Si muchos aficionados, luchadores, promotores y demás gente involucrada en la lucha libre mexicana la consideran como una religión. Si sus profetas son los luchadores que vierten su verdad ante el público sus feligreses, ya sea en la catedral de la lucha libre, ya sea en las humildes capillas, entonces por qué no aceptar que también existen atentados contra los preceptos de la institución.
Tomando la alegoría en su justa proporción, debemos aceptar que, así como la lucha libre mexicana es un deporte y un espectáculo que atrae muchos fieles, también es verdad que cada vez existen más motivos que les alejan de los recintos donde se práctica para observarla a través de la televisión y otros medios audiovisuales debido a sus pecados.
Al igual que los vicios señalados en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar a sus seguidores: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula, y pereza, en la lucha libre también podemos identificar siete pecados de los que se desprenden otras perversiones: Riesgo innecesario, payasiluchas, desnudistas y bailarines, falta de identidad, agresión al público, público enajenado, y falta de autoridad.
Uno de los acérrimos críticos de este tipo de vicios en la lucha libre es el Negro Navarro, y su lenguaje sencillo y directo puede ayudarnos a adentrarnos en estos temas, por lo que sus declaraciones serán recurrentes en esta serie de siete notas. Comencemos con una de sus declaraciones en una entrevista que dio al canal “Lucha Libre El Arte de Gotch”.
Claro que el luchador tiene derecho a estar orgulloso de su trabajo, pero la lucha mexicana ha evolucionado hacía un estilo aéreo que no se justifica por el objetivo de someter al contrincante y que más parece un deseo de envanecerse de sí mismo, a tal grado de sobrevalorar las propias capacidades.
Aquí otro ejemplo. Un movimiento en plancha de 450 grados, que de por sí es ya riesgoso sobre el cuadrilátero, ejecutado hacía afuera del ring sobre el piso de concreto sin protección alguna ¿Cómo creía que iba a resultar?
La soberbia lleva a la desvalorización del contexto, creer que se es capaz de superar cualquier obstáculo y con ello colocarse por encima de los demás. Eso es lo que perece haber sucedido por la cabeza de este joven para que se lanzara desde el segundo piso de la Arena San Juan Pantitlán.
Por mucho morbo que pueda causar ver accidentes de tal magnitud, dificilmente las arenas se llenan para ver esto. El verdadero aficionado espera ver un enfrentamiento de poder a poder, y como una consecuencia más, la credibilidad de la lucha libre se pierde y el espectador se aleja de la lucha libre en vivo. ¿Qué opinas?
Cortesía: https://superluchas.com y Aristós
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