martes, 12 de septiembre de 2017

La última lucha de El Santo



Hoy12 de septiembre se cumplen 33 años de la despedida definitiva del ring de El Enmascarado de Plata







AQUEL MES de septiembre del año de 1982 será siempre inolvidable para todos los que tuvimos la oportunidad de ver las últimas luchas de El Santo, quien se encontraba delicado de salud y por tal razón decidió  retirarse de la lucha libre. 
El doctor Manuel Vaquero Sánchez, cardiólogo que lo atendía desde los años 70, le había comunicado tiempo atrás que su corazón podría darle problemas.
El doctor Horacio Ramírez Mercado, responsable de los servicios médicos de la Comisión de Box y Lucha libre,  coincidía con su colega,  así que a partir de ese momento sus revisiones al corazón fueron periódicas y le realizaban electrocardiogramas continuamente. 
Aunque no le detectaban problemas graves, mi padre decidió seguir las instrucciones de los médicos y disminuir su actividad luchística. 
Su primera despedida fue el domingo 22 de agosto en el Palacio de los Deportes. La segunda, en la Arena México el domingo 5 de septiembre; y la definitiva fue el domingo 12 del mismo mes, en el ya extinto Toreo de Cuatro Caminos.
La función inició al mediodía  ante un lleno impresionante.  Lobo Rubio y Black Terry eran derrotados por los Brazos de Oro y Plata dando paso al Campeonato Mundial Femenil UWA entre la campeona Irma González y su retadora Lola González, quien no alcanzó el triunfo. 
Aníbal, Scorpio y Kahoz fueron superados por George Takano, Kiss y Enrique Vera y en el turno semifinal los mexicanos Baby Face, Canek y Fishman se imponían a los japoneses Gran Hamada, Ricky Chosu y Kuniaki  Kobayashi.  
El reloj marcaba las 13:50 horas cuando apareció El Santo. El ambiente, al igual que en las anteriores despedidas, era de fiesta y el mariachi entonaba El Rey.
Los miles de asistentes coreaban “¡Saaanto, Saaanto, Saaanto!”, mientras cargaban en hombros a mi padre, quien  traía un gesto de nostalgia, emoción y tristeza. Inundado de esas sentimientos, saludaba a su público. 
Al llegar al ring,  la emotiva canción Las Golondrinas logró que a muchos se nos salieran lágrimas de emoción.
 Era una gran fiesta para decir adiós al máximo ídolo de este deporte-espectáculo,  quien se despedía acompañado por Huracán Ramírez, El Solitario y su eterno amigo,   Gory Guerrero.
También estaban  presentes otros de sus veteranos compañeros, como Enrique Llanes, Kid Venegas, Pepe Mendieta, Adolfo Bonales y Dientes Hernández; era el momento de rendirle un merecido y gran homenaje al festejado. 
Entonces subí al ring y le coloqué a mi padre su último cinturón, el que lo avalaba como el  Rey Universal de la Lucha Libre.
También subió doña Virginia Aguilera, la abuelita de la lucha libre,  y entre trofeos, mariachis, aplausos, porras, llanto y el grito de “¡Santo, Santo,  Santo!”,  el cual se confundía con las notas de  Las Golondrinas, le decíamos adiós al legendario Enmascarado de Plata.
Esa tarde  venció en dos caídas al hilo por la vía de la descalificación y con el apoyo de su equipo a los sanguinarios rudos, Perro Aguayo y al grupo de los Misioneros de la Muerte integrado por El Signo, El Texano y El Negro Navarro. 
Un año después, en agosto de 1983, los doctores José A. Piza López y Carlos Guzmán García,  del Hospital Mocel, le sugirieron colocarle un marcapasos. 
Desafortunadamente, seis meses después mi padre se fue para siempre al no poder librar la batalla más dura de su vida,  que fue contra la muerte. 
“Me voy triste, pero satisfecho de no haberlos defraudado jamás y de haberles entregado durante 40 años lo mejor de mí. Siempre los llevaré en mi corazón”, dijo  El Santo.
México perdía a un gran héroe de carne y hueso, pero yo perdía a mi padre. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin mascaras.
El Hijo del Santo

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