sábado, 28 de marzo de 2015

Se acabó la rivalidad





El Hijo de El Santo se despide de uno de los luchadores más carismáticos en la historia de nuestro país, miembro de una dinastía que provocó un enfrentamiento en el ring, pero una gran amistad afuera de los encordados
 
Haciendo un poco de historia  profesional con El Hijo del Perro Aguayo,  les comento que  esta rivalidad nació  en el año de 1973,  pero con nuestros respectivos padres. El Santo, con más de 30 años de exitosa carrera deportiva,  se topó  en el ring con un joven y aguerrido luchador que buscaba la consagración absoluta y logró derrotar al Enmascarado de Plata defendiendo el campeonato mundial de peso medio de la NWA que entonces ostentaba. 
 
Al verse derrotado, El Santo lanzó  un temerario reto de máscara contra cabellera al irreverente joven,  quien nada tenía que perder excepto su larga cabellera y sí tenía mucho que ganar si desenmascaraba  a El Santo. 
 
Y fue así como un viernes 3 de octubre de 1975 se enfrentaron en una sangrienta y titánica lucha, la cual yo presencié siendo un adolescente. Afortunadamente,  la experiencia de mi padre fue lo que lo llevó al triunfo para poder conservar  su máscara, dejando al zacatecano sediento de venganza. Incluso de esta manera, a pesar de perder el combate, El Perro Aguayo, logró permanecer en el estrellato.
 
 Su último encuentro con El Santo en un ring fue el 12 de septiembre de 1982 en la despedida de mi padre,  con el Toreo de Cuatro Caminos como escenario.  Sin embargo Aguayo no quitó el dedo del renglón y continuó con su sed de venganza, ya que cuando yo debuté como luchador profesional me acechó y buscó por todos los medios un enfrentamiento contra mí.
 
Éste se realizó  en la ciudad de Reynosa,  en un mano a mano donde terminamos bañados en sangre. Ahora la rivalidad ya no era con mi padre, era conmigo, me la había heredado y yo sufrí en carne propia los embates de mi difícil rival; la historia se repitió, sólo que ahora la experiencia era del can y yo era el joven que buscaba  la consagración. 
 
La última vez que enfrenté en un mano a mano a El Perro Aguayo fue también en el Toreo de Cuatro Caminos y ahí quedó pendiente una lucha de máscara contra cabellera. 
 
Años después debutó su hijo y nuevamente la historia se repitió,  pero ahora era yo el de mayor experiencia, mientras que el joven Perrito  buscaba la consagración. 
 
 Con el tiempo,  El Hijo del Perro Aguayo se convirtió  en mi más acérrimo rival y en todas las arenas y lugares en donde nos encontrábamos nos destrozamos.
 
Nuestra última lucha en mano a mano fue en la ciudad de Jalapa, Veracruz. Después tomamos diferentes caminos,  motivo por el cual ya no me enfrenté a él y dejamos pendiente entre nosotros esa tan esperada lucha de máscara contra cabellera.
 
Hoy, Pedro Aguayo Ramírez ha pasado a mejor vida,  dejando en la historia de este deporte-espectáculo una huella imborrable y un lugar que no será ocupado por nadie. De esa manera lamentablemente la rivalidad Santo-Perro Aguayo llegó a su fin. 
 
De la misma manera en la que yo veía desde las butacas aquellas épicas luchas de mi padre contra el Perro, así también Pedrito, siendo un niño, veía los enfrentamientos de su padre contra mí. Lo más curioso era que el pequeño Pedrito no aceptaba que su papá me golpeara tanto y hasta se lo reprochaba. 
 
Cuando llegó el momento de hacer su Primera Comunión,  Pedrito —ante la sorpresa de toda  su familia— eligió que su padrino fuera El Hijo del Santo. Y don Pedro, con tal de complacer a su pequeño hijo, me pidió que lo apadrinara. Esto lógicamente nos unió a don Pedro y a mí más allá de ring, surgiendo una sincera amistad entre nosotros.
 
 
Querido ahijado:
 
Hoy que ya no estás físicamente entre nosotros, quiero que toda la gente que te admiró como luchador profesional y digno continuador del personaje que te heredó tu padre sepa que detrás de tus rudezas y cinismo fuiste un excelente ser humano como hijo, como hermano, como compañero y amigo.
 
 Existen muchos testimonios que siempre estarán presentes en el recuerdo de todos cuando se hable de ti. Tus amadas hermanas América y Primavera te van a recordar como el hermano cariñoso y protector que siempre fuiste para ellas. América,  a pesar de ser mayor que tú, extrañará al hermano maduro que toma decisiones y sabe resolver los problemas de la familia. Primavera echará de menos tus regaños, tus consejos y tu regreso de cada viaje cargado de regalos y dulces.
 
Tu mamá te recordará como el hijo amoroso y consentido a quien siempre vio como  ¡su bebé!,  a pesar de que con el tiempo te fuiste convirtiendo en un hombre responsable y trabajador, su único hijo varón en quien encontró un enorme y valioso apoyo. 
 
Te recordará como ese hombre ordenado, pulcro y perfumado que a pesar de viajar y viajar, de ir y venir, retornaba a su hogar de origen en busca de amor y cariño. Ella, tu madre, olerá tu habitación y buscará en tus ropas, en tus sábanas y en tus objetos  el olor a tu loción y de tu esencia. 
 
Y él, tu amado padre don  Pedro Damián Aguayo, vivirá eternamente agradecido con Dios y con la vida por haberlo premiado con un hijo como tú, cariñoso y entregado a su familia y a su profesión tal y como él te lo enseñó. 
 
Te recordará como ese niño que con el paso de  los años se convirtió en hombrecito, al que vio crecer, jugar y entrenar artes marciales, lucha olímpica, lucha libre y que guió paso a paso en sus entrenamientos profesionales. 
 
Te recordará como a ese hijo a quien admiró al máximo  y más que a nadie en este mundo y de quien se sentía sumamente orgulloso por cada logro obtenido. 
 
Los luchadores  te recordaremos como un buen compañero, amable y dispuesto a ayudar a cualquiera siempre. Te recordaremos como un gran profesional que jamás defraudó a su público y que en cada lucha se brindó al cien por ciento dejando en el ring, literalmente, sangre, sudor, lágrimas y hasta la vida.
 
Todos te vamos a recordar con tu eterna sonrisa, querido “gua gua”,  como siempre te dije de cariño,  además de ahijado.
 
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras. 
 
EL HIJO DEL SANTO

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