La lucha libre se ha convertido en una de
las actividades deportivas más entrañables de nuestro México, y la
empresa responsable de haberla traído a nuestro país está a punto de
cumplir 82 años de vida. En el Consejo Mundial de Lucha Libre ha pasado
de todo en más de ocho décadas de vida, y por eso festejará este 18 de
septiembre con una magna función en la que dos grandes gladiadores se
disputarán lo más sagrado que un luchador puede tener, la máscara.
Es el 21 de septiembre de 1933 la fecha que ha quedado marcada en la historia de nuestro pancracio como el inicio del todo, ese jueves don Salvador Lutteroth González puso la primera piedra de la entonces Empresa Mexicana de Lucha Libre y, con ella, la primera función oficial de este deporte en México.
En los años 30 la ciudad de México era totalmente distinta a la que conocemos, los efectos de la Revolución aún eran evidentes y las clases populares no tenían muchas opciones de esparcimiento; existía el beisbol, el futbol, el boxeo, pero la mayor parte de la diversión sólo estaba para las clases acomodadas.
Así, al llegar la lucha libre su principal objetivo fue ese, la clase popular, aquella necesitada de un lugar donde pudiera expresarse, donde olvidarse de las intensas jornadas laborales mal pagadas.
Y fue justo ahí donde se dio la identificación entre el público y los gladiadores. Aquellos rudos, explosivos, despiadados que buscaban su objetivo a costa de lo que fuera; enfrentando a gente leal, con principios, que hacía lo correcto y que muchas veces era aplastado por las fechorías de sus rivales. Era el duelo eterno del bien contra el mal, y qué mejor representación de la vida misma que ese duelo en el centro de un cuadrilátero.
Así, poco a poco luchadores mexicanos fueron ganando terreno entre los extranjeros que eran mayoría, despertando el fervor nacionalista que se expresaba en los gritos de los aficionados en encuentros, por ejemplo, del Charro Aguayo contra Bobby Sampson.
Tanto mexicanos como extranjeros, con el paso del tiempo, fueron construyendo personalidades propias que atrapaban la atención de la gente surgiendo desde Gorilas, hasta Cavernarios, Murciélagos y Ángeles, Dioses y Demonios.
Tal fue el crecimiento de los aficionados a la lucha libre, que la antigua Arena México y la Arena Nacional, donde se efectuaron los primeros combates, fueron insuficientes para albergar a las miles de almas que querían presenciar una función de lucha, por lo que fue necesario la construcción del primer gran escenario bajo techo de lucha libre y de México, la Arena Coliseo del DF.
“Las autoridades del Distrito Federal deberían señalarlo como edificio histórico de la nación, esperando que no se repita el crimen cometido con la destrucción de la famosísima plaza de toros El Toreo (de Cuatro Caminos)”, escribió alguna vez José Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, refiriéndose a la Arena Coliseo, templo que todo luchador y todo boxeador deberían pisar para sentirse realizados.
Inspirado en el mítico Olympic Auditorium de Los Ángeles, al arquitecto Francisco Bullman construyó con la Arena Coliseo un local de perfecta visibilidad desde cualquier punto en que se esté, ya sean las aún originales butacas de ring general, balcón, gradas o gradas altas, aquellas que invitan al prodigioso vértigo.
La Arena Coliseo, inaugurada el 2 de abril de 1943, era considerado como el más futurista de los escenarios techados de América Latina. Pero la lucha libre no se concentró en el centro del país, surgieron las arenas Coliseo de Guadalajara, Arena Puebla, Coliseo de Acapulco y Ciudad Obregón.
En esas arenas se forjaron los Dioses de la lucha libre: Raúl Romero, Santo, Black Shadow, Dientes Hernández, Firpo Segura, Murciélago Velázquez, Gorila Flores, entre muchos otros.
Mención aparte merecen las mujeres luchadoras, aquellas bellezas que azotaron su humanidad en el marco de una sociedad machista. 1935 fue el año en que las damas aparecieron por primera ocasión en cuadriláteros mexicanos, Mildred Burke, de Estados Unidos, encabezó el contingente de mujeres de varias partes del mundo que llegaron a la antigua Arena México. Entre ese grupo estaba la primera mujer mexicana en ser luchadora profesional, Natalia Vázquez, de quien después poco o nada se supo, pero quien junto a esas pioneras sembró la semilla que años más tarde germinara en gente como Toña la Tapatía, Estela Molina, La Jarochita Rivero, Irma González, Lola González, Maritza Montez, Marta Villalobos, hasta las actuales Marcela, Princesa Sugehit, Amapola, Zeuxis o Dark Angel. Y justamente este 2015 se cumplieron 80 años de que el actual Consejo Mundial de Lucha Libre innovó en México presentando lucha libre femenil.
En los años 40 se dio un suceso notable en la lucha libre mexicana, la presentación de la Gardenia Davis, y no estamos hablando aún de lucha libre femenil, sino de un singular personaje llegado de Estados Unidos en 1941. Se trataba de un hombre alto y elegante, que subía al cuadrilátero delicadamente ataviado con una bata de seda y auxiliado por su “valet” que, además de ayudarlo a despojarse de su indumentaria, perfumaba el cuadrilátero y ponía desodorante a los rivales para que su jefe se sintiera cómodo. Ese fue el inicio de los exóticos, gladiadores de calidad, pero con ciertos movimientos “delicados” que hacían rabiar a los hombres sombrerudos de los años 40. Él fue el antecedente de entrañables personajes como el Bello Greco, Sergio el Hermoso, Bello Incógnito y el actual “fresa salvaje” Máximo.
En él cualquier segmento de la sociedad se puede ver reflejado, desde impresionantes cuerpos musculosos como el legendario Dorrell Dixon, Psicodélico o Marco Corleone; mujeres que han complementado su vida como madre y esposa con la lucha libre; gente de gran tonelaje como la Tonina Jackson, Brazo de Plata, o el granjero de Kentuky, Salomón Grundy; gente pequeña que iniciara en la lucha con Gran Nicolay, Arturito, los continuadores Pequeño Pierroth, Último Dragoncito, Pequeño Olímpico y los actuales Eléctrico, Astral, Demus 3:16, Mercurio y muchos más; y qué decir de aquellos exóticos que actualmente son representados por Máximo.
En un cuadrilátero todos nos podemos ver reflejados, en una lucha diaria en la que nos sentimos representantes del bien, contra aquellos malvados que nos arruinan el día.
La lucha libre, y el Consejo Mundial de Lucha Libre en particular, tienen en la Arena México su más grande e importante escenario. No por nada es la Catedral de la Lucha Libre, no sólo de México, sino del mundo. Se dice que para ser un luchador completo se deben presentar en el cuadrilátero del coso de la colonia Doctores. La Arena México vio la luz oficialmente el 27 de abril de 1957. Los protagonistas no podían ser otros que las más grandes figuras del momento: Santo y Médico Asesino contra Blue Demon Jr. y Rolando Vera. El encargado de romper una botella de vino en uno de los postes del ring fue el pionero y legendario Firpo Segura. La historia del máximo escenario comenzaba a escribirse.
Un día más tarde se dio la primera función de boxeo en el escenario con capacidad original de más de 17 mil personas. Una estrella a nivel internacional y aficionada al boxeo y la lucha libre estuvo presente como padrino de honor, Mario Moreno “Cantinflas”, el Pajarito Moreno fue el primer boxeador que subió al cuadrilátero de la México.
Son 82 años de que la entonces Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy Consejo Mundial de Lucha Libre, ha forjado una historia de éxito, retos, tristezas y felicidad.
La lucha libre no se ha escapado de trágicos sucesos, los dos ocurridos en la Arena Coliseo de Perú 77. El primero en caer fue Sangre India la Navidad de 1979, “era un buen muchacho, con mucho futuro”, decía Daniel López “El Satánico”; el segundo fallecido fue Oro, la más grande promesa de los encordados a principio de los 90. Sus últimas acciones fueron contra Kahoz, un machetazo y su caída a la lona serían el acabose, rodó hacia su esquina, trató de incorporarse… pero se desvaneció. El 26 de octubre de 1993 la vida de Oro se apagó y la de Kahoz jamás volvió a ser la misma. Nadie soporta que en las calles y en la arena le griten ¡Asesino! Esto es sólo una muestra de lo que muchos dicen que es pura fantasía.
Cada año, el Consejo Mundial de Lucha Libre celebra su cumpleaños con magnos encuentros de apuesta, en ellos han caído cabelleras como la de Ringo Mendoza, Mocho Cota, Satánico, Terrible, entre muchas más; y máscaras como la del Gladiador, Cien Caras, Shocker, Blue Panther, Volador Jr, y la más reciente, Último Guerrero.
Para festejar 82 años el Consejo Mundial de Lucha Libre echará la casa por la ventana, como cada año, un pasaje con letras de oro se escribirá el próximo 18 de septiembre, y serán los ganadores de las funciones del 80 y 81 Aniversario quienes se enfrenten. Por un lado, la juventud, ímpetu y paso arrasador de La Sombra; por el otro, la experiencia, una larga listas de máscaras ganadas y el cariño eterno del público hacia el vitalicio Ídolo de los Niños, Atlantis. Una máscara caerá en el legendario cuadrilátero de la monumental Arena México.
Es el 21 de septiembre de 1933 la fecha que ha quedado marcada en la historia de nuestro pancracio como el inicio del todo, ese jueves don Salvador Lutteroth González puso la primera piedra de la entonces Empresa Mexicana de Lucha Libre y, con ella, la primera función oficial de este deporte en México.
En los años 30 la ciudad de México era totalmente distinta a la que conocemos, los efectos de la Revolución aún eran evidentes y las clases populares no tenían muchas opciones de esparcimiento; existía el beisbol, el futbol, el boxeo, pero la mayor parte de la diversión sólo estaba para las clases acomodadas.
Así, al llegar la lucha libre su principal objetivo fue ese, la clase popular, aquella necesitada de un lugar donde pudiera expresarse, donde olvidarse de las intensas jornadas laborales mal pagadas.
Y fue justo ahí donde se dio la identificación entre el público y los gladiadores. Aquellos rudos, explosivos, despiadados que buscaban su objetivo a costa de lo que fuera; enfrentando a gente leal, con principios, que hacía lo correcto y que muchas veces era aplastado por las fechorías de sus rivales. Era el duelo eterno del bien contra el mal, y qué mejor representación de la vida misma que ese duelo en el centro de un cuadrilátero.
Así, poco a poco luchadores mexicanos fueron ganando terreno entre los extranjeros que eran mayoría, despertando el fervor nacionalista que se expresaba en los gritos de los aficionados en encuentros, por ejemplo, del Charro Aguayo contra Bobby Sampson.
Tanto mexicanos como extranjeros, con el paso del tiempo, fueron construyendo personalidades propias que atrapaban la atención de la gente surgiendo desde Gorilas, hasta Cavernarios, Murciélagos y Ángeles, Dioses y Demonios.
Tal fue el crecimiento de los aficionados a la lucha libre, que la antigua Arena México y la Arena Nacional, donde se efectuaron los primeros combates, fueron insuficientes para albergar a las miles de almas que querían presenciar una función de lucha, por lo que fue necesario la construcción del primer gran escenario bajo techo de lucha libre y de México, la Arena Coliseo del DF.
“Las autoridades del Distrito Federal deberían señalarlo como edificio histórico de la nación, esperando que no se repita el crimen cometido con la destrucción de la famosísima plaza de toros El Toreo (de Cuatro Caminos)”, escribió alguna vez José Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, refiriéndose a la Arena Coliseo, templo que todo luchador y todo boxeador deberían pisar para sentirse realizados.
Inspirado en el mítico Olympic Auditorium de Los Ángeles, al arquitecto Francisco Bullman construyó con la Arena Coliseo un local de perfecta visibilidad desde cualquier punto en que se esté, ya sean las aún originales butacas de ring general, balcón, gradas o gradas altas, aquellas que invitan al prodigioso vértigo.
La Arena Coliseo, inaugurada el 2 de abril de 1943, era considerado como el más futurista de los escenarios techados de América Latina. Pero la lucha libre no se concentró en el centro del país, surgieron las arenas Coliseo de Guadalajara, Arena Puebla, Coliseo de Acapulco y Ciudad Obregón.
En esas arenas se forjaron los Dioses de la lucha libre: Raúl Romero, Santo, Black Shadow, Dientes Hernández, Firpo Segura, Murciélago Velázquez, Gorila Flores, entre muchos otros.
Mención aparte merecen las mujeres luchadoras, aquellas bellezas que azotaron su humanidad en el marco de una sociedad machista. 1935 fue el año en que las damas aparecieron por primera ocasión en cuadriláteros mexicanos, Mildred Burke, de Estados Unidos, encabezó el contingente de mujeres de varias partes del mundo que llegaron a la antigua Arena México. Entre ese grupo estaba la primera mujer mexicana en ser luchadora profesional, Natalia Vázquez, de quien después poco o nada se supo, pero quien junto a esas pioneras sembró la semilla que años más tarde germinara en gente como Toña la Tapatía, Estela Molina, La Jarochita Rivero, Irma González, Lola González, Maritza Montez, Marta Villalobos, hasta las actuales Marcela, Princesa Sugehit, Amapola, Zeuxis o Dark Angel. Y justamente este 2015 se cumplieron 80 años de que el actual Consejo Mundial de Lucha Libre innovó en México presentando lucha libre femenil.
En los años 40 se dio un suceso notable en la lucha libre mexicana, la presentación de la Gardenia Davis, y no estamos hablando aún de lucha libre femenil, sino de un singular personaje llegado de Estados Unidos en 1941. Se trataba de un hombre alto y elegante, que subía al cuadrilátero delicadamente ataviado con una bata de seda y auxiliado por su “valet” que, además de ayudarlo a despojarse de su indumentaria, perfumaba el cuadrilátero y ponía desodorante a los rivales para que su jefe se sintiera cómodo. Ese fue el inicio de los exóticos, gladiadores de calidad, pero con ciertos movimientos “delicados” que hacían rabiar a los hombres sombrerudos de los años 40. Él fue el antecedente de entrañables personajes como el Bello Greco, Sergio el Hermoso, Bello Incógnito y el actual “fresa salvaje” Máximo.
En él cualquier segmento de la sociedad se puede ver reflejado, desde impresionantes cuerpos musculosos como el legendario Dorrell Dixon, Psicodélico o Marco Corleone; mujeres que han complementado su vida como madre y esposa con la lucha libre; gente de gran tonelaje como la Tonina Jackson, Brazo de Plata, o el granjero de Kentuky, Salomón Grundy; gente pequeña que iniciara en la lucha con Gran Nicolay, Arturito, los continuadores Pequeño Pierroth, Último Dragoncito, Pequeño Olímpico y los actuales Eléctrico, Astral, Demus 3:16, Mercurio y muchos más; y qué decir de aquellos exóticos que actualmente son representados por Máximo.
En un cuadrilátero todos nos podemos ver reflejados, en una lucha diaria en la que nos sentimos representantes del bien, contra aquellos malvados que nos arruinan el día.
La lucha libre, y el Consejo Mundial de Lucha Libre en particular, tienen en la Arena México su más grande e importante escenario. No por nada es la Catedral de la Lucha Libre, no sólo de México, sino del mundo. Se dice que para ser un luchador completo se deben presentar en el cuadrilátero del coso de la colonia Doctores. La Arena México vio la luz oficialmente el 27 de abril de 1957. Los protagonistas no podían ser otros que las más grandes figuras del momento: Santo y Médico Asesino contra Blue Demon Jr. y Rolando Vera. El encargado de romper una botella de vino en uno de los postes del ring fue el pionero y legendario Firpo Segura. La historia del máximo escenario comenzaba a escribirse.
Un día más tarde se dio la primera función de boxeo en el escenario con capacidad original de más de 17 mil personas. Una estrella a nivel internacional y aficionada al boxeo y la lucha libre estuvo presente como padrino de honor, Mario Moreno “Cantinflas”, el Pajarito Moreno fue el primer boxeador que subió al cuadrilátero de la México.
Son 82 años de que la entonces Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy Consejo Mundial de Lucha Libre, ha forjado una historia de éxito, retos, tristezas y felicidad.
La lucha libre no se ha escapado de trágicos sucesos, los dos ocurridos en la Arena Coliseo de Perú 77. El primero en caer fue Sangre India la Navidad de 1979, “era un buen muchacho, con mucho futuro”, decía Daniel López “El Satánico”; el segundo fallecido fue Oro, la más grande promesa de los encordados a principio de los 90. Sus últimas acciones fueron contra Kahoz, un machetazo y su caída a la lona serían el acabose, rodó hacia su esquina, trató de incorporarse… pero se desvaneció. El 26 de octubre de 1993 la vida de Oro se apagó y la de Kahoz jamás volvió a ser la misma. Nadie soporta que en las calles y en la arena le griten ¡Asesino! Esto es sólo una muestra de lo que muchos dicen que es pura fantasía.
Cada año, el Consejo Mundial de Lucha Libre celebra su cumpleaños con magnos encuentros de apuesta, en ellos han caído cabelleras como la de Ringo Mendoza, Mocho Cota, Satánico, Terrible, entre muchas más; y máscaras como la del Gladiador, Cien Caras, Shocker, Blue Panther, Volador Jr, y la más reciente, Último Guerrero.
Para festejar 82 años el Consejo Mundial de Lucha Libre echará la casa por la ventana, como cada año, un pasaje con letras de oro se escribirá el próximo 18 de septiembre, y serán los ganadores de las funciones del 80 y 81 Aniversario quienes se enfrenten. Por un lado, la juventud, ímpetu y paso arrasador de La Sombra; por el otro, la experiencia, una larga listas de máscaras ganadas y el cariño eterno del público hacia el vitalicio Ídolo de los Niños, Atlantis. Una máscara caerá en el legendario cuadrilátero de la monumental Arena México.
Cortesía: http://estoenlinea.oem.com.mx