El Santo utilizó indumentaria que no era plateada al inicio de su carrera...
Deseo agradecer a mi gran amiga la Dra. Janeth Peñafiel,
fanática al mil por ciento del Santo, por enviarme la imagen de la columna Hablemos
sin Máscaras, de nuestro mutuo amigo El Hijo del Santo, ella me la estará enviando
a partir de la presente semana, todos los viernes para que los que no
tengan la posibilidad de adquirir El Grafico por ser de otros países, como mi
caso, podamos al menos disfrutar de sus imágenes, atentamente,
Bruno
Bernasconi, El Azote Venezolano…
Papá, después de recibir tantos comentarios en las redes sociales
sobre mi columna de la semana pasada en El Gráfico, definitivamente vale
la pena continuar hoy con la interesante y difícil historia de tus
inicios como El Santo.
Sobre todo porque el público que leyó la columna en que habló de tu
debut quedó fascinado. Creo que muchos de nuestros lectores son muy
jóvenes y desconocen esta valiosa información, por lo que me
escribieron para decirlo y para darle seguimiento a los sucesos
ocurridos hace 73 años, en el mes de julio y agosto de 1942.
Por eso te pediría que nos platicaras que sucedió durante esa semana después de la lucha de tu debut.
“Bueno hijo. Esa noche, al bajar del ring, me sentía profundamente
satisfecho por haber debutado como El Santo; sin embargo también me
sentía molesto por haber perdido la lucha y algo desconcertado porque
camino al vestidor el público me ofendía, me lanzaban injurias y todo
tipo de objetos.
“Al entrar al vestidor, don Jesús Lomelín me miró fijamente y
supuse que me iba a regañar, pero inesperadamente me abrazó y al mismo
tiempo que me decía ‘¡Felicidades muchacho! Has logrado tu encomienda,
que era la de hacerte odiar por el público’”
¿Qué pasó después papá?
“Después de la ducha, salí camino a casa y algo más me fortificó.
Un periodista de nombre Jesús Castañeda y Esquivel tropezó conmigo en la
puerta de los vestidores. Me dijo que sería un gran luchador, que
comenzaba estupendamente. ¡Era la primera frase amable de un extraño!
Ese periodista, con el tiempo fue uno de mis mejores amigos y mi
compadre”.
“Cuando regresé a casa, saludé a tu madre y apenas pude meterme a
la cama. Le pedí unos fomentos de agua para los moretones que abundaban
en mi cuerpo y entonces ella me preguntó: ‘¿Fue duro?’. Yo moví la
cabeza y le contesté que no y luego me quedé profundamente dormido”.
¿Y al siguiente día qué fue lo qué sucedió?
“A la mañana siguiente ella leyó horrorizada los encabezados y
crónicas de los diarios deportivos que me llamaban ‘El Salvaje
Hipócrita’, desconocía el deporte y tuve que explicarle las vicisitudes y
las trampas. Desde entonces vivió al pendiente de los periódicos y las
revistas y constantemente me expresaba lo orgullosa que se sentía de mí
al verme triunfar, pues nadie mejor que ella sabía las inmensas
penalidades que viví al principio de mi carrera”.
“Las discusiones se armaron en el café, en centros de lucha, en
gimnasios y las interrogaciones con las que han vivido muchos empezaron
‘ ¿Quién es El Santo?’ Nadie, ni yo mismo imaginé el destino
maravilloso que me esperaba al portar aquella tosca máscara plateada. La
gente estaba indignada porque el nombre de batalla parecía inadecuado y
absurdo para un luchador recio, rudo e implacable, tal y como me
calificaban los expertos”.
¿Te presentaste el siguiente domingo?
“Sí. El segundo combate fue el domingo 2 de agosto contra Dientes
Hernández, había mucha expectación de verme en el ring después de lo
sucedido el día de mi debut. La bronca se repitió, después de darle una
golpiza al maestro de Huichapan llegó la descalificación. Las crónicas
decían que yo era un rudo incorregible y fue así que me convertí en un
escándalo viviente de las funciones dominicales de la Arena México”.
“Creo que convencí aun más a los aficionados de mis rudezas cuando
obtuve mi primer triunfo ante Lobo Negro, considerado un villano de
polendas. Esto sucedió el domingo 9 de agosto”.
En otra ocasión nos platicas lo que sucedió el domingo 16 de
agosto, pero quiero preguntarte ¿Por qué usabas mallas de colores
diferentes?
“En mi debut el color que elegí para mis mallas fue el negro
porque necesitaba portar algo oscuro, ya que como sabes lo hice como
rudo. Tiempo después utilicé otros colores en las mallas, como el azul y
el verde, pero siempre en tonos oscuros. Sin embargo las zapatillas, la
máscara, el calzón y la capa siempre fueron grises”.
¡Gracias papá, estoy seguro que nuestros amigos han disfrutado al máximo esta inigualable charla!
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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