Santo El Enmascarado de Plata tuvo mixtos rostros: la historieta, las batallas épicas, el cine, los muñecos de plástico en forma de réferi, la máscara plateada. En calidad de mito mexicano, Santo vive y no ha muerto como varios héroes en la persona. Es un emblema moral de nuestra memoria y su figura se centuplicó popularmente en las arenas, como estrella en radio y televisión y escapista en teatros de revista. “Santo vela por nosotros, dentro y fuera de nuestra ultrajante irrealidad de todos los días”, ha escrito Jorge Ayala Blanco.
Santo se consagró como ídolo gracias a la revista Santo El Enmascarado de Plata que ideó José G. Cruz, en 1952. Encontró voraces lectores que semanalmente asistían a las 32 páginas de la historieta, obligando al equipo editorial a trabajar a marchas forzadas para lanzar, tiempo después, tres números semanales. La historieta circulaba en nuestro país y en el extranjero. Alcanzó tirajes impensables de medio millón de ejemplares por episodio. Esa cantidad de lectores más los que vieron sus películas, los que asistieron a las arenas y los lectores de las crónicas luchísticas, sumaron millones de mexicanos que legitimaron al personaje. Anota Armando Bartra que Santo, el de las historietas, “es un guerrero del Señor, un arcángel vengador; es el azote del Anticristo y, más en familia, es el adalid de la Virgen de Guadalupe, responsable de que El Malo se mantenga lejos de los mexicanos rasos”. José G. Cruz fue un profeta y su cómic alcanzó alturas parecidas a la metaficción por los paralelismos en el tratamiento de la mitología grecolatina, los cantares de gesta, referencias a poemas épicos y a la Biblia.
Rodolfo Guzmán Huerta nació el 23 de septiembre de 1917. A temprana edad emigró con su familia de Tulancingo, Hidalgo, a la Ciudad de México, donde terminó su educación primaria. Dejó inconclusa su educación secundaria para dominar las técnicas de lucha grecorromana, olímpica y del Jiu-Jitsu, técnica empleada por los samuráis. En Tulancingo hay un Monumento que a la letra dice: Rodolfo Guzmán Huerta. Santo Enmascarado de Plata. Distinguido Tulancinguense. 1917-1984. Administración 1997-2000. Y una calle con el nombre de pila: “Calle Rodolfo Guzmán Huerta. Santo el Enmascarado de Plata. Colonia Los Álamos. CP 43640”. En la intersección de las calles José Gorostiza y Jesús Carranza, en la colonia Peralvillo, a un lado del barrio de Tepito, en la Ciudad de México, se encuentra el Jardín de El Santo y una escultura de 3.60 metros del Enmascarado de Plata, realizada en bronce por el artista Edwin Jorge Barrera García. Fue develada el 9 de mayo de 2006 por El Hijo del Santo y un séquito de luchadores contemporáneos de su padre, entre ellos Mil Máscaras y Tinieblas.
Santo debutó el 28 de junio de 1934 en la arena Peralvillo Cozumel como Rudy Guzmán. Según la Empresa Mexicana de Lucha Libre (hoy CMLL), fue en 1935, en la Arena Islas de la calle Vesta, en la colonia Guerrero. En una entrevista con Pepe Buil, comenta: “Al principio tenía miedo de llamarme el Santo, porque la gente qué iba a pensar, que me estaba burlando de dios o de algo…”. Contaba Carlos Monsiváis, que Jesús Lomelí, referi-empresario, sugirió a Rodolfo Guzmán retomar el nombre de Santo, a partir del personaje de Simon Templar, alias El Santo, de las novelas policiales de Leslie Charteris. Lomelí ordenó que Santo se presentara con máscara plateada y así subió al ring el domingo 26 de julio de 1942. Don Antonio Martínez le hizo una máscara barata de piel de cerdo plateada, mallas y trusa del mismo color. El 2 de abril de 1943, Santo participó en la inauguración de la Arena Coliseo.
Santo nunca dudó de su condición de héroe, los niños se le acercaban cuando subía al ring y le pedían autógrafos; él los cargaba y se retrataba con ellos, les daba un beso paternal y comenzaba la lucha. Entabló rivalidad con los Hermanos Espanto que culminó con una lucha de máscaras contra el Espanto I, el 30 de noviembre de 1963 y recordada como una de las más sangrientas en la historia de la lucha libre mexicana. Al terminar ésta, Santo semiinconsciente, con la máscara desgarrada y teñida de rojo, le preguntó al legendario aficionado don Erasto García, quién había ganado. “Usted, Profe”, le dijo y lo ayudó a llegar al vestidor.
En 1977 la Empresa Mexicana de Lucha Libre sufrió una ruptura entre sus elementos. El Plateado culminó su relación con la familia Lutteroth y junto a El Solitario, Tinieblas, Los Villanos y Mil Máscaras, se fue al bando de los “Independientes”. Con ellos, en el Toreo de Cuatro Caminos escenificó los últimos combates de su vida. Había sufrido un infarto al miocardio y el médico Horacio Ramírez Mercado lo apremiaba a tomar la decisión final. Hubo tres despedidas oficiales: la primera, en el Palacio de los Deportes. La segunda en la Arena México. La definitiva en el Toreo de Cuatro Caminos, el 12 de septiembre de 1982. Nuevamente se reunió con sus amigos: Gori Guerrero, Huracán Ramírez y El Solitario, para enfrentar a El Texano, El Signo, Negro Navarro y El Perro Aguayo, su último gran rival. Los rudos fueron descalificados por excesos contra Santo. El 5 de febrero de 1984 al concluir una presentación se sintió agotado y en su camerino se acostó para reposar. Fue trasladado de urgencia al hospital, donde murió, víctima de un infarto al miocardio; tenía 67 años. Santo fue sepultado en Mausoleos del Ángel y más de 10 mil personas fueron a despedirlo; Black Shadow y Blue Demon, cargaron el féretro. A su paso por las calles, la gente se desbordó en gritos, porras y llanto y las instalaciones del cementerio fueron insuficientes para alojar a los admiradores que daban el último adiós al héroe.
El espacio de advenimiento de Santo, en los últimos años, se da en los videoclips, carteles, animaciones, graffiti, loterías y fetiches, el cine, movimientos sociales, además de la propaganda, la publicidad política y en diversas expresiones contemporáneas. “Luchadores” de Francisco Toledo; “Santo” de Sergio Arau; “Santo llamando a Lunave”, LP de los Esquizitos; el cortometraje “Santo, el regreso” de 1998, con guión y fotografía de Raymundo Cebada; el número especial de la revista Somos, “Santo, Vida, obra y milagros”, de octubre de 1999; Xanto, novelucha libre de José Luis Zárate, de 1994; un capítulo dedicado a Santo en El libro gordo de los superhéroes: de Santo El Enmascarado de Plata a Batman El Hombre Murciélago, del español Sergi Sánchez, publicado en 1997; el Guacarock del Santo de Botellita de Jerez, Santo y seña. Relevos literarios sobre el Enmascarado de Plata, compilación literaria de Mara Romero y Miguel Ángel Avilés Castro, entre otras alusiones y referencias en documentales, investigación, crónica, literatura y lucha libre, proyectos de tesis, programas de televisión y cine de culto, donde la figura de Santo es un elemento esencial.
Santo vela por nosotros y a cien años de su nacimiento los vicios genéricos de la maldad con los que se enfrentó, tienen rostros y formas carismáticas: El Cíclope, El jinete sin cabeza, El hombre lobo, El Mago Merlín, El hombre de las nieves, El asesino misterioso, Doctor Muerte, La banda de los frailes, Los zombis, Las mujeres vampiro, entre otros. Treinta años duró aproximadamente el cine de luchadores que vino a recuperar la crisis que la industria sufrió después de la Época de Oro. Al esplendor del cine de Santo, de la mano de Fernando Osés, argumentista de 20 de sus películas y actor en otras 17 cintas, regularmente como antagonista, se le ha dado en llamar “La Época de Plata” del cine mexicano. Elementos binarios del Santo de celuloide: máscara y rostro plateados arraigaron en nuestra idiosincrasia gracias a Gilberto Martínez Solares, Rafael Pérez Grovas, René Cardona y Alfonso Corona Blake. ¡Qué sería si Luis Buñuel hubiera filmado alguna película de luchadores! Indudablemente le hizo falta filmar una de Santo el Enmascarado de Plata.
Cortesía: http://www.siempre.mx y Daniel Téllez