Apenas pones un pie en el Museo del Objeto (Colima 145) y el enmascarado que llevas dentro se asoma. Escuchas la campana, la sangre recorre todo tu cuerpo, miras a otros encapuchados sobre un ring imaginario. ¡Lucharaaán a dos de tres caídas sin límite de tiempo! No hay calma en aquellas habitaciones. Máscaras, luchadores de plástico, fotos, álbumes, cinturones, películas, canciones, butacas, capas, mechones de cabellos, carteles, boletos, revistas y enmascarados de cartón se aparecen en La lucha libre de todos los días.

Es tiempo de volver al pasado, más allá de Santo y Blue Demon. Es el año 1933, tiempos de Salvador Lutteroth, de arenas chicas y carpas que ya no existen: La Monumental, Xochimilco, Bravo, Televicentro, Revolución, La Aurora y El Cortijo. ¿Sabías que el Teatro Colón de Antonio Fournier, hoy Club de Banqueros de México, fue uno de los primeros espacios donde se llevaron a cabo espectáculos de lucha?

Un murciélago de papel revolotea por los techos. Es Murciélago Velázquez, el primer encapuchado mexicano de quien el Enmascarado de Plata tomaría uno de sus primeros nombres (Murciélago II) por la admiración que le tenía. Velázquez soltaba murciélagos vivos en las arenas, antes de subir al ring. Además de ser el primer enmascarado mexicano, fue el primero en realizar un combate máscara vs. cabellera y el primero en dejar su rostro al descubierto.

Resulta que en un principio comenzaron los combates máscara vs. máscara, pero un luchador con rostro llamado Octavio Gaona retó al Murciélago y fue el propio Velázquez el que pidió que se aceptara el primer combate entre un hombre enmascarado y otro con el rostro descubierto. Que le cortaran la cabellera al tal Gaona si perdía. Ocurrió el 14 de julio de 1940. Al Murciélago le descubrieron su identidad.

Sin embargo, la primera máscara en México se la puso un luchador gringo llamado Corbin James Massey, oriundo de Missouri, quien un día llegó a México y pidió a un zapatero guanajuatense (Antonio H. Martínez) que trabajaba en Tepito le hiciera una máscara con el cuero que usaba para los zapatos.
Corbin había sido invitado por Salvador Lutteroth para luchar en nuestro país y lo hizo con el nombre de Ciclone Mackey, aún sin cubrirse el rostro. La primera vez que subió al ring con el cuero de res cubriéndole la cabeza lo hizo con el nombre de La Maravilla Enmascarada, algo que llamaría la atención de otros luchadores, quienes se acercarían al zapatero para hacer lo propio (el hijo del zapatero Martínez mantiene la tradición). Ahí se asomó Velázquez, para convertirse en Murciélago.

La fascinación por las máscaras haría que Mackey cambiara a cada rato de personalidad: Gray Mask, John Mackey, Mask Mackey, Mr., The Misterius X y The Yellow Mask. No fue el único. El Santo, antes de ser inmortal, luchó bajo los nombres de Rudy Guzmán, El Murciélago II y El Hombre de Rojo.
El Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Bulldog se repiten en una canción que invade una de las habitaciones (Conjunto Áfrika), en donde esperan su turno Jaime López (Blue Demon Blues) y Botellita de Jerez (Guacarock del Santo). Mientras la música hace lo suyo, en algunas pantallas se asoman Los vampiros de Coyoacán (Arturo Martínez) y Las lobas del ring (René Cardona).

Hay películas de sobra: El Santo vs. Las momias, mujeres vampiro, zombies, científicos locos, Irma Serrano, Capulina y otros seres extraños. Aquellos aficionados cincuentones y más allá recordarán los tiempos de ir a los cines de barrio (Florida, Soledad, Jalisco, Acapulco, Goya y La Villa). Eran llamados también cines piojito y el boleto costaba 1.50 pesos. Los de lujo te cobraban cuatro pesos, pero ahí no llegaban las historias de enmascarados (Diana, Roble, Latino y Alameda, entre otros).

Las primeras películas de lucha libre fueron: La Bestia magnífica (Chano Urueta), Huracán Ramírez (Joselito Rodríguez), El luchador fenómeno (Fernando Cortés) y El Enmascarado de Plata (René Cardona). Para el filme de René Cardona se había planeado trabajar con El Santo, pero al final el personaje del celuloide lo escenificó el Médico Asesino. El Santo se iría a Cuba, donde comenzaría su carrera cinematográfica.

En el Museo del Objeto aparecen algunas fotografías poco conocidas, que muestran a los luchadores abajo del ring, cuando sus vidas no se rigen a dos de tres caídas sin límite de tiempo. El Cavernario Galindo aparece frente a su zapatería y ayudando a una dama a probarse el calzado. También está una imagen del Espanto I, quien era militar. Bobby Bonales era electricista e Irma González no cantaba mal las rancheras.

Se sabe que la época de oro de la lucha libre mexicana fue entre 1940 y 1970. Fotos, máscaras y dibujos nos recuerdan a personajes de nuestros padres y abuelos: Gori Guerrero, Tonina Jackson, Karlof Lagarde, Copetes Guajardo, Aníbal, El Solitario, El Matemático, Los Villanos, Mil Máscaras, Canek, Rayo de Jalisco, Ray Mendoza, Black Shadow; este último hacía mancuerna con Blue Demon y eran conocidos como Los Hermanos Shadow.

Máscaras de ayer y hoy: Blue Demon Jr., La Parka, Máscara Sagrada, Rey Misterio, Psicosis. Heroínas como Lady Apache y exóticos al ritmo de Pimpinela. En la exposición se explica que la lucha libre forma parte de la identidad mexicana como el mole, los mariachis o el tequila. Justicieros de la vida urbana mexicana que desde 1933 ponen en su lugar a los malvados.

No podían faltar revistas de colección como Box y Lucha, Arena y El Enmascarado de Plata, de José G. Cruz. Sin olvidar los luchadores de plástico, los carteles que se pegaban en los barrios y las alcancías de luchadores con ojos bizcos.

La manera decente para correr a los aficionados de aquellas habitaciones (el tiempo vuela) es hacer sonar la campana e ir apagando las luces. A la tercera campanada, el museo está en penumbras. El personal espera en la banqueta.

Cortesía: http://www.excelsior.com.mx y JC Vargas