miércoles, 29 de junio de 2016

El Santo vs. José G. Cruz








El cómic y el cine llevaron a Santo, El enmascarado de plata a combatir en los lugares más insospechados –del panteón de la ciudad de Guanajuato a la mítica Atlántida, donde tuvo que hacer frente a enemigos aún más poderosos que sus rivales en el ring. Pero ninguno de los argumentistas de sus aventuras historietiles o fílmicas pudo imaginar la batalla que el legendario enmascarado tuvo que librar, a principios de 1978, en el Segundo Juzgado Penal de la ciudad de México: la defensa de su personaje, y en última instancia de su identidad, que llevó a la cárcel al editor que había sido uno de los iniciales constructores de su mitología.

El Santo ya era El Santo cuando José Guadalupe Cruz, creador y editor de historietas, tuvo la afortunada idea de convertir al luchador en héroe de papel. Antes de su consagración en la pantalla grande, los episodios del cómic Santo, El Enmascarado de Plata, imaginados por Cruz y realizados con la técnica mixta de dibujo y fotomontaje por José Trinidad Romero, fueron el ámbito imaginario en que el gladiador se transformó en icono imbatible y milagroso.

La saga historietil de El Santo, editada por primera vez en 1952, circuló a lo largo de dos décadas y en su mejor momento llegó a publicarse hasta tres días a la semana. A mediados de los años setenta, José G. Cruz decidió rehacer los viejos cartones del cómic y modernizar la figura de su protagonista.

El cuerpo del fisicoculturista Héctor Pliego fue el soporte del nuevo Santo, que ahora se presentaba portando una letra S sobre la máscara. El primer Enmascarado de plata no toleró la suplantación y exigió castigo para la afrenta que el editor había causado a su imagen. Se inició así el juicio penal en el que José G. Cruz y Rodolfo Guzmán –el nombre civil de El Santo legítimo –, se disputaron la propiedad de un personaje que radicaba en el mundo de las onomatopeyas.

El demandado se negó a discutir con alguien que no daba la cara. El luchador recurrió entonces a distintas tretas para no revelar su identidad ciudadana: una vez compareció con el pelo rapado y escondiéndose tras unos enormes lentes oscuros, y en otra ocasión fingió haberse lesionado del tabique nasal y se envolvió el rostro en un vendaje entintado en violeta de genciana.

Fuente: Fundación Televisa



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