Como todas las semanas le doy las gracias a mi maravillosa amiga la Dra, Janeth Peñafiel por las fotos de la columna de nuestro común amigo El Hijo del Santo.
Existe un mes del año en el que El Hijo del Santo ha lidiado grandes batallas
Queridos amigos de El Gráfico y seguidores de esta columna que con
mucho gusto escribo cada semana: Agradezco su preferencia y las
sugerencias que a través de Twitter, Facebook y en persona me hacen.
Quisiera complacerlos y es por eso que hoy escribo lo siguiente.
Siempre es grato recordar los triunfos y éxitos pasados, pero es
más grato compartirlo con las nuevas generaciones de aficionados, así
como con todos aquellos que han seguido muy de cerca mi carrera
profesional.
Todos los meses del año hay un motivo para celebrar en mi historia
luchística, pero hay meses que fueron más fructíferos que otros.
Uno de ellos es agosto, en el que hay inolvidables y sangrientos
encuentros en los que estaba en juego mi máscara y que vale la pena
recordarlos, tal como me lo han pedido, pero lo haré de manera
cronológica según los años en que ocurrieron estos acontecimientos.
1984: Un viernes 17 de agosto, en el Auditorio Fausto Gutiérrez
de Tijuana, desenmascaré a un maestro y gran luchador que se escondía
bajo el personaje de El Porro.
Era nada más y nada menos que el profesor Rodolfo Ruiz, hoy réferi
del CMLL. Esta fue una prueba de fuego en mis inicios y vencerlo me
llenó de seguridad, pues sabía que estaba bien preparado técnica y
mentalmente.
1985: Un viernes 9 de agosto, hace 30 años, dejé sin cabellera a un
joven impetuoso y gran rival: Tornado Negro. Esto sucedió en su natal
Tijuana, también en el Auditorio Fausto Gutiérrez; yo tenía en contra a
50 por ciento del público que apoyaba a su paisano.
Con mucho orgullo les puedo decir que ha sido la mejor entrada
registrada hasta el día de hoy en este recinto; literalmente, la gente
estaba sentada en las vigas o trabes que sostienen el techo del
auditorio. Esa noche se quedó una gran cantidad de gente fuera del local
y no pudo ver esta gran y sangrienta lucha que afortunadamente logré
ganar en dos de tres caídas.
1986: El 31 de agosto fue domingo y gané una de las máscaras más
representativas de mi carrera, pues las dinastías de El Santo y Los
Hermanos Espanto volvían a estar frente a frente. La Plaza de Toros
Monumental Monterrey lucía pletórica, era un gran cartel y la lucha
estelar era un combate muy esperado por el público. Nuevamente me jugaba
el todo por el todo y ahora contra el Espanto Jr.
Ante nosotros un réferi inigualable y respetado por todos: Ray
Mendoza. La lucha fue dura y sangrienta y enfrenté a un extraordinario
rival que jamás dio un paso atrás, pero mi experiencia y la mentalidad
triunfadora me sacaron adelante hasta alcanzar la victoria.
Es muy difícil decirles cuál ha sido la lucha más dura de apuestas
que he tenido en mi carrera, porque al recordar cada una de ellas vuelvo
a sentir la adrenalina, la responsabilidad y el temor de perder mi
máscara. Esto sucede porque como el profesional que soy, jamás me
hubiera vuelto a enmascarar. Así que después de estos grandes combates
he podido levantar la mano en señal de triunfo.
1987: El domingo 2 de agosto hace 28 años, el Auditorio de Torreón,
Coahuila, ante un impresionante lleno, fue testigo de cómo logré dejar
sin cabellera al que seguía siendo mi gran rival y originario de este
lugar: el Espanto Jr., a quien un año atrás había dejado sin máscara.
¿Se imaginan el apoyo que este excelente luchador tenía ante sus
paisanos? ¡La mitad del auditorio estaba en contra mía! Confiaban en
él, pues dos semanas antes me había arrebatado el Campeonato Mundial de
peso ligero, así que don Jesús Andrade Salas (su nombre de pila) estaba
crecido y parecía decidido a triunfar, buscando venganza por lo
sucedido en Monterrey.
1988: Viernes 19 de agosto, Auditorio Fausto Gutiérrez, nuevamente
en Tijuana, una plaza en la que he obtenido grandes triunfos y, hace 27
años, una máscara más en mi carrera profesional al destapar a mi
admirado rival el León Chino, cuyo nombre verdadero es Albino
Hernández. Al despojarse de su capucha el público descubrió que su
enorme melena era natural, pues muchos creían que se trataba de una
peluca.
1991: Domingo 18 de agosto, la Plaza de Toros Monumental de
Monterrey fue testigo de un triunfo más para El Hijo del Santo. Esa
tarde expuse mi máscara en un triangular en el que participaron Stuka
(quien también exponía su tapa) y el Perro Aguayo, quien ponía en juego
su cabellera.
Fue un combate en el que el polémico réferi Gran Davis levantó mi
mano en señal de triunfo cuando vencí a Stuka y después, en una caída
dramática y sangrienta, derroté a don Pedro Aguayo. Afortunadamente salí
vencedor y dejé solos a mis rivales. Los aficionados pensaron que
caería la cabellera de Aguayo, pero este señorón dio la sorpresa y
desenmascaró al joven Joel García.
2005: Un domingo 21 de agosto me enfrasqué nuevamente en un torneo
de máscaras, en la Arena Solidaridad de Monterrey. Mi corazón latía con
mayor rapidez al igual que siempre que expongo mi apreciada máscara.
Todos los participantes metidos en una jaula nos enfrentaríamos
entre sí y los dos últimos en salir lucharían para descubrir la
incógnita de su rival.
Silver Star, Gato Volador, Centurión Negro, Diluvio Negro, Cyber
Vikingo y el Hijo del Santo. Como era obvio, todos se aventaron en
contra mía por ser el rival a vencer, así que fueron saliendo uno a uno y
de pronto me vi solo contra un hombre de 1.90 metros de estatura y 100
kilos de peso; luchar contra el Vikingo era como ver un enfrentamiento
entre David y Goliat.
Este luchador de origen italiano era repudiado por todo el público
que estaba a mi favor. Yo sabía que si me lograba atrapar me haría
pedazos, así que mi táctica fue cansarlo, contrarrestando su fuerza con
mi velocidad y en la primera oportunidad que tuve salí de la jaula sin
necesidad de rendirlo. Lo dejé solo dentro de ésta y no tuvo otra
opción: se despojó de su tapa y resignado la entregó en mis manos. Como
han leído, agosto ha sido un mes muy especial en mi carrera
profesional.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
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