sábado, 26 de diciembre de 2015

A dos de tres caídas en la FIL



La lucha libre se ha inscrito en la cultura popular mexicana como uno de sus grandes emblemas no solo a nivel nacional, sino internacional.

Aún cuando en años recientes ha ganado terreno las luchas estadounidenses en la difusión que se le da en la televisión abierta y por cable; la de México tiene un sello distintivo único basado en la agilidad, velocidad y sobre todo mucho carisma de sus ejecutores para convertirse en auténticos ídolos.
Sobran los nombres de personajes que son ya una leyenda de ese deporte-espectáculo, siempre cuestionado sobre si es ficción o realidad, pero lo cierto es que después de más de 70 años de practicarse de manera profesional sigue provocando una fascinación que apasiona y que ha sido objeto de infinidad de estudios psicológicos y sociológicos.

Pero sin duda, su personaje más mítico y legendario es el Santo. El oriundo de Tulancingo, Hidalgo, sin que así se lo propusiera, se transformó en un símbolo, en un héroe tan popular como Superman o Batman, pero con la peculiaridad de que a diferencia de dichos personajes de ficción en las historietas, el gladiador existía en la vida real, lo cual generó una atracción en el público extranjero, concretamente en el europeo donde no se asombraron de tal rasgo.

Santo, en páginas plateadas

Para entender y conocer más acerca de dicho luchador plateado, hay dos obras fundamentales. Una, es el libro Santo el Enmascarado de Plata (Conaculta), que se hizo posible gracias a las gestiones de su vástago, conocido también como El Hijo del Santo.

El heredero de la leyenda rescató fotografías y recortes de periódicos y revistas, así como carteles de sus grandes batallas de la trayectoria de su padre que abarcó 40 años.

En las páginas de la pieza mencionada se pueden apreciar imágenes de encuentros contra sus más acérrimos adversarios como Black Shadow, el Cavernario Galindo, Blue Demon, y su temible sociedad con el que fue su mejor compañero en el ring, Salvador Gory Guerrero.

Otro libro clave es el estudio realizado por Álvaro A. Fernández, quien contó con el apoyo de la Universidad de Guadalajara y el Colegio de Michoacán para escribir Santo, el Enmascarado de Plata, Mito y realidad de un héroe mexicano.

La investigación trata del análisis del fenómeno que representó el Santo, del momento histórico en el cual se desarrolló que fue a partir de la década de los cuarenta, en aquel México post revolucionario y en el que en específico la Ciudad de México entró en la etapa de modernización.

El Santo emerge como un héroe alternativo a los que había creado el cine mexicano con los charros interpretados por Pedro Infante y Jorge Negrete, y se pone a la par de las figuras mencionadas junto con otros de gran arraigo como Tin Tan y Cantinflas.

El cine de luchadores

La popularidad que adquirió la lucha libre mexicana desde el decenio de los cincuenta motivó a que los productores de cine voltearan a tal alternativa, y decidieron aprovecharla para impulsar un mercado que se había estancado en la comedia ranchera e historias urbanas.

Así, de principios de 1950 con la cinta El Enmascarado de Plata (protagonizada por el Médico Asesino, no por el Santo), hasta el inicio de 1980, se produjeron infinidad de películas de luchadores, entre los que destacaron obviamente el Santo, pero además Huracán Ramírez, Blue Demon, Mil Máscaras, Tinieblas, y muchos más.

Tal fervor generado en la gente, no por la calidad –que era muy baja- motivó a los analistas de cine Raúl Criollo, José Xavier Návar, y Rafael Aviña, a realizar una ambiciosa investigación de todas las películas hechas con el tema de los luchadores.

La obra se titula ¡Quiero ver sangre!, la cual es una publicación de la editorial de la UNAM.
Ahí se encontrarán no solamente con críticas serias, sino también con comentarios divertidos e irónicos sobre un género que se distinguió precisamente por su humor involuntario debido al bajo presupuesto con el que realizaban las películas y resaltaba el murciélago sostenido por un hilo, el maquillaje mal aplicado en los monstruos con un cierre a la vista en sus disfraces, o las actuaciones poco convincentes de sus intérpretes, así como la risa que podían provocar títulos clásicos como Las Momias de Guanajuato, El Leyendas Macabras de la Colonia, o Los Vampiros de Coyoacán más allá que se trataban de cintas de terror.

Para todo fanático de la lucha libre, cualquiera de las obras mencionadas será material imprescindible para comprender más un fenómeno que hasta la fecha genera una atracción increíble en quien asiste a presenciar un evento luchístico.

Cortesía: http://www.ntrguadalajara.com y Omar Fares

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