Hace 26 años gané mi máscara 22, a costillas de ese gran rival y luchador, en Monterrey
Hace 26 años, un 15 de diciembre de 1991, gané mi máscara número 22 y fue la de Black Shadow Jr.
En ese tiempo existían dos rivalidades en la lucha libre que llamaban mucho la atención del público. Una de ellas surgió en el Toreo de Cuatro Caminos entre Black Shadow Jr. y El Hijo del Santo; la otra fue entre Octagón y Fuerza Guerrera, la cual se originó en la arena México.
Entonces ambas empresas trabajaban en perfecta armonía y realizaban atractivas combinaciones entre sus respectivos elencos.
Pero fue el visionario Carlos Elizondo quien hizo posible lo que ninguna de estas dos empresas había logrado: el “Cuadrangular de la muerte con final suicida”, una lucha esperada por la afición, misma que abarrotó la Plaza de Toros Monumental de Monterrey, Nuevo León.
Algo en verdad increíble fue ver de compañeros al amo de los ocho ángulos, Octagón, y al Mosco de la Merced, Fuerza Guerrera. En la otra esquina estaba Shadow Jr. y un servidor, los cuatro defendiendo nuestras respectivas máscaras.
La lucha se realizó a dos de tres caídas sin límite de tiempo y la pareja perdedora se enfrentaría a una caída extra: máscara contra máscara.
Subimos los contendientes acompañados de el réferi Hilario Sarais, mejor conocido como el Texano, y así dimos inicio a una lucha a ras de lona que llamó mucho la atención de la gente, pues vio frente a frente a Octagón y a El Hijo del Santo.
Las dos primeras caídas fueron de alguna manera limpias, pero en la tercera llegó la desesperación. Fuerza Guerrera comenzó el desorden al romper mi máscara. Shadow Jr. hizo lo propio con Octagón, después llegó la venganza y el artemarcialista se fue contra el heredero de la sombra negra. Yo rasgué la tapa del oriundo de la Merced.
Topes, golpes, súplex, planchas, toques de espalda, rodillazos, llaves y un sinúmero de castigos fueron empleados por los cuatro, en un intenso toma y daca. Finalmente, Octagón y yo fuimos eliminados; de este modo, Fuerza Guerrera y Black Shadow Jr. definirían qué pareja se enfrentaría por las tapas.
El más colmilludo resultó ser Fuerza y, por lo tanto, la historia se repetiría después de 39 años: Santo vs. Black Shadow.
La caída arrancó con violencia por parte de mi contrincante, quien me golpeó en la cabeza con una silla y después con los postes del ring. Él ahora era apoyado por su verdugo Fuerza Guerrera y por el norteamericano Rick Paterson.
Yo sangraba profusamente y tenía de mi lado a Octagón y Pedro, El Perro Aguayo.
Era tanta la sangre en mi rostro que no podía ver bien y el Perro limpiaba mi máscara con una toalla. El público estaba al filo de la butaca y el grito de “¡Santo, Santo, Santo!” no cesaba y por momentos me daba energía para reaccionar.
Tres intentos para aplicar la de a caballo y no lograba rendirlo. Entonces, Aguayo me decía al oído: “Deja que se confíe y ahí lo rindes”. Y así sucedió. Cuando Shadow me levantó para aplicar un súplex, al caer le apliqué un paquete con toque con toque de espaldas y lo amarré con todas mis fuerzas. Fue así que los dos escuchamos las tres palmadas del Texano y llegó el tan anhelado triunfo.
Ahí, Juan José Alanís Salazar, conocido en el ambiente de la lucha libre como Pequeño Solín, se despojó de la legendaria máscara de Black Shadow y la rivalidad llegó a su fin en Monterrey, su tierra natal, donde estaré este domingo 17 de diciembre, en la Arena Coliseo, y mañana sábado 16 los espero en mi tienda de la Condesa, en compañía de Santo Jr. La cita es en Tamaulipas 219, a partir de las cuatro de la tarde
“Todos aprendemos de todos y todos necesitamos de todos”, solía decir Black Shadow Jr.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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