sábado, 20 de agosto de 2016

Bajo su manto



En la lucha de Tijuana, Santo Jr. y El Hijo del Santo, sentimos la presencia de mi padre, El Santo






Estimados amigos; hoy quiero agradecerles sinceramente el hecho de leer semana a semana esta columna de Hablemos sin Máscaras. Así mismo agradezco a todo este gran equipo del periódico El Gráfico por su enorme apoyo  para poder llegar a ustedes a través de estas páginas.
Estoy cumpliendo dos años con ellos. Mi primer columna la escribí el 15 de agosto de 2014, siendo esta entrega la que marca mi segundo aniversario, gracias María Félix y también a tu gran equipo.
Hoy quiero festejarlo con buenas y gratas noticias, como fue mi regreso al ring el pasado sábado 13 en Tijuana, con la empresa The Crash en el auditorio Fausto Gutiérrez, donde enfrenté a Rayman y Angel Blanco Jr.
Me sentí  bien arriba del cuadrilátero, con agilidad y excelente condición física. Lo mejor fue el cariñoso recibimiento del público que asistió a esta función en donde destacó el debut de un nuevo compañero: Santo Jr.
Sentí una enorme emoción al ver a mi hijo dentro del vestidor acomodando cuidadosamente sus mallas, calzoncillos, botas plateadas, colgar ceremoniosamente su capa roja y observar, que igual que yo, cómo permaneció en todo momento con su máscara en el rostro, sin importarle el calor que se sentía ahí dentro. 
Verlo implicaba estar frente a un espejo siguiendo cada uno de sus movimientos; cuando se colocó su atuendo, cuando realizó ejercicios de calentamiento, cuando se fue a un rincón a rezar antes de subir al ring. 
Éramos dos Santos, ya no estaba solo yo. Me agradó que saludara a uno por uno de nuestros compañeros, tomándose fotos y platicando con todos. 
Con relación al desempeño en el cuadrilátero yo lo considero como ‘bueno’ ya que lucho ‘a ras de lona’ y también realizó movimientos atractivos y vistosos como quebradoras (algo que ni mi padre o yo hicimos jamás), topes, tijeras y una espectacular y efectiva plancha hacia afuera del ring.
 Como es natural, estaba nervioso pues debe ser sumamente difícil debutar en México llevando como compañero a tu padre. Aún así, su desenvolvimiento en el ring me indica que tiene aptitudes y técnica, solo requiere de tiempo; hay algo que se llama experiencia y eso solo la concede el paso del tiempo.
Indiscutiblemente lo que más me convenció de él fue que en ningún momento se achicó frente a ninguno de nuestros rivales, ambos luchadores experimentados, quienes intentaron humillarnos rompiendo nuestras respectivas máscaras y sangrando a Santo Jr.
Fue similar a ver cuando un grupo de leonas ataca al más joven y débil integrante de alguna manada de búfalos. Yo también me tenía que defender pero siempre estuve pendiente de sus movimientos e intenté ayudarlo cuando le vi sangre en el rostro. 
Sin embargo, cuando observé como reaccionó y  se defendió frente al colmilludo Ángel Blanco y le aplicó la Ley del Talión, “ojo por ojo, diente por diente”, me sentí sumamente orgulloso de él ya que en este deporte espectáculo, el respeto y la admiración de tus rivales y compañeros se gana cuando aplicas esta ley sin ningún temor y les demuestras que te sabes defender. 
Con mis casi 35 años de experiencia profesional, puedo decir que Santo Jr fue un buen apoyo y compañero esa noche, y que gracias a su capacidad y determinación logramos vencer a nuestros rivales en tres caídas por la vía de la descalificación, cuando la desesperación le ganó a Rayman y se fue, en la tercera caída, por el camino fácil del faul. 
Dirán que estamos locos pero a decir verdad, tanto mi júnior como yo,  esa noche sentimos la presencia de mi padre.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras. 
El Hijo del Santo

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