El Hijo del Santo recuerda las afrentas que tuvo que enfrentar sobre el ring en sus inicios como luchador profesional
Estimados amigos: A través de las redes sociales y del correo de El Gráfico, muchos de ustedes me han pedido que comparta mis luchas de apuesta de máscaras y cabelleras, así que lo haré con mucho gusto.
Hoy empezaré por mencionar tres importantes luchas efectuadas en un mes de marzo, pero del año 1985, cuando era aún un novato inquieto que buscaba tener un lugar junto a consagrados como Canek, Fishman, Perro Aguayo, Lizmark y Sangre Chicana, entre muchos luchadores estrellas más.
Sabía que para lograrlo era necesario ser perseverante y trabajar mucho en el gimnasio para después demostrar mi capacidad en el ring. Fue así que surgieron una serie de rivalidades tanto en el Toreo de Cuatro Caminos como en otras arenas pequeñas, pero no por ello menos importantes.
Ray Richard (no confundir con Baby Richard) era un joven luchador que venía empujando muy fuerte en el Toreo, poseía un buen físico y presumía una enorme y larga cabellera rubia. Él sabía que si humillaba y derrotaba al hijo del luchador más entrañable y querido en este deporte, como lo es El Santo, lograría subir al estrellato y alcanzaría la fama que todos los novatos buscamos. Así que Ray empezó a acecharme y a tratar de acorralarme para que yo aceptara una lucha de apuesta de máscara contra cabellera.
Por otro lado, ese mismo mes de marzo y del mismo año, existía una arena sumamente popular e importante: la Arena Nueva Apatlaco, promovida de manera excelente por el gran Moritas, don Raúl Reyes, hombre que siempre confió en mi imán taquillero y en mi capacidad para salir adelante en todos mis encuentros.
Pero ni él ni yo contábamos con la irreverencia de un jovencito enmascarado que empezó a meterse conmigo en busca de una oportunidad para disputar el campeonato mundial de peso ligero (UWA), que meses atrás yo había conquistado derrotando a mi enorme rival José Negro Casas.
Su nombre era El Cosmonauta, quien sin ningún respeto ni temor me lanzó un reto directo de máscara contra máscara. Mi respuesta fue un rotundo sí, pero esto dependería del resultado de la velada pactada para el domingo 17 de marzo contra Ray Richard en la Cueva de los Independientes. Si yo lograba derrotar a Richard, entonces aceptaría su reto.
Así se llegó el día, y ante un impresionante lleno en el Toreo de 4 Caminos, sostuve una de las luchas más difíciles de los inicios de mi carrera, pues Ray Richard poseía mucho más tonelaje y experiencia que yo. Incluso mi entonces apoderado, don Carlos Suárez, se oponía a dicho encuentro, pero yo sabía que ésa era la única manera de demostrar el porqué merecía llevar puesta la máscara de mi padre y ser conocido como El Hijo del Santo.
Ese domingo los nervios me invadieron; compañeros como el Matemático, Black Man, Kendo, incluso el mismo Perro Aguayo, me daban ánimos diciéndome que yo tenía que demostrar de qué estaba hecho.
Así que mágicamente, como suele suceder cuando aparezco por el pasillo y escucho el grito de ¡Saaanto, Saaanto, Saaanto!, la calma llego a mí. Pise el ring y ante los ataques de mi rival que quería destruirme, me transformé en un verdadero guerrero. Después de tres sangrientas y difíciles caídas, Richard no logró acabar con la presión del público que me apoyaba en todo momento, aunado a mi enorme decisión de no dejarme vencer.
Ésta fue la cabellera número cuatro y la octava lucha de apuesta que había conquistado en mi joven carrera profesional. Al conocer el resultado, El Cosmonauta gritó a los cuatro vientos que me estaba esperando para desenmascararme. Continuará...
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras y no dejen de escribirme a:
fhijodelsanto.oficial
lTwitter: @ElHijodelSanto
EL HIJO DEL SANTO
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