáticamente. Pero el que realmente pierde es el desenmascarado, porque su máscara es su honor mismo”, explica Argenis.
Por tales razones, él nunca permitió ser fotografiado sin su máscara. Pero no todos son así, el sudafricano Adam Bridle tiene su propia imagen y estilo. En la Arena Naucalpan, él es bien conocido, sus fans son muchos y después de ocho años, sus esfuerzos han rendido frutos
Él pertenece a la Triple A, la cual, al lado del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), ha mantenido vivo el deporte. La Triple A lleva poco tiempo en comparación con el CMLL. En 1992, Antonio Peña, quien fue uno de losbookers más importantes del CMLL, fundó la Triple A con la intención de promover el deporte todavía más. Gracias a esto, luchadores como Adam y Argenis han logrado captar la atención de directores como Robert Rodríguez, quien los invitó a formar parte de su serie de TV Lucha Underground, de El Rey Network, en los Estados Unidos.
Pero ¿por qué un sudafricano dejaría su país para aprender la lucha libre? Al principio, Adam nos cuenta que vivió con unos japoneses que tenían un dojo arriba de la Arena Naucalpan. “Era lo único que conocía de México. Los japoneses eran muy estrictos y a las 11 p. m. se iban a dormir”. Poco a poco se fue ganando la confianza de los maestros más importantes de este deporte, quienes vieron en él una curiosidad y hambre que traía desde niño. Con el tiempo, persiguió el riesgo de este estilo y aprendió todo lo que pudo.
Tú has ido a Japón, México y Estados Unidos a aprender lucha libre. Pero ¿por qué te quedaste más tiempo en México? Llevas ya ocho años aquí.
Creo que por cuestiones del estilo. La forma de la lucha aquí en México es la que más me gusta. No es tan lento, no está tan enfocado a la masa corporal como en los Estados Unidos. Siempre me ha llamado mucho más la atención la lucha libre mexicana.
¿Por qué te llamó más la atención?
En las formas de luchar, la que más disfruto es en la que hay movimientos aéreos, los cuales implican más riesgo. Esa práctica está totalmente asociada con el estilo mexicano de lucha libre. En todos los demás lugares del mundo en donde se hacen maniobras en el aire, como las marometas frontales o hacia atrás, todos esos movimientos vienen de México. Cuando era niño y veía las luchas, ese estilo fue el que me llamó más, justo por lo arriesgado que era.
¿Crees que existe un lado artístico en esta forma de lucha?
Por supuesto, sí. De hecho, lo hay en los cuatro estilos: europeo, americano, japonés y mexicano. Veo los cuatro como un tipo único de arte. Cada uno tiene su forma de ser claro, su manera de contar su historia, su propia forma de interactuar con la gente.
¿Qué historia es la que cuenta la lucha libre?
Si la comparas con la de Estados Unidos, la cual es la historia más sencilla de todas –los buenos contra los malos–, la mexicana se enfoca en una narrativa de alto riesgo: el que se arriesga más, se gana al público. ¿Quién hará el movimiento más peligroso para ganarse el respeto de los fans? A la gente le gusta eso porque tienes que exponer tu cuerpo para ganar la lucha.
Con respecto a los mentores, ¿crees que los mexicanos son diferentes a los de otros países?
Claro, 100%. Son completamente diferentes. Las maneras en las que te enseñan cómo luchar o incluso cómo pensar sobre la lucha son únicas. En los Estados Unidos todo está basado en la psicología de cómo vas a contar una historia que la gente pueda entender. En México, nunca te enseñan cómo contar una historia. Lo que importa es atreverte a darte las marometas, girar, hacer quiebres, volar y cómo moverte en general. Todo gira alrededor de que seas lo más ágil y entretenido que puedas.
Entonces al público no le importa tanto lo de los buenos contra los malos. ¿Dirías que todo el asunto fluye más en la lucha libre?
Para mí, el estilo de la lucha libre mexicana es como la versión cirquera de la lucha profesional. Vas a un match y ves máscaras, maniobras que nunca antes has visto en ningún otro lado del mundo, gente exótica, mujeres luchadoras y hasta miniluchadores. Todo en un sólo show.
¿Crees que se vean como una gran familia?
Sí, claro. Pues es que lo son.
¿Y cómo se ven los luchadores en los EU?
Es más duro. La gente está muy acostumbrada a subirse arriba de otros para llegar a la cima. ¿Es más individualista? Mucho más. Acá la gente está muy interesada en ayudarte a ir más allá de tus límites.
¿Y si lo comparas con Japón? ¿Qué historia es la que cuentan ellos?
El cuento principal se enfoca en el lado fuerte: qué tan valiente eres. La audiencia quiere ver qué tanto te pueden golpear sin que te rindas. El entrenamiento es el más duro de todos los países. Es el más estricto, la disciplina de los japoneses no tiene rival. Es muy difícil volverte un luchador profesional en Japón.
Y entonces, si el japonés es más difícil, ¿por qué preferiste quedarte en México?
Cuando yo empecé aquí, mi entrenador, Negro Navarro, quien es uno de los entrenadores de sumisiones más reconocidos en el mundo, me enseñó infinidad de llaves. Él tenía un libro de casi 400 o 500 diferentes tipos de sumisiones. Para mí, el ver eso era como tener una enciclopedia de lucha, a la cual no tienes acceso en ningún otro lugar en el mundo. Eso es algo muy especial de la lucha libre mexicana.
¿Te diste cuenta de que estos tipos tenían algo más especial?
Sí, tienes un presentimiento. Entrené en otros lugares antes, en Europa, en Sudáfrica... Para cuando llegué a México, sentí que había mucha más historia detrás de este deporte. Los entrenadores, los maestros, todos tienen aquí un cerebro diferente cuando se trata de luchar. Ellos tienen mucha más información y libertad dentro de sí. Tuve suerte porque yo no los escogí, ellos me escogieron a mí.
¿En serio? ¿Y por qué crees que te escogieron?
Tal vez porque cuando era más joven tenía más hambre. Entonces cuando mostré mucho entusiasmo, estaba muy desesperado de abrir cada puerta en la lucha libre. Mi mente estaba completamente abierta al aprendizaje. Me quedaba horas y horas después de que la clase acababa. Siempre era el último y me la pasaba haciéndoles preguntas. Cuando vieron todo el entusiasmo que salía de mí, a ellos les dieron muchas ganas de entrenarme.
Pareciera que tenían mucho que compartir, pero pues no querían dárselo a cualquiera, ¿no?
Pues sí, ¿no crees? Esa es tal cual mi sensación, porque en los tres primeros meses de mi entrenamiento, la experiencia fue otra a la de los siguientes meses. Así, parecía como si hubiese todo un periodo de prueba, y una vez que vieron mis metas, eso les gustó y se abrieron completamente. Ellos no se quedaron con nada de información, sólo me daban cada vez más y más.
Pero ¿cómo le hiciste para que te soltaran toda esta sabiduría de la lucha libre, siendo tú un extranjero, digamos?
Si le muestras a alguien el respeto que se merece, es decir, ellos llevaban 23 años en esto y yo sólo un año; si llegas con humildad y una mente abierta, simplemente con la disposición de aprender, la gente se da cuenta. Pero no sólo eso. También aprendí mucho de ellos como personas, sobre sus experiencias de vida: me contaron anécdotas sobre cómo administraban su vida familiar, la fama, el dinero... Se tiene que volver una relación muy personal y eso se dio porque vieron que no llegué con soberbia, al contrario. Encontré una forma de pensar más colectiva y eso me gustó más en México.
Cortesía: http://www.excelsior.com.mx/ y Alejandro Serrano / Fotografía: Paolo Marchesi

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