CDMX,.- El Santo, Enmascarado de Plata, más bien, Rodolfo Guzmán Huerta, fue el luchador más famoso de todos los tiempos de nuestro país, su identidad, fue guardada y custodiada por décadas; fue tanta su fama, que con los años, contrataba sustitutos para luchar y más para filmar sus películas que eran todo un éxito de taquilla.
Los filmes abarrotaban los cines en México, Latinoamérica, Europa y algunos lugares tan distantes como Líbano o Turquía y en la población latina de los Estados Unidos.
Pero le ganó la fama y tuvo que tramitar su credencial de la Asociación Nacional de Actores, con su fotografía, nombre oficial y su firma para filmar sus películas cuyo contenido fue muy pobre, pero imensa taquilla.
Nació en,Tulancingo, Hidalgo, el 23 de septiembre de 1917, y falleció en la Ciudad de México, el 5 de febrero de 1984. El enmascarado de plata, además fue uno de los iconos en la cultura mexicana del siglo XX.
Como luchador peleó de 1942 a 1982, periodo de cuatro décadas en el que nunca fue desenmascarado. Desde los años 50 en México era un héroe popular y un símbolo de la justicia para las personas, ya que su personaje trascendió el ámbito de la lucha libre y se transformó en un superhéroe, gracias a la Revista “El Santo”, producida por José G. Cruz y más tarde, se convirtió en actor.
José G. Cruz, a través de los canales comerciales, llegó a vender miles de ejemplares semanales. Pero El Santo se convirtió en un referente mediático internacional debido a su incursión en el cine en 1958, protagonizando 52 filmes en los cuales peleó contra distintos enemigos como hombres lobo, mujeres vampiro y extraterrestres.
El Santo Enmascarado de Plata, es todo un recuerdo en la historia de la lucha de nuestro país; el nombre perfecto, en una población ampliamente católica y una incipiente, pero efectiva mercadotecnia, penetró en el ánimo del público tanto en los rines como en las historietas escritas, el cine y la televisión, obviamente en la radio en sus frecuentes entrevistas.
Muchos funcionarios de alto nivel lo invitaban a sus oficinas y El Santo, llegaba enmascarado y recuerdo que Arturo Durazo Moreno me dijo en una ocasión: “¿Sería él? Cuando lo invité, me pareció que era otro, por la diferencia de su voz…”
Durazo era el jefe de la policía y su olfato indagador, lo puso en esa duda. Más tarde supe, que era frecuente que Rodolfo Guzmán, a veces, enviaba a otro en su lugar, pues no era afecto a la política ni a perder el tiempo en ese tipo de visitas, pues prefería la lectura en su casa y preparar sus actividades que eran muchas.
Cortesía: https://sentidoconurbado.com y OSCAR CASTAÑEDA MONTEMAYOR
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