Solar es un emblema de la lucha libre actual por muchas razones, en la turbulencia de los días aciagos que azotan el pancracio nacional, uno de los luchadores que dignifica el arte de las llaves y los costalazos sin lugar a dudas —y sin caer en ningún tipo de exageración— es el maestro que porta el astro rey en la capucha.
El Sol es un cazador solitario, reza una frase por demás poética, en cuya composición filosófica se centran dos vertientes del pensamiento luchístico: ¿qué significa el amanecer cuando la noche es más oscura? ¿quién es Solar, sino un cazador del arte? Lo más parecido que existe a la poesía en el mundo de los deportes es la lucha libre, las llaves y las contrallaves son metáforas trepidantes, y un lance –acometido con temeridad—es un relámpago de belleza.
Solar es un maestro de metáforas, de llaves y contrallaves que suceden en el cuadrilátero como fuego, como luz originaria que sólo el sol produce. Sus llaves son la danza puntual de la refracción de la luz. Algunos artistas –fotógrafos, ilustradores, pintores, escritores, cineastas—han querido plasmar la magia de los luchadores alquimistas. No puedo olvidar aquella imagen maravillosa que reveló el ojo fotográfico de un extranjero: Solar conduciendo un auto clásico como estrella de la pantalla grande al mero estilo del cine de los años cincuentas.
El mundo de la lucha libre es eso exactamente, “un mundo mágico que no tiene nada de magia, porque todo es verdad” (esta frase la pronunció otro emblema de la lucha libre: Blue Demon Jr.) Para poner un ejemplo concreto de que la lucha libre es un mundo mágico que carece de todo elemento de magia, voy a sugerir que echen un vistazo a un cortometraje aparecido hace dos años, bajo el auspicio de una marca comercial –de la cual no es necesario hablar–, realizado por la directora estadounidense Lake Bell, este cortometraje se llama ¡El tonto! y en él se puede apreciar la actuación del maestro Solar.
Este storytelling es una parodia, con mucho encanto, de los delirios de un sujeto deprimido que sufre el mal menor de la soledad en un país extranjero, y para su buena suerte, ese país extranjero es un país surrealista: México. Para colmo del delirio, en un país surrealista su amigo imaginario es nada más ni nada menos que un luchador con mucha actitud, y ese luchador es Solar, el mejor enemigo de la locura.
Abran bien los párpados, que el reino de la lucha libre no es sólo para los insomnes.
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