Después
de mi triunfo sobre Ray Richard a quien rapé ese domingo 17 de marzo,
realicé una conferencia de prensa para anunciar que estaba listo para
aceptar el reto por las máscaras lanzado por El Cosmonauta, compromiso
que se celebraría el sábado 30 de marzo en la Arena Apatlaco.
Continúe
entrenando y luchando en las diferentes arenas de la República mexicana
y aún tenía 15 días para prepararme y enfrentar a El Cosmonauta.
El
sábado 23 de marzo estaba programado en la Astro Pista Texcoco,
promoción del doctor Rafael Olivera, pero cuando Carlitos Suárez y yo
llegamos a esa población vimos con asombro la publicidad que estaba por
todos lados anunciando mi presentación en Texcoco.
No
dábamos crédito al leer que la lucha que anunciaban para esa noche era
un máscara contra máscara de ¡El Hijo del Santo contra El Diluvio!.
Ya
se imaginarán el tremendo coraje de Carlitos, quien con toda razón me
comentó: “¡Quién se cree este doctorcito para decidir que expongas la
máscara sin nuestra autorización! ¡Es un abusivo, un hijo de puta! (El
señor Suárez era un hombre muy correcto, pero de ‘mecha corta’) Jamás
nos avisó, ni siquiera se tomó la molestia de hacer una llamada para
preguntar si podía programarte de esta manera”
Yo
escuchaba a mi apoderado y sinceramente tenía toda la razón. Pero ya
estábamos ahí y Carlitos, muy molesto, me dijo que no permitiría que me
presentara y me sugirió que regresáramos a México para darle una lección
al doctor Olivera.
Mi
profesionalismo no lo permitió y fue entonces que intenté calmar a mi
entrañable amigo. Le dije: “Señor Suárez, si no me presento el público
pensará que tuve miedo y además los aficionados son los menos culpables,
vamos a llegar a la arena y ahí platicamos con calma con el promotor;
todo saldrá bien, usted confíe en mí”.
Carlitos,
aún molesto, aceptó mi sugerencia. Al llegar a la arena había
muchísima gente afuera y para nuestra sorpresa adentro ya no cabía un
alfiler.
Pasé
como pude y entre fotos, empujones, porras y autógrafos me dirigí al
vestidor, saludé a mis compañeros y ya en silencio me senté. Con las
manos en mi cabeza medité y comprendí lo que estaba sucediendo.
Tendría
que exponer mi máscara contra un luchador que yo no conocía; no sabía
si era peligroso, marrullero o experimentado. Mi corazón empezó a latir
velozmente y me hice una serie de preguntas: ¿Qué pasará si me gana? ¿Y
si pierdo la máscara? ¿Y si mejor me voy y le hago caso a Carlitos?
¡Dirán que soy un cobarde!
Entonces
intenté serenarme y de esta manera deshacerme del profundo miedo que
sentía en ese momento, el cual se empezó a trasformarse en coraje al
sentirme utilizado y abusado.
“Total,
ya estoy aquí”, pensé y comencé a vestirme, mientras Carlitos se daba
un agarrón verbal con el doctor Olivera. Por mi parte yo recordaba las
palabras de mi padre, quien me decía: “¡Confía en ti, en tu fuerza, en
tu destreza y en Dios!”
Yo
me repetía sus palabras una y otra vez. Después de una espera de casi
dos horas llegó el momento de la lucha estelar y sucedió lo que siempre
pasa: me invadieron los nervios antes de subir al ring. Al escuchar al
público los nervios se convirtieron en confianza, en fe y seguridad en
mí mismo.
Subí
al cuadrilátero y cuando tuve frente a mí a Diluvio, descubrí en sus
movimientos que estaba tan nervioso como yo. “¡Lucharán a dos de tres
caídas sin límite de tiempo, sin empate, sin indulto, máscara contra
máscara el heredero de la leyenda de plata El Hijo del Santo contra el
ídolo local Diluvio!”
Dio inicio una lucha técnica, pues no existía ninguna rivalidad entre nosotros y entonces.... continuará.
Queridos
amigos de El Gráfico, así es como no sólo yo sino mucha gente que somos
la materia prima de este deporte hemos entregado nuestra vida a este
también espectáculo.
Hoy
comparto mi tristeza por el fallecimiento de Irma Osorno, jefa de
edecanes que inició como una de ellas hace 23 años en la empresa de los
Peña y que el pasado lunes por la noche sufrió un accidente cuando
regresaba a la ciudad de México.
Irma
fue la mamá de los tres hijos de un entrañable amigo mío: Alfonso
Solórzano, quien fue Pistachón Zig-Zag en el famoso programa Odisea
Burbuja. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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