Recuerdo muy bien que cuando
era niño cada 15 de mayo tenía que recurrir a mi mamá para que me diera
dinero con el fin de comprar un regalo para mis queridos profesores en
el Día del Maestro.
Antes de darme dinero, mi
mamá me sugería preguntar a mi papá si tenía algún regalo en su
despacho. Convencido de que él me resolvería tan difícil situación,
tocaba a su puerta. Adentro de ese mágico y maravilloso lugar, que
ahora he bautizado como “El Santuario”, no sólo había trofeos,
fotografías, máscaras y reconocimientos, sino también un librero que
en la parte inferior contenía una enorme cantidad de regalos y objetos
nuevos que mi padre solía comprar durante sus múltiples viajes.
Después de darme la
bienvenida y escuchar mi petición, mi padre abría de par en par las
puertas del librero y yo metía las manos para tomar muchos de los
obsequios que estaban ahí. Pero él siempre me decía: “Eeeh, eeeh, deja,
deja. A ver, mi hijito, ¿cuántos maestros son?”
Entonces, yo muy
convencido, le decía: “Necesito un regalo para la madre Lucía, otro para
la madre Blanca, otro para mi maestro de educación física, otro para mi
maestra de inglés, otro para el de música, otro para la madre directora
y otro para...”
Mi padre me respondía:
“¡Ya, ya, ya! ¿Cuántos son los maestros que te dan clases? Si les
regalas a todos necesitas una tienda entera”. Finalmente, me
entregaba, por ejemplo, un par de juegos de pañuelos de seda de mujer y
dos corbatas.
Yo le comentaba, inconforme: “Pero papá, ¿porqué no una loción y una corbata?”
Él me explicaba: “No, mi
hijito, les tienes que regalar a los dos igual. Y como sólo hay una
loción y dos corbatas, les llevas las corbatas”.
Al día siguiente me iba
feliz a la escuela con los regalos para mis maestros y disfrutaba
enormemente el momento en que ellos los abrían. Así era año tras año,
hasta que llegó el momento de elegirlos y comprarlos yo mismo.
La iniciativa de celebrar el
Día del Maestro fue aprobada en 1917 y presentada por los diputados
Benito Ramírez y Enrique Viesca, quienes propusieron al presidente
Venustiano Carranza que fuera establecida el 15 de mayo, siendo decreto
presidencial celebrar esta fecha. Se conmemoró en México por primera
vez el 15 de mayo de 1918.
En el ámbito religioso la
celebración a los maestros también se conmemora el 15 de mayo, porque
en 1950 el Papa Pío XII declaró Patrono Universal de todos los
educadores de la infancia y de la juventud a San Juan Bautista de La
Salle, un sacerdote y pedagogo francés innovador que consagró su vida a
formar maestros destinados a la educación de hijos de artesanos y de
niños pobres de la época.
Hoy, recordando a los
maestros que me enseñaron algo en las diferentes etapas de mi vida,
quiero agradecerles enormemente su tiempo, su paciencia y desde luego
sus enseñanzas.
No sé sí todos mis maestro
sepan lo que lograron hacer de mí y lo importante que fueron cada uno en
mi formación y a lo largo de mi vida. Quiero decirles que siempre los
respeté, les mostré mi cariño y a muchos de ellos los admiré
enormemente.
Hoy sé que continuar
aprendiendo en la vida es algo que jamás debemos dejar de hacer. No
sólo podemos aprender de los maestros de la educación; también se
aprende de los libros, de la gente que nos rodea, de las experiencias de
los mayores, de los que son expertos en temas que nosotros
desconocemos. Incluso, muchas veces, también nuestros hijos son grandes
maestros para nosotros.
Hoy brindo un homenaje a
todos los maestros y también a nuestros padres porque ellos son nuestros
primeros profesores, ya que nos enseñan a caminar, a hablar, a
vestirnos y también nos inculcan el respeto hacia nuestros maestros. Nos
leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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