viernes, 20 de marzo de 2015

El Hijo del Santo, la leyenda se "quita" la máscara

El luchador se toma su selfie y comparte con nosotros su sentir como persona y personaje: "Quisiera ser este Santo de las películas que podría terminar con todos los secuestradores, con toda la mafia que hay en este país y con los políticos corruptos" 

https://www.youtube.com/watch?v=QC8HGBbSLHU

Santo, muchas gracias por tu hospitalidad…
Qué tal, Xavier. Pues al contrario, gracias por invitarme a esta nueva sección que sé que va muy bien, con mucho éxito y pues bienvenido aquí a Selfie.

32 años de luchador…
Sí, de carrera profesional. Pues se dice fácil pero son muchos años, es toda una vida arriba del ring.

Debutaste a los 21 años…
Ya estás haciendo cuentas, malvado (risas). Sí, muy chiquito, a los 21 años ya andaba luchando. Fue algo que yo deseaba desde mucho tiempo atrás. Yo creo que desde niño sueñas con lo que quieres ser de grande y a mi definitivamente me enamoró el cine, las entrevistas que le hacían a mi padre, la televisión, la radio, pero también me gustaba la lucha libre. Siempre soñé convertirme en un luchador profesional.

Nunca fue ajeno, siempre estuvo presente en tu vida… ¿siempre lo supiste?
Sí. También tenía la ilusión de ser torero, imagínate. Las luchas se presentan en arenas, pero también se hacen en plazas de toros. Entonces, yo iba mucho a una placita de toros que se llamaba El Cortijo en la colonia Romero Rubio, enfrente del aeropuerto. Hacían festivales y me animaba a veces a torear a las becerritas. La adrenalina me llenaba mi cuerpo de emoción y me empezó a gustar la fiesta de los toros.

¿Es la misma adrenalina que se siente en la lucha?
No, yo creo que es muy diferente, porque cuando sale este animal es diferente a un ser humano. Desde niño me gustó lo extremo y lo peligroso, y qué bueno que decidí ser luchador.

El Santo no puede vivir sin adrenalina…
Yo pienso que no. Tuve un caballo, mi papá me lo regaló, y me gustaba salir pero no a caminar, lo galopaba. Después, como a los 14 años tuve una motocross. Me ponía mi casco y me gustaba irme a los cerros a volar con la moto. Es peligroso, ¿no? Me gustaba el esquí acuático… Yo creo que la adrenalina siempre ha estado muy cerca del Hijo del Santo.

¿El último de la fila en tu familia? El menor de diez hermanos…
Fui un niño muy consentido por mis padres, por mis hermanos, era el más chiquito y a parte fui el que completó de alguna manera la balanza, porque cuando yo nací ya había cinco mujeres y eran cuatro hombres. Todo se conjuntó para que yo fuera un niño afortunado, pero eso sí, muy trabajador, porque para lograr tus sueños hay que trabajar, hay que ser perseverante. Desde chiquito me gustó entrenar, karate, judo, futbol. No le tenía miedo al peligro.

Vivíamos en una casa que estaba en el campo y teníamos albañiles. Mi papá tenía como hobbie reconstruir casas; compraba casas viejas o terrenos y le gustaba construir. Nunca necesitó un arquitecto. El Santo era su propio arquitecto, quizás nadie lo sepa, él diseñaba sus casas en cuadernos, tomaba una regla y se ponía a dibujar. Le daba las ideas al maestro y el señor sabía cómo construir. Entonces imagínate, levantaban bardas y me subía yo sin tener nada de protección a los lados y me regañaban. Me decían: “Bájate de ahí, te vas a caer”. Me agarraba de las varillas, no, no, no, estaba medio locochón.

¿Cómo era la relación con tus hermanos?
Bonita. Eran todos mayores, sobre todo los hombres. Cuando yo nací mis hermanos tenían cerca de los 20 años, ya estaban en la preparatoria. Entonces aprendí mucho de ellos y con los que estaban en medio, que me llevaban 12 años más o menos, jugaba futbol, jugaba luchas, me divertía. Y con mis hermanas también me llevaba bien.

Fui un niño que se adaptaba a todo. Toda la música me gusta, porque cuando estaba con mi papá escuchaba a Los Panchos, a Javier Solís que fue un gran amigo de él; mi mamá escuchaba a Glenn Miller, mis hermanos a The Doors y The Rolling Stones. Mis hermanas a Maciel y Rafael. Crecí con Serrat y un hombre que a mí me enamoró su música cuando era adolescente fue José José. Con los albañiles escuchaba la estación de El Barrilito, cumbias y de todo. Podía comer muy rico con mis padres y también comía mis tacos con los maestros albañiles que hacían pico de gallo, compraban chicharrón y me decían: “Vente, vamos a almorzar”. Le tomábamos al mismo refresco de todos (risas). Fue una infancia muy bonita.

¿Qué onda con Korak?
Fue un personaje que nació de repente. Yo ya estaba entrenando lucha y un señor de nombre Víctor Martínez le hacía los equipos de lucha a mi padre en 1980. Mi papá me mandaba allá por Tlatelolco a recoger sus cosas. “Ve por favor, te tiene que entregar cinco mallas, cinco calzones, diez máscaras”. Y este señor siempre me decía: “¿Cuándo vas a luchar?” “Pronto señor Martínez, estoy entrenando”. Un día llegué y me dice: “¿Quieres luchar? Te puedo programar en Santa Ana, Chiautempan, en un auditorio que está ahí en Tlaxcala. Te pongo en la primer lucha”. “No, mi papá no me va a dejar”. “No le digas”. Yo siempre muy disciplinado, muy obediente, pero pues el gusanito. Le dije: “Pero no tengo nombre”. Me dijo: “Mira, te puedes poner Korak”. Korak era el hijo de Tarzán en una historieta. Total, dije que sí. Tomé una máscara que mi papá había ganado en una lucha y unas mallas del Santo, les pinté las rodilleras de negro con spray, pinté las botas de negro, agarré una capa y me fui a Santa Ana Chiautempan. Eso fue el 6 de febrero de 1982. Fue mi primer lucha. Cumplí un sueño. Fue muy bonito porque a parte los niños sin conocerme se acercaban y me pedían autógrafos. Les firmaba como Korak. Luego tuve una segunda lucha, me parece que fue el 10 de febrero y ahí se acabó la historia de Korak.

Pero es que además tú no tenías nada que hacer como el hijo de Tarzán…
Pues no. Después de que mi papá me descubrió me preguntó que quién era Korak. Cuando le dije que era el hijo de Tarzán, le dio risa y me dijo: “Suena mejor El Hijo del Santo”.

Y ¿qué pasó por tu cabeza en ese momento?
Imagínate, pues fue una gran sorpresa, primero porque mi papá se había enojado, y nunca me imaginé que él fuera quien me propusiera ser el Hijo del Santo. Entonces, ahora sí como dice la canción: “No le dio tiempo ni de montar en el caballo…”, porque le dije que sí. Yo estaba defendiendo de alguna manera mi lugar, mi posición de querer ser luchador, entonces cuando él me lanza este tipo de reto dije: “órale, va”. Y él me dio la confianza, pues era entregarme su máscara, su personaje. Después en las entrevistas mencionaba que quería que yo fuera el Hijo del Santo y después el Santo. Entonces imagínate el tremendo paquete que me estaba poniendo encima, pero dije: “Tengo que salir adelante”. Y así fue como inicié. Debuté como el Hijo del Santo oficialmente un 18 de octubre de ese año, 1982.

Y hasta hoy…
Sí, la verdad ha sido una carrera muy bonita, de muchos logros, de mucho sacrificio, de luchar no nada más en el ring, sino luchar por mi sueño. Tu sabes que en cualquier profesión o la misma vida te pone obstáculos. Llega literalmente gente mala que te quiere lastimar, que te quiere quitar esos sueños porque te tienen envidia, porque quisieran estar en tu lugar. Pero sobre ello siempre saliendo adelante y no dando pasos atrás. La verdad estoy muy orgulloso de lo que he logrado.

¿Cómo vives el día a día con esta dualidad persona-personaje?
Me disfruto de las dos maneras. El tiempo y la vida me han enseñado o a lo mejor he descubierto que quien tiene más valor es el ser humano. Yo puedo andar sin máscara en la calle y nadie me conoce pero eso no me quita lo valioso que soy porque yo soy quien le da vida a esta máscara. Si no fuera yo, esta máscara estaría dormida o estaría como un recuerdo, ¿no? Pasó lo mismo con mi papá. Él como ser humano le dio vida al Santo, pero nadie lo conocía a él. Y él supo y me lo enseñó, a que esta dualidad fuera equilibrada, que los dos se complementan pero ninguno se muere sin el otro. Incluso, cuando mi padre físicamente muere, pues el personaje no muere, se inmortaliza por lo que él logró, pero llega el Hijo del Santo y el personaje sigue viviendo. Yo disfruto las dos maneras. Me disfruto sin máscara porque puedo ir al cine, a comer a cualquier lugar, pasar desapercibido, ¿me entiendes?
Hay una frase que de alguna manera he hecho mía, que es: “Todos me conocen, pero nadie sabe quién soy”. Yo llego al gimnasio donde entreno pesas y todos me conocen, me saludan porque me ven todos los días, pero nadie sabe quién soy, no se imaginan que soy el Hijo del Santo. Eso me gusta, lo disfruto mucho. Cuando soy el Hijo del Santo lo disfruto también, me encanta hablar, ya te diste cuenta (risas), me gusta recordar mis triunfos, lo que hago, me apasiona la lucha libre.

¿Cuántas máscaras y cabelleras en tu historia?
Aproximadamente tengo setenta y tantas luchas ganadas de apuesta de máscara-cabellera o de máscara contra máscara. Tengo treinta y tantas máscaras ganadas y el resto son cabelleras, independientemente de los campeonatos.

Tus hobbies…
Me gusta mucho leer, escribir. Lo hago cuando viajo. Me gusta disfrutar a mis hijos, a mi familia. Tengo algunos años con un hobbie que me apasiona mucho que es pintar.

¿Qué pintas?
Como Botero pinta gordos y Martha Chapa pinta manzanas, yo pinto “Santos”. Me gusta pintar al Santo; aquí hay varias pinturas mías. Empecé con acuarelas; me llamó la atención un día que vi un paquetito de pinceles. Andaba yo solito en Los Ángeles, California, me metí a una tienda, los compré y empecé a pintar. Y empecé a pintar al Santo con trazos quizás muy infantiles porque nunca estudié pintura. Después, cuando mi esposa y mis hijos me vieron tan entusiasmado a cada pintura le echaban porras. Estaban muy feas para mí, pero ellos decían que estaban muy bonitas, entonces me compraron acrílico y lienzos, pinceles y después ya me regalaron óleos. Compré libros para aprender técnicas. Finalmente pinto lo que sale de mi corazón y es un hobbie que disfruto mucho.

¿Cuál es tu comida favorita?
Bueno, hoy me cuido mucho, por salud. Tu sabes que llega una edad en que tienes que cuidarte de las grasas y de los excesos del picante y todo. Estoy tratando no de divorciarme de la carne, pero sí dejarla un poco. Yo podría comer todos los días un buen corte, me encanta la carne de res, los cortes argentinos. También me gusta mucho cuando voy a las playas, el pescado, camarones. Como de todo. Y los antojitos de vez en cuando sí se me antojan, unas quesadillas, un sopecito. Lo que no me gustan son las víceras. Nunca. Cuando veo tacos de tripa, ahí si no le entro.

Rincón favorito…
Mi santuario, como yo le llamo al despacho donde tengo todos mis trofeos, mis fotos, los recuerdos de mi padre, sus máscaras, su ropa. Cada vez se va haciendo más grande, porque cada vez te dan más reconocimientos y vas acumulando objetos. Es un lugar que me llena de paz, de hecho es donde pinto. Me llena de muchas emociones y puedo decirte sin mentir, que mi papá por ahí anda de repente. Porque escucho ruidos que a veces son inexplicables o suceden cosas extrañas. Al principio me daba miedo, pero con el tiempo dije: “Bueno, si es él pues no me va a hacer nada”. Entonces ya de plano cuando oigo ruidos platico con él. Obviamente no hay respuesta, pero siento que está ahí.

FUERA DEL RING.

 Tu caída más dura…
Mi primer caída dura fue quedarme sin mamá. Estaba muy chavito, tenía 19 años. Estaba en la universidad en mi primer semestre. Fue un golpe muy duro. Por eso siempre les digo a las personas que tienen la fortuna de tener a sus padres, que los disfruten, porque cuando los pierdes es muy triste. Me quedé sin mamá, me desorienté, mi papá seguía trabajando. Siempre la imagen de la mamá es muy necesaria. Ni modo, tuve que aprender a vivir sin ella. Dos años después me quedé sin papá. Me quedé huérfano muy jovencito. Y gracias a Dios supe salir adelante, ya trabajaba. Ellos me habían hecho un joven responsable, con valores que lamentablemente hoy se han perdido.

Otro tropiezo difícil fue mi divorcio. Me casé a los 25 años; duré casi 7 años. Me divorcié, pero no fue el divorcio lo difícil, sino todo esto que sucede a veces con los matrimonios que se divorcian: los hijos. Porque se convierten de pronto como una especie de juguete, de arma, ¿no? “No los ves. No te los presto”. Entonces fue una etapa muy difícil en mi vida que gracias a Dios logré superar pero no solo. Tuve que recurrir a terapia. Y lo digo con mucho orgullo, porque no me atraparon las drogas, no me atrapó el alcohol. Creo que cuando estás así de vulnerable es muy fácil que te atrapen los vicios porque es la manera de escaparte de la realidad, y la manera de escaparme de la realidad quizás era la lucha libre. Me refugiaba tanto en la lucha que me olvidaba de mis problemas. La terapia me ayudó mucho y también la mujer que llegó a mi vida, que es mi actual esposa. Tu autoestima se va al suelo. Ella me ayudó a salir adelante. Si acá me decían “feo”, ella me decía que estaba guapísimo, sí acá me decían que era un estúpido, ella me decía que yo era muy valioso. Ella, mi terapia y mis ganas de creer en mí, de decir: “Yo no soy lo que tú me estás diciendo que soy”. Todo esto logró que yo saliera adelante. Fue un momento importante porque aprendí a valorar muchas cosas que hoy disfruto.

El pinfall (conteo) de tu vida…
Quizás el retiro. El cuerpo tiene un límite cuando eres deportista. Yo sufrí una lesión en la médula espinal, de hecho todavía estoy en recuperación. Me voy a hacer estudios porque quiero regresar a luchar, pero nada más por el placer de hacerlo. No creo que dure mucho ya en el ring. Quiero demostrar que el Hijo del Santo sigue siendo un buen luchador, pero quizá el tiempo ya es de regreso. A lo mejor en uno o dos años tenga que planear mi despedida definitiva del ring por mi bien, porque físicamente estoy completo, pero para qué me expongo. Creo que he hecho una carrera muy bonita y creo que todavía falta por hacer, pero el cuerpo te va diciendo que hay límites.

El salto suicida más importante de tu vida…
Híjole, aventarme a todo. A lo mejor han sido muchos, porque cada sueño es eso, es decir: “¿Lo podré lograr?”. Y lo he logrado. Entonces, creo que todavía hay saltos suicidas que faltan por realizar. A lo mejor el primero fue decir: “Voy a ser el Hijo del Santo”.

¿Te has rendido en la vida?
Sí, he tenido que rendirme. Hay una palabra que usan mucho en los grupos de Alcohólicos y Neuróticos Anónimos que es “tocar fondo”. Yo he tocado fondo no por un vicio. Por ejemplo, con mis hijos mayores llegó un momento en que nos dejamos de hablar y yo sufría mucho por eso. Entonces tuve que rendirme y decir: “Ni modo, la situación es esta y no voy a estar sufriendo por su ausencia, pues tengo dos más pequeñitos que me necesitan”. Me he rendido ante la gente necia, ante la gente que a veces te quiere explotar. Me he rendido incluso ante mi propia familia de origen, ante mis propios hermanos, lamentablemente. Soy siempre el bueno, el que dice que sí a todo, pero llega un momento también en que aprendes a poner límites y a la gente no le gusta, lo mal interpreta. “Pues ya cambiaste mucho, ya no eres como antes, ya no eres el mismo”. Y me di cuenta que sí, ya no soy el mismo que se deja manipular. Entonces me he tenido que rendir ante esas situaciones.

Tu mayor defecto…
Ser intolerante. Ser muy exigente conmigo mismo. Viví un tiempo con una neurosis muy fuerte, me volví enojón, neurótico. No quiero echarle la culpa a nada pero eran muchos problemas y tenía que salir adelante. He logrado poco a poco ir corrigiendo mi carácter. Me gustaría volver a tener el carácter que tenía a mis 18 años, que era muy optimista y todo lo veía color de rosa, y se puede, ¿por qué?, porque la vida vale la pena vivirla plenamente. He aprendido a vivir el hoy. Este programa de Alcohólicos Anónimos es maravilloso no nada más para la gente que tiene este problema, sino para toda la gente, porque solo por hoy debes de disfrutar la vida. Mañana no sabes qué va a pasar. Me puedo morir, no sé. El ayer ya para qué, se fue. Entonces, he aprendido de alguna manera a disfrutar el momento, disfrutar ahorita tu visita, tu entrevista, disfrutar cada momento. Al final del día lo agradezco mucho. Y en la mañana que despierto le doy gracias a Dios por un nuevo día. Vas madurando, y la vida te va dando tanto catorrazo que tienes que aprender a valorar, ¿no? Valorar a la gente que vale la pena, la gente que me quiere, que me respeta, a la gente que yo admiro.

He buscado reunirme con gente famosa y no porque sean famosos, ¿sabes por qué?, porque esa gente no tiene nada que envidiarte. Hay excepciones de gente que no es famosa y me quiere, pero por ejemplo, he hecho una amistad bonita con Pedro Fernández. ¿Pedro qué me puede envidiar a mí?, si él tiene fama, si él es exitoso. Él me admira y yo lo admiro a él. He reunido a un grupo de siete personajes que son hijos de grandes actores y cantantes. El grupo de los siete. Lupita Infante, María Elena Leal (hija de Lola Beltrán), Olga María (hija de Olga Guillot), Mario Moreno (hijo de Cantinflas), Gabriel (hijo de Javier Solís). Te vas dando cuenta que es gente que te admira y es gente que también necesita amigos, porque cuando tienes fama y dinero y estás hasta arriba tienes un montón de cuates y cuando llega el momento de un fracaso o de que tu carrera va en declive o te quedaste sin lana, ahí te das cuenta quienes son tus verdaderos amigos. Me he rodeado de este tipo de personas quizá buscando eso, porque ya estoy hasta la coronilla de la gente envidiosa, de la gente que quiere tu lugar, que quiere lo que tú tienes y que te ha costado.

Tu mayor virtud…
Ser perseverante. Ser honesto. Me da mucho orgullo que todo lo que tu ves, lo que tengo, ha sido con mi trabajo y jamás robándole a nadie, abusando de nadie. Me gusta la justicia, me gusta que la gente sepa ganarse las cosas con su esfuerzo, me gusta ayudar.

Lo más osado…
Con máscara: Exponer mi máscara a lo loco. Aceptar un reto.
Sin máscara: Iniciar mi relación con mi mujer actual, dentro de una relación que estaba apenas terminando, antes de divorciarme. Fue un paso que no me importó pero valió la pena. Ser osado por amor creo que vale la pena.

Lo que nunca harías…
Con máscara: Quitarme la máscara sin ninguna razón. A mi padre le pusieron una trampa. Mostraba el rostro por un segundo en la televisión, pero nunca imaginó que congelarían su imagen. Y eso a mí me dolió mucho porque lo lastimaron.
Sin máscara: Dañar a otra persona. Desearle mal a otro ser humano.

La mejor decisión…
Con máscara: Haber aceptado ser el Hijo del Santo.
Sin máscara: Dejar y disfrutar que naciera mi hija. De pronto, en esta situación difícil de mi divorcio, me dice Gaby: “Estoy embarazada”. Me pasaron mil cosas por la mente. Un cobarde hubiera dicho: “Yo no puedo”. Amo a mi hija. Adoro a mis cuatro hijos, cada uno tiene algo especial, y adoro a mi hijo menor que quizás continúe mi carrera, pero esta niña fue como un diamante para mí. Me cambió la vida. Me regresó la ilusión, el amor de ser papá, uf… es como dicen: la niña de mis ojos (llora).

Lo más divertido…
Con máscara: Cantar (risas), porque no canto bien. Es algo que no me atrevo a hacer, pero me divierto.
Sin máscara: Viajar, disfrutarme como persona, quitarme esta máscara y viajar como cualquier persona. Siempre es divertido viajar.

¿Qué o quién no es santo de tu devoción?
Es difícil. Hay varios. Alguien que te hace daño. Un secuestrador, no soporto a la gente que hace eso, no tienen escrúpulos. A los políticos que son ladrones, mentirosos. A las personas malas porque para hacer eso tienen que carecer de sentimientos.

¿Qué te saca una sonrisa?
Un niño. Un bebé. Ver sus caritas de asombro cuando ven esta máscara.

¿A qué le lloras?
A la gente que amé que ya no está conmigo. A mis padres (llora).

Tus padres en una sola palabra…
Dos grandes seres humanos. Mi mamá fue un ángel en la vida de mi papá. Siempre oculto, siempre en el anonimato. Sin ella estoy seguro que el Santo no hubiera logrado todo lo que logró. Y mi padre un ser humano humilde, sencillo, era muy generoso. Uf…(llora)…no me hagas llorar, malvado…

La lucha libre…
Mi vida.

El amor…
Necesario.

Dios…
Lo más grande. Me hubiera encantado vivir en esa época y poder platicar con Jesucristo, estar con él.

México hoy…
Un país muy lastimado. Un país triste. Siento que se vive una gran tristeza y lo lamento mucho. Yo quisiera ser este Santo de las películas que pudiera terminar con todos los secuestradores, con toda la mafia que hay en este país, con los políticos corruptos. Ser ese Santo justiciero para ver a todos los mexicanos sonriendo y felices.

Tu mayor trofeo…
Mi realización.

¿Qué le dirías hoy a tu padre?
Gracias. Gracias por darme la vida. Gracias por ser el papá que fue. Gracias por confiar en mí y dejar este personaje en mis manos. Y gracias porque lo que yo soy el día de hoy es gracias a su ejemplo, a sus enseñanzas (llora).
Y ¿qué le dirías a ese niño que jugaba con los luchadores de plástico y que soñaba algún día con pisar el ring igual que su padre?
A ese niño le digo, porque todavía está por aquí: Felicidades por no dejar de soñar, por lograr que esos sueños se sigan haciendo realidad y felicidades por la familia en la que creció. Uy…(llora)…yo creo que a ese niño todos los días lo disfruto y lo abrazo. En las películas de mi padre salgo de niño y me veo. Y no me canso de ver la imagen de ese niño porque lo disfruté mucho y lo sigo disfrutando.

¿Qué sigue para el Santo?
Encontrar la felicidad plena. Porque se te va el tiempo deseando cosas, deseando lograr objetivos, y a veces la felicidad está ahí y la dejas ir. Lo que más deseo es disfrutar lo que tengo en este momento y que así sea permanentemente. Gracias.

#SelfieSecret 
“Tengo la manía de preparar por las noches la ropa que me voy a poner al día siguiente. No importa que sean las dos de la mañana. Dejo mi ropita colgada y que todo combine y que todo esté perfecto. Desde los siete años. A veces me caigo gordo pero no se me quita”.

¿QUÉN ES?
*Identidad Secreta
Ciudad de México.
Profesión: Luchador profesional y comunicólogo.
Lo conoces por: Más de 70 luchas ganadas y varios campeonatos.
Actualmente: Tiendas “El Hijo del Santo”. Documental “El Hombre detrás de la Máscara”.
@ElHijodelSanto

Cortesía: http://www.publimetro.com.mx y Xavier Orozco

No hay comentarios:

Publicar un comentario