La ira es un sentimiento descontrolado de enfado y se puede manifestar como un gran deseo de hacer daño a otros. Aunque se puede experimentar por egoísmo e interés personal, regularmente se trata, como afirmó Dante, del “amor por la justicia pervertido en venganza y resentimiento”.
El descontrol de esta emoción se produce cuando nos aferramos a nuestras ideas en cualquier terreno sin considerar los argumentos del otro. De manera transitoria nos volvemos ajenos a la razón y los sentidos, con tal de defender nuestras posiciones políticas, religiosas y hasta como aficionados.
Aunque la fanaticada que más ha demostrado padecer de esta enajenación se encuentra en el fútbol, esta latente en todo deporte, y la lucha libre no es una excepción. Existen múltiples ejemplos de ello, ya sea porque el aficionado no entiende que se trata de un espectáculo, porque cree legitimo desahogar ahí sus frustraciones, o simplemente porque ve la oportunidad de desatar su ira escondiéndose entre la multitud.
Hay ocasiones en que el enajenado prefiere dar la cara aunque su ataque sea por la espalda.
E incluso puede hacerse el valiente con tal de “salir en la foto”, aún a pesar de su seguridad.
Cualquiera que sea el caso, su actitud y por supuesto su acción es ilegal, inmoral e imprudente. Desgraciadamente, es la idiosincrasia con que muchos aficionados asisten a un espectáculo de lucha libre: gritar majaderías a los profesionales y al resto del público, agredir o intentar amedrentar a quienes no estén de acuerdo con su comportamiento, y hacer de un recinto para la sana convivencia, un antro para alcoholizarse.
No se trata del deporte. Se trata de la gente que acude al espectáculo. El público japones, por ejemplo, se muestra sumamente respetuoso. Aplaude, realiza exclamaciones de sorpresa, de agrado, apoya a sus favoritos coreando su nombre; pero ni siquiera se permite abuchear a los contrincantes. Su papel es disfrutar sin perturbar a los demás.
Observa con cuidado a la concurrencia en el siguiente encuentro que tuvo el mexicano Ricky Marvin vs Kenta en Pro Wrestling Noah.
En México, la cuestión es muy diferente. Pareciera que no es posible disfrutar de un espectáculo si no se es participe de forma activa en él. Nunca falta el o los aficionados que pretenden protagonizar algún momento y robar la atención del público, ya sea haciendo sonar matracas, trompetas, silbatos, o peor aún, recitando cuanto existe en su repertorio de obscenidades y lenguaje soez.
Y para muestra, un vídeo de la bienvenida que se le dio en su tierra natal al mismo luchador mexicano que por 12 años representó de manera digna la lucha libre mexicana en Japón.
No todos los pecados de la lucha libre son culpa de promotores, luchadores y referís, debemos aceptar nuestra responsabilidad. ¿Qué tipo de aficionado quieres ser?
Cortesía: https://superluchas.com y Aristós
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