Estimados amigos de El Gráfico: El pasado lunes 26 de septiembre fue un día muy importante para el Santo Jr. y para mí. El motivo fue mi regreso a la ciudad que vio nacer a El Hijo del Santo en 1982, así como la exitosa presentación que tuvimos los dos en el Estadio de Fut Rap en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
La asistencia fue excelente, a pesar de la constante lluvia. Esta lucha fue la segunda en que mi hijo y yo formamos pareja sobre un ring; la primera vez fue en Tijuana.
Con orgullo les cuento que nos acoplamos a la perfección para derrotar a la pareja integrada por Silver King y Silver King Jr., quienes buscaron por todos los medios el triunfo.
La astucia de Santo Jr. me sorprendió, ya que fue él quien logró eliminar al experimentado Silver King al final de tercera caída, al colocarlo de espaldas planas después de que yo había lanzado el clásico tope de clavado desde la tercera cuerda sobre el joven King, quien quedó tendido entre las sillas.
La primera caída inició con lucha a ras de lona. Silver King y mi hijo se encargaron de hacer que el público se mantuviera atento a cada llave y contra llave, y fueron las “tijeras en ocho” que aplicó Santo Jr. lo que más festejaron los aficionados.
En el relevo entré dispuesto a probar al joven King, quien demostró poseer buena técnica y valor. Lamentablemente, César González (nombre real de Silver King, quien insiste en portar la máscara que ya perdió en 1986 frente a mí) y su hijo no soportaron la presión del público y se fueron por el camino fácil, al golpearnos con puñetazos y patadas para ganar.
La segunda caída fue para nosotros cuando aprovechamos un descuido de los rudos, quienes en lugar de luchar discutían con el público. Lo hicimos con un movimiento coordinado que estoy seguro muy pronto será clásico: dos Topes de Cristo y dos de a caballo.
Me siento satisfecho y orgulloso del rendimiento de mi hijo, así como de la manera en que lo recibió el público tamaulipeco, porque veo con agrado que conforme pasan los días adquiere confianza y seguridad sobre el cuadrilátero.
Lo vi enfrentar sin ningún temor a luchadores con mucha lona recorrida, como Raiman, Ángel Blanco Jr. y en esta ocasión Silver King, igual que yo lo hice en mis inicios, precisamente en Nuevo Laredo, cuando enfrenté y me puse al tú por tú con un desalmado rudo: Sangre Chicana.
Santo Jr. saldrá adelante a pesar de que tiene que sufrir y aguantar el dolor de cada golpe que recibe sin dar un paso atrás.
En verdad se los digo: no lo pierdan de vista, denle tiempo y la oportunidad de adquirir experiencia porque muy pronto este joven, que es la tercera generación de El Santo, dará mucho de qué hablar.
Cuando bajamos de luchar el promotor me dijo: “Qué impresionante ver a dos Santos, vestidos como gotas de agua, arriba del ring. Gracias”. Y respondí: “Gracias a usted, yo nunca tuve esa oportunidad con mi padre”.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo