El hijo de la leyenda destaca el triunfo de los cineastas y de otros mexicanos que han destacado en diversos ámbitos sin contar con el apoyo necesario
Me llamó mucho la atención escuchar en varias ocasiones, a lo largo de esta semana, lo de “ganamos un Oscar”.
No sé si a algunos de ustedes les moleste mi opinión, simplemente es mi punto de vista: México no es ganador de ningún OSCAR.
Los
cuatro premios de esta última entrega pertenecen única y exclusivamente
al talento de Alejandro González Iñárritu y a Emmanuel Lubezki dos
mexicanos que como Alfonso Curaron, han sido galardonados en dos años
consecutivos por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de
Hollywood, algo insólito ya que si bien es cierto, los tres son de
nacionalidad mexicana pero tampoco son la Selección de futbol que va
representando a nuestro país a un mundial.
Este
trío de talentosos cineastas han tenido que luchar mucho para llegar a
donde están y, efectivamente, son un orgullo para México pero el éxito
es de ellos y su gente.
Hay
muchos otros mexicanos que también han triunfado en el extranjero y en
diferentes ámbitos como Salma Hayek, Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez,
Javier Hernández, Eugenio Dérbez por mencionar solo algunos y que aquí
no tuvieron el reconocimiento como es debido, pero eso sí: cuando
triunfan fuera del país todos se vuelcan en elogios sobre ellos.
Lógicamente
estos garbanzos de a libra cuando llegan a México y se ven rodeados de
“nuevos amigos” y de miles de aduladores, con toda razón se ponen alerta
para dar entrevistas y distinguir las buenas o malas intenciones de sus
ahora millones de admiradores y podría asegurar que en el fondo de su
corazón expresan con enorme satisfacción ¡Ahora sí, no?
Sucede
lo mismo con el gobierno, porque cuando se busca el apoyo económico
para realizar uno o varios proyectos los ignoran, cuando los jóvenes
deportistas que requieren de equipo, transporte y entrenamiento para
acudir y representar a México en Juegos Olímpicos carecen de apoyo. Pero
curiosamente cuando ganan una medalla de Oro, un Campeonato Mundial o
como es el caso de un OSCAR, ahora si los felicitan, los elogian y son
un ejemplo (que sí lo son) para todos los mexicanos (que por cierto sí
lo son).
El
núcleo menos detractor de estos talentosos hombres y mujeres, aunque no
siempre, es muchas veces el mismo público y esto sucede cuando no se
deja influenciar por la irresponsabilidad de la televisión, un medio que
tiene la facilidad de construir ídolos de papel.
Aquí
los mexicanos talentosos son los menos afortunados, el malinchismo
continúa siendo nuestro "talón de Aquiles" y los artistas, escritores,
cantantes, actores y deportistas extranjeros son los que muchas veces
acaparan todo.
UN CLARO EJEMPLO. Comenté recientemente el caso de las películas de El Santo cuando
eran cruelmente criticadas llamándoles despectivamente “churros” y sólo
bastó que estas fueran elogiadas en el extranjero y más aun en Europa,
para que muchos de los seudo críticos nacionales las alabaran afirmando
que la cinematografía de El Enmascarado de Plata es un género
considerado cine de culto, ¿y ya para qué? si mi padre se fue a la tumba
con la idea de que sus películas eran criticadas por todos esos
detractores como lo peor de la industria cinematográfica que jamás
reconoció las enormes entradas de taquilla y que por esa razón hizo 53
películas en 20 años y que hasta la fecha diariamente se siguen viendo.
Afortunadamente
mi padre era un hombre tan inteligente que jamás le afecto en su
autoestima la opinión de los demás, que finalmente no le daban de comer.
Le bastaba observar las salas cinematográficas llenas con más de tres
mil personas (no como las salas de ahora) y ver feliz al público
asistente, para él eso era suficiente. Señores no nos equivoquemos, los
Oscares los ganaron González Iñárritu y ‘El Chivo’ Lubezki, así como
toda la producción de Birdman.
¡Que
nosotros los felicitemos por sus triunfos y que ellos se sientan
orgullosos de ser mexicanos, esa es otra historia! Nos leemos la próxima
semana para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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