viernes, 29 de abril de 2016

Feliz Día del Niño


La imaginación permite a los pequeñines viajar de un lado a otro y de cualquier cosa hacer un juguete 
 


Todos los seres humanos, adolescentes y adultos, experimentamos en algún momento de nuestras vidas lo que es ser un niño.

Los pequeños que ahora atraviesan  una de las etapas más hermosas de la vida disfrutan la única actividad que tienen y que es ser felices.

Los niños siempre están entretenidos con el objeto menos imaginado. Usando al cien por ciento su imaginación logran viajar a cualquier lugar, se divierten, regularmente permanecen con una enorme sonrisa y lo más maravilloso de esta etapa es que no guardan rencores, olvidan pronto los regaños, disfrutan el momento presente, el ‘aquí y el ahora’ sin pensar en el pasado ni en el futuro, algo que a los adultos nos cuesta mucho trabajo lograr.

Cuando fui niño, tuve la fortuna de tener muchos juguetes, desde carritos de pedales, bicicletas, muñecos de acción, patrullas parlantes, trenes y autopistas con autos eléctricos,  los cuales compartía con mis amiguitos,  quienes en su mayoría  eran humildes.

Sin embargo, ellos fueron los que me enseñaron juegos muy divertidos utilizando piedras lanzadas con una resortera o con una honda hecha con un mecate; me enseñaron a jugar a los indios y vaqueros usando un palo de escoba como corcel y las manos como un revólver.

Con ellos aprendí a pintar con un pedazo de yeso una carretera en el piso o una cancha de futbol.
 Era divertido comunicarnos a través de dos latas vacías unidas con un cordón como si fuera un teléfono, jugar resorte, avión, a las escondidas, a los encantados o a la silla caliente.

Un querido amigo de la niñez, de nombre Mario González, me enseñó a no desechar las pelotas de plástico que se ponchaban.

Con  él aprendí a repararlas, utilizando un cuchillo caliente que derretía el plástico y ese mismo plástico caliente cubría la perforación de la pelota, la cual volvíamos a inflar y seguía funcionando hasta que se deformaba y se hacía ovalada.

Mi entretenimiento favorito era jugar a las luchas con mis amigos o con mis hermanos, incluso cuando estaba solito lo hacía utilizando una almohada como rival.

Sin duda alguna mi mayor tesoro era jugar con mis muñequitos de plástico con la figura de El Santo, los cuales se enfrentaban sobre un ring de madera, cuyas cuerdas estaban formadas con tres ligas unidas por cuatro clavos que eran los postes del cuadrilátero.

Sin embargo, hoy veo que muchos niños  poco a poco han perdido esta habilidad de la imaginación y la inventiva y su pasatiempo favorito es estar frente a un televisor, una tablet, una consola de videojuegos o mínimo un celular.

Evidentemente los niños no tienen la capacidad económica de adquirir estos “juguetes” y somos los adultos los que se los hacemos llegar.

No quiero escucharme anticuado y fuera de moda,  pero francamente sí es preocupante cómo cada día los alejamos más de la creatividad para jugar.

Muchos niños se han vuelto solitarios, acompañados de una computadora,  sin darse cuenta, ni ellos ni sus padres, de cómo se pasan las horas.

Es triste que a muchos chicos y chicas ya no les haga ilusión una simple pelota o una cuerda de saltar y sobre todo la convivencia con otros amigos.

Hoy yo quisiera ocupar este espacio para felicitar a los niños  en su día y no sólo a ellos, también a los adultos que aún dejan escapar de vez en cuando a su niño interior hacia el exterior.

 También  quiero invitarlos a la reflexión del uso de todos estos aparatos, de los cuales no estoy en contra pero sí creo que los adultos debemos de estar más atentos al uso que le dan los menores.

Sé que es muy cómodo y que nos solucionan muchos problemas el tenerlos entretenidos con ellos.

¿Sabían ustedes que Steve Jobs, padre del la primera computadora personal y fundador de Apple, no permitía que sus hijos estuvieran frente a un dispositivo, el que fuera, más de dos horas al día?

Nos vemos este sábado en Tamaulipas 219, en la colonia Condesa, para que convivamos de 12 a 16 horas.

Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.

El Hijo del Santo

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