A principios de la década de 1950 la
lucha libre era un deporte histriónico en apogeo. Ejecutar bien una mezcla de
llaves judokas con múltiples maromas sobre un ring y con una máscara en el
rostro, era una actividad muy seria que podía salvar al mundo de una invasión
extraterrestre, científicos lunáticos o mujeres vampiro. Mientras en las arenas
del país los luchadores de carne y hueso peleaban entre sí por ganar un
cinturón, gracias al cine esta actividad adquirió nuevos elementos y se
enriqueció con alucinantes e inverosímiles historias que fueron el deleite de
un público ávido de mirar acción en las pantallas.
Las producciones cinematográficas del
género de luchadores iniciaron con el lanzamiento de la cinta “La bestia
magnífica” de Chano Urueta en 1954, que estaba protagonizada por luchadores que
se disputaban el amor sobre el ring. Desde entonces inició la conformación de
un estilo cinematográfico sin parangón en toda la historia del cine. En las
películas de luchadores el bien y el mal eran personificados por luchadores y,
por lo general, sus antítesis eran enemigos extravagantes que actuaban para
destruir al mundo, robar bellas mujeres o ejercer planes malignos para conquistar
al mundo. Los héroes mexicanos fueron los luchadores enmascarados que podían
hacer justicia y derrotar con fuerza bruta cualquier obstáculo puesto para
hacer el mal mediante argumentos de todo tipo: románticos, policíacos, de
horror, de ultratumba o del espacio exterior.
La factura de las películas de
luchadores también creó un nuevo estilo cinematográfico, pues la extravagancia
de las historias y los personajes se enmarcaba en escenarios poco creíbles, con
elementos fuera de contexto y disfraces realizados con un notable bajo
presupuesto. Sin embargo, el estilo fue parte fundamental de un cine que en su
momento cumplía con el cometido de entretener fácilmente a grandes audiencias,
y al paso del tiempo se ha revalorado por su gran originalidad. Incluso sus
peculiaridades ahora son consideradas “de culto” por gran cantidad de
espectadores, que van en aumento.
En 1958 se filmó la primera película de
un personaje que marcó por completo a la industria del cine de luchadores: el
Santo, con la cinta “El Santo contra el cerebro del Mal” de Joselito Rodríguez.
El Santo rápidamente se convirtió en el personaje con mayor reconocimiento en
este género; aunque en la época también actuaron otros ídolos de la lucha que
pasaron a la historia por su heroicidad dentro y fuera del ring: Blue Demon,
Mil Máscaras y Tinieblas, por mencionar sólo a algunos.
El subgénero del cine de luchadores
construyó paradigmas propios de la identidad surreal mexicana, fue un
experimento muy prolífico para la cinematografía nacional y formó parte de la
cultura popular durante más de veinte años. Al paso del tiempo incluso en el
extranjero también ha causado enorme fascinación.
Películas recomendadas:
La sombra vengadora contra la mano negra (1954)
Santo contra los zombies (1961)
El Demonio Azul y Blue Demon contra el poder
satánico (1964)
Cortesía: http://www.sinembargo.mx
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