jueves, 17 de marzo de 2016

"Sí... yo soy ‘El Relámpago’”




Si en México había héroes del ring, Quito también tenía a los suyos. Gerardo Torres era uno de ellos. Sus peleas con ‘El Comanche’ eran un clásico en la capital. Hoy busca junto a su hijo recuperar el realismo de la lucha libre.


Si en México había héroes del ring, Quito también tenía a los suyos. Gerardo Torres era uno de ellos. Sus peleas con ‘El Comanche’ eran un clásico en la capital. Hoy busca junto a su hijo recuperar el realismo de la lucha libre. Patricio Carrera Gerardo Torres mira con cierta desconfianza pero con la cabeza erguida, sus ojos grandes resaltan en su rostro adornado con un bigote. Cada vez que pronuncia una palabra, el pecho le sobresale: “sí.... yo soy ‘El Relámpago’”, responde entornando los ojos, con los brazos pegados a su cuerpo cuya estatura alcanza el metro setenta.

A los 75 años, ‘El Relámpago Torres” conserva intacta la vitalidad de su juventud en la que fue considerado el mejor luchador de Quito. Saluda apretando la mano fuerte, pero imprimiendo la dosis de presión justa para no lastimar. Enseguida sonríe e invita a pasar a un gimnasio improvisado dentro de un galpón de su vivienda en La Ferroviaria, al sur de la urbe. Hasta allí se llega flanqueando la casita de un piso dividida en cuartos, donde reside con su esposa y 2 hijos. Mientras avanza hacia la puerta del local, cuenta que una veintena de niños y jóvenes del barrio acuden a ese sitio para aprender técnicas de la denominada lucha libre. 

Adentro, entre pesas hechas de fierros reciclados, resalta un ring de cuerdas rojas que ocupa casi las dos terceras partes del local, “pero con la medida oficial de 6 por 6”, aclara el viejo luchador. Torres cuenta que alcanzó la fama en la década de los sesenta cuando el cachascán era una actividad -parte deporte parte show- que convocaba todos los fines de semana a miles de seguidores. 

“Era tanta la gente que acudía al coliseo Julio César Hidalgo”, con capacidad para alrededor de 5 mil espectadores, en el centro de la urbe, “que muchas personas se quedaban afuera porque ya no cabía ni un pelo”, recuerda con su voz áspera, tal vez por el hábito de fumar que no ha abandonado, al igual que su gusto por la halterofilia. 

“El ejercicio es vital a cualquier edad, ese es el secreto de la eterna juventud”, remarca con la autoestima que ha acuñado en una frase que la repite cada vez que tiene oportunidad: “tengo 75 años, luzco como de 50, me ejercito como uno de 40, hago el amor como alguien de 30 y vacilo como si tuviera 20”. 

‘El Relámpago’ fue descubierto por uno de los luchadores que en 1958 admiraba mucho: “El Temerario Carvajal” quien llegó un día a las piscinas del Sena, en la zona de la Recoleta, al sur de la urbe. Fueron construidas por militares a principios de los cuarenta y eran célebres porque las 2 albercas contenían aguas tan frías, que los instructores las utilizaban para templar los nervios de los conscriptos.

 Posteriormente se abrieron al público y los quiteños del sector acudían masivamente, más por apostar quién era el valiente que se lanzaba primero o quién resistía más nadando en esas aguas heladas. “Este sitio era uno de mis favoritos cuando era muchacho” cuenta Torres ya que además había zona de ejercicios con barras. 

“Allí se me acercó El Temerario y me preguntó si quería ser luchador”. No lo pensó dos veces y desde ese día, a los 18 años, inició una carrera que terminaría a mediados de los setenta, por 2 razones: el espectáculo empezó a decaer y halló trabajo en una compañía petrolera del Oriente. 

“Al luchador se lo respetaba en mis tiempos”, asegura con la vista puesta en el cuadrilátero, “éramos contados y se tenía que aguantar topetazos, golpazos, coscorrones, cachetadas, guantazos, patadas voladoras, codazos... por eso era esencial saber las técnicas para golpear y caer sin hacerse daño”, comenta. 

A inicios de los setenta, personajes de la lucha mexicana como el ‘Santo’, ‘Blue Demon’, ‘Huracán’ Ramírez, ‘Mil Máscaras’ eran idolatrados en Quito, por eso no tardaron en asomar las réplicas y esa influencia también motivaba a los empresarios a montar carteleras cada semana.

 Los combates se pactaban con una semana de anticipación y se promocionaban en la radio y con carteles gigantes en las afueras del Coliseo. La lucha local también contaba con personajes reconocidos como el ‘Monje Loco’, ‘La pantera negra’, Fortunato ‘el Hermoso’, ‘El Comanche’, ‘Temerario’ Carvajal o el ‘Relámpago’ Torres. 

De esa época ‘El Relámpago’ recuerda los enfrentamientos con su archirrival ‘El Comanche’. “Era tanta la adrenalina que una vez no me di cuenta de que me había partido el brazo. ‘El Comanche’ me arrojó al suelo y cuando quise usar mi mano derecha me percaté de que el brazo colgaba”. 

Las peleas eran reales, “no como ahora que son puro teatro, por eso hay que revitalizar la lucha libre dándole ese toque de realismo”, dice el luchador.

 Hoy intenta retomar esta práctica con jóvenes interesados y utiliza su gimnasio para que la lucha recupere su esplendor de antes. Su hijo, Roger ‘Komando’ Torres, le ha tomado la posta y formó la empresa EFW (Ecuador Full Wrestling) que realiza eventos en el ring del gimnasio con luchadores locales una vez al mes. 

“Recibimos cerca de 100 personas que repletan el gimnasio”, comenta Roger, quien heredó la pasión de su padre por las luchas, los fanáticos del barrio pagan $ 4. “La escuela de mi padre es la original, ‘muy ruda’”, opina ‘Komando’, quien también ha implementado técnicas modernas. 

“Hay que darle espectacularidad y a la vez transmitir al público que los enfrentamientos son reales”. La difusión de la lucha libre es casi nula en Quito y se efectúa en este tipo de espacios “underground”. 

En el caso de la arena manejada por ‘Komando’ en la casa de su padre se organizan combates con hasta 16 luchadores, que se extienden por 2 horas. La taquilla se la reparte entre todos, comenta Roger, quien está empecinado en recuperar este deporte a punta de ánimo.

 “Falta un empresario que invierta, nosotros no tenemos los recursos”, dice ‘Komando’, quien para sobrevivir cotidianamente se dedica a vender cuadros de su autoría. ‘El Relámpago’ sigue activo practicando pesas todos los días, y de vez en cuando se lanza al cuadrilátero para ayudarle a su hijo a que pueda enseñar a los cerca de 15 discípulos regulares.

 Aunque ya no intenta montarse en la tercera, Torres asegura que es sencillo, “como botarse a la piscina, facilito”. Para demostrar lo que dice, le indica al ‘Komando’ que lo siga. Se trepa al ring levantado a un metro del suelo, se saca la camisa y flexiona los brazos hacia adelante con fuerza; estira cada pierna y hace una sentadilla sin mucho esfuerzo al tiempo que mira a su hijo serio y le hace una seña con el brazo estirado apuntado hacia la lona. 

El ‘Komando’ asiente con la cabeza y se va a la mitad del ring. Gerardo trota alrededor de su hijo, luego se para de frente y agarra con ambas manos los hombros del contrincante. ‘Komando’ se defiende y calca el movimiento tomando distancia de su papá, quien en cambio le coge el brazo y con la misma viada se lo pone detrás de la espalda mientras le hace un candado al cuello.

‘Komando’ le toma la mano y la empuja hacia arriba, se libera, da vuelta y golpea el pecho de su padre con fuerza. Gerardo cae de espaldas y con las manos abiertas golpea la lona y el ring se estremece, pero se incorpora con un movimiento de resorte.

“La lucha es muy fácil”, dice, y choca una mano con la de su hijo antes de bajar del ring para encender un cigarrillo. Cuenta que hace ejercicio todos los días, por eso asegura que nunca se ha enfermado. 

“Fui al doctor cuando tenía 30 para un chequeo por el trabajo, luego a los 60 cuando me jubilé como un requisito; supongo que me tocará ir ahora que cumpla los 90”. (I)


Cortesía: www.eltelegrafo.com.ec

y Patricio Carrera



"Sí... yo soy ‘El Relámpago’” Si en México había héroes del ring, Quito también tenía a los suyos. Gerardo Torres era uno de ellos. Sus peleas con ‘El Comanche’ eran un clásico en la capital. Hoy busca junto a su hijo recuperar el realismo de la lucha libre.

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