La lucha libre es la representación simbólica de un enfrentamiento
eterno, donde se ven las caras esas dos fuerzas místicas que mueven al
mundo: el bien y el mal. El tercero en el ring, el réferi, es un nítido
retrato del juez en la realidad, porque nunca es imparcial y rompe sus
propias reglas. El público, también interactúa, toma partido, grita y
abuchea. Al final todos quedan satisfechos, porque vencedores y vencidos
saben que siempre habrá una revancha.
Desde su origen, como deporte del pueblo, la lucha libre intenta darle
al ciudadano común la posibilidad de revelarse contra la injusticias, es
una catarsis pública que permite ordenar el caos de la vida en tres
tiempos, conservando el espíritu de una ópera clásica que nos recuerda
en cada caída una epopeya griega.
El licenciado José Mario Sánchez Soledad, en su libro "Juárez, la
abuela de la lucha libre", da cuenta del origen de esta disciplina donde
se mantiene la esencia de un deporte clásico, transitando después a lo
que hoy conocemos como el espectáculo de la lucha libre, según el
maestro Sánchez Soledad, existen registros que demuestran que don
Salvador Lutteroth González se inspiró en el espectáculo montado en
Ciudad Juárez nombrado "catch as can" (agárrate de donde puedas), que
provenía de los barrios pobres de Estados Unidos, donde inmigrantes
europeos reproducían la lucha grecoromana olímpica, pero sin seguir las
reglas formales, practicaban el deporte únicamente por diversión
popular.
Otro dato interesante es que el primer encapuchado, según Sánchez
Soledad, era un acaudalado empresario al que le gustaba practicar la
lucha libre, pero no quería ser reconocido practicando ese deporte del
pueblo, por lo que ocultaba su rostro, dando inicio a un ritual que
pronto iría adquiriendo rasgos de misterio.
Armando este rompecabezas histórico encontramos las raíces de la lucha
libre mexicana aquí en Ciudad Juárez, algo que se ha vuelto tradición en
los barrios de la frontera y ha permitido a miles de jóvenes tener la
alternativa de practicar un deporte para escapar de la delincuencia y
los vicios.
Hace unas semanas, en el Instituto de Estudios Superiores Adela de
Cornejo, rendimos un homenaje a Saúl Armendáriz, Cassandro, el luchador
exótico que, sin duda, es el mejor exponente en esta frontera de ese
arte-ciencia que es la lucha libre.
La vida y obra de Cassandro son una historia digna de contarse, no sólo
por codearse con lo mejor del encordado a nivel internacional,
alternando con gladiadores como el Hijo del Santo, Blue Demon Jr., o
cualquier otro clásico contemporáneo, sino por su lucha más difícil, la
que se da en la vida misma, superando la adicción a las drogas y al
alcohol que son las batallas más dolorosas, porque el enemigo es el peor
de todos: uno mismo.
Con un gran espíritu de lucha y la voluntad de escapar de sus propias
sombras, Cassandro ha pisado las lonas de todo México, en Estados
Unidos, Europa y Asia. En su gira del 2014 estuvo en Paris en la Cartier
Foundation, en Japón y en varias ocasiones en la famosa arena conocida
como Lucha Vaboom, de Los Ángeles California.
Su estilo de lucha demuestra una técnica refinada, sus influencias son
El Negro Casas y Blue Phanter, cuenta con un desempeño sobresaliente en
el encordado, siendo un oponente difícil de descifrar por su calidad en
el combate a raz de lona, pero además es temerario en los lances aéreos,
ser un luchador con esas características requiere de un trabajo
disciplinado en el gimnasio, un entrenamiento constante y el ingrediente
principal: la pasión por el espectáculo.
Transgresor de los cánones en un deporte con el estereotipo machista,
Cassandro se rebela contra las reglas e impone una alternativa en el
género exótico, para muchos esta adscripción es una tercera vía que
rompe con la dualidad de rudo-técnico, demuestra que puede haber una
gama de opciones en la lucha libre, en este caso Cassandro sigue los
pasos del maestro Babe Sharon y el Bello Armando, precursores del bando
de los exóticos en el pancracio, allá por la lejana década de los
ochenta.
La historia de Cassandro dentro y fuera del ring es tan reveladora de
la cultura mexicana y de la diversidad sexual que le han hecho
reportajes y cortometrajes para dejar registro histórico de una vida
fuera de serie, la revista The New Yorker publicó un trabajo
periodístico que narra el contraste entre la fama y el dolor, retrata al
mismo tiempo al ser humano y al personaje detrás del maquillaje, lo
mismo han hecho varios cineastas cautivados por las luchas de Saúl
Armendáriz.
Al hablar, Cassandro revela su filosofía de vida, sus miedos y
angustias, entre la plática interactúa con el público narrando sus
experiencias en sesiones de foto donde Saúl danza a la Virgen de
Guadalupe, en un ritual espiritual o donde Cassandro se maquilla para
salir a pelear al ring.
Hace unos días, según narra Cassandro, recibió una llamada de su
maestro Rey Misterio, con motivo de hacerlo reflexionar sobre la muerte
del Perrito Aguayo, el viejo luchador que ya es una leyenda, el maestro
le pidió que lo visitara para que lo viera en su silla de ruedas y le
dijo: "Saúl, te tienes que retirar". El cuerpo de Cassandro está muy
golpeado, porque, como todos los gladiadores, en cada lucha se juega la
vida, esa parte de la historia pocas veces se cuenta.
El homenaje a Cassandro por ser un portavoz de la cultura y tradición
luchística mexicana, se hizo en su tierra, a unos meses de su retiro, la
siguiente batalla la dará en el quirófano, porque será sometido a una
operación, mientras su espíritu sigue sanando con el acompañamiento de
su familia.
Escuchar a Saúl Armendáriz fue una gran experiencia, porque nos
permitió reconocernos en ese ser humano que sale a jugársela todos los
días, que alcanza la fama y el éxito, pero que le duelen las heridas del
pasado y anida el miedo al futuro, pero su fe es más fuerte para seguir
adelante, así es la vida, como la lucha libre, llena de luces y
sombras.
Cortesía: http://diario.mx y Carlos Murillo
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