El ídolo de los años 80 recuerda sus 45 años de recorrido en la lucha libre profesional y expresa su deseo de despedirse ante su público
Otra tarde de domingo
en el Olimpic Ring de San Pedro, a mediados de la década de 1980. Serán
ocho “emocionantes combates”, prometen los volantes que son repartidos
en la calle. La pelea de semifondo será protagonizada por El Conde de
Villa Victoria contra Sombra Vengadora, “duelo por la disputa del
cinturón de peso wélter”.
La canción El Tapatío, de Vicente Fernández, resuena en los oídos de
los amantes de la lucha libre mientras hacen fila para ver a sus héroes,
en especial al ágil y técnico Sombra Vengadora.
Después de 45 años de recorrido por cuadriláteros de casi todo el país,
junto a luchadores rudos y técnicos, Sombra Vengadora (Juan Mendoza
Zacarías) quiere reconstruir su pasado para recordar sus inicios en la
lucha libre, la gloria con los Titanes del Ring y la felicidad de seguir
siendo un ídolo para muchos.
En 1968, cuando tenía 15 años, a Juan le gustaba ir al cine México para
ver las películas de luchadores como El Santo, Huracán Ramírez y Rayo
de Jalisco. “Tanto me gustaba, que cuando había temporada de lucha en el
Coliseo Cerrado me colaba o entraba en los últimos minutos”, cuenta
Mendoza, quien recuerda que en la calle México de La Paz se organizaban
combates entre luchadores bolivianos y extranjeros.
De la panadería al ring
En aquella época, Juan trabajaba durante las noches como ayudante de
panadería. “El maestro que estaba conmigo era un fanático de la lucha.
Mientras preparábamos y esperábamos a que madurara la masa para el pan,
nos entrenábamos, para lo que poníamos cartones en el piso. Lo hacíamos
para no dormirnos”, afirma acerca de su acercamiento a esta exigente
disciplina deportiva.
En
la sede de gobierno abundaban las escuelas de lucha libre. Fue así como
uno de sus amigos le propuso que se presentara en el club Relámpago, de
la zona de Villa Fátima.
“Llegué pero no me entrené ni una sola fecha porque el club se estaba
cerrando, fue un fracaso total. Pensé que ahí iba a aprender”, se
lamenta el técnico.
Después de aquel episodio amargo, junto a su amigo encontró otro club,
en Achachicala, y ocurrió lo mismo. “Apenas fui a ver las luchas un
domingo, se cerró el show”, recuerda.
Pese a las oportunidades perdidas, Juan no se dio por vencido. El dueño
del espectáculo de Achachicala prometió llevarlo a un club conocido,
los Tigres del Ring, de donde surgieron grandes luchadores como El Conde
y el Caballero de Negro, quien luego iba a ser Tarzan y posteriormente
Kung Fu.
Esta vez no
podía acecharle la mala suerte. Así es que un domingo de 1969 fue al
ring de la calle Villamil de Rada, a unas cuadras de la avenida Buenos
Aires, ante un lugar arrebatado de espectadores.
Las circunstancias fueron beneficiosas para Juan, pues aquel día faltó
uno de los luchadores. El dueño de los Tigres del Ring le preguntó a su
amigo, el exdueño de la arena de Achachicala, si tenía a alguno
disponible. Y éste señaló a Juan Mendoza.
El joven panadero se prestó una indumentaria de luchador, improvisó con
el nombre de Juan Trueno y participó en la pelea de fondo. “Me dieron
una paliza de ésas, era para que ya no vuelva a subir nunca más a un
ring. Hasta cuando me reía me dolía todo el cuerpo”, cuenta Juan
sonriendo. Como pago por su primera incursión en esta disciplina recibió
un sándwich y 50 centavos, “pero lo que más me gustaba era que el
público empezaba a aplaudir y eso me hizo olvidar el dolor”.
Para el año 1972, el espectáculo de los Tigres del Ring había decaído, por lo que Juan decidió buscar otros rumbos.
De mina Matilde al Coliseo Cerrado
Cuando Juan decidió presentarse en los Ases de Oro, en la plaza
Libertad de la zona 16 de Julio de El Alto, ese día faltó el
contrincante de Rayo Azteca de Perú, quien fue uno de sus maestros, pues
le enseñó las principales figuras de la lucha.
“A cada rato me preguntaba: ‘¿Te acuerdas cuál es la figura dos, la
figura uno?’. Esas enseñanzas me abrieron las puertas para ir a luchar
en ciudades del interior del país”, expresa Juan.
Su primera salida de La Paz ocurrió en 1972, cuando le tocó viajar a la
mina Matilde, en el municipio paceño de Ancoraimes, debido a que no
pudo ir el luchador El Corsario.
En aquel viaje, Juan luchó como el rudo La Cobra ante Mister Atlas, a
quien admiraba desde los tiempos en que se colaba en el Coliseo Cerrado,
cuando era un joven ayudante de panadería.
Su ídolo le enseñó a Juan cómo interactuar con el público, a hacer
amagos de llaves y juegos rápidos de la lucha libre. “Gracias a Mister
Atlas he podido entrar a luchar en el Coliseo Cerrado, cuando hubo una
temporada internacional en la que estuvieron los peruanos Cardenal,
Vikingo y Pepe Pantera”, recalca acerca de la oportunidad que se le
abrió para participar en el mayor festival en La Paz, en el que se
presentaban también grupos musicales.
La ocasión de enfrentarse con sus ídolos fue propicia para dejar atrás a
los luchadores que personificaba, como Juan Trueno, Gavilán, La Cobra y
Misterio Negro, para dar nacimiento al técnico que marcó su vida, la
Sombra Vengadora, para lo cual se hizo confeccionar su primer uniforme.
Uno de los domingos de mayo de 1975, Juan llegó al Coliseo Cerrado con
un maletín en la mano, donde se encontraban guardados su uniforme y la
máscara.
Si bien en la
cartelera estaba incluido un Sombra, Juan desconocía si se referían a
él, porque en esa época había un homónimo en la sede de gobierno.
Desde la calle escuchó que los luchadores debían salir al ring, así es
que “tímidamente” se acercó a una de las puertas del Coliseo Cerrado.
“Señorita, yo soy luchador”, le informó a la persona que controlaba el
ingreso de espectadores. “Qué va a ser luchador usted, haga fila y vaya a
comprar su entrada”, le respondió.
Para convencerla de que era uno de los “gladiadores” tuvo que mostrarle
su máscara de Sombra Vengadora “y a duras penas me metí al coliseo”.
Como faltaba poco para que empezara la lucha todos contra todos, el
coordinador del festival metió a empujones a Juan hacia los camarines y
le ayudó a vestirse. Cuando ingresó al escenario principal, Sombra vio
que las graderías estaban repletas de gente. En la pelea de 16
luchadores fue el primero en salir.
En su debut en el Coliseo Cerrado le tocó estar en la primera lucha de
la jornada, contra el Oso Siberiano. “Me ha hecho trapo porque no me
dejó trabajar, como él era grandote, me dejó deshecho”, recuerda.
Después de compartir el ring con luchadores peruanos, chilenos,
japoneses y mexicanos, como Huracán Ramírez en 1976, Sombra Vengadora ya
se había consolidado como uno de los mejores técnicos y le faltaba dar
otro paso más. Que el público lo viera en la televisión.
“Gracias a la movilización de El Conde; de Toto Quezada, que era
gerente de Canal 7, se hizo una serie de Los Tigres del Ring para la
televisión, que se transmitía todos los domingos”, informa Sombra,
quien indica que las peleas se llevaban a cabo en una carpa de la Ciudad
Satélite.
El programa
televisivo duró cinco meses del año 1980, luego de lo cual hubo una
pausa para dar otro paso decisivo, cuando los luchadores alquilaron el
Olimpic Ring de San Pedro y Fernando Quiroga, el luchador Dragón Chino,
fundó la Asociación de los Titanes del Ring.
En esa arena fue donde Sombra Vengadora se hizo famoso por su estilo de lucha y protagonista en la cartelera dominical.
Sin máscara
En 1984, debido a problemas familiares, Juan ofreció la pérdida de su máscara a cambio de un monto de dinero.
Recibió lo prometido, perdió ante la Llorona de Panamá y desde ese día
ya no debía utilizar máscara.
“No podía acostumbrarme. Estaba como
desnudo, ya no me atrevía a mirar al público porque me daba vergüenza”,
confiesa Sombra, quien después de unas semanas visitó a Quiroga para
pedirle volver a utilizar la máscara.
“El público tiene la palabra, ¿Sombra Vengadora se vuelve a poner la
máscara o no?”, propuso Quiroga. La gente respondió con una unánime
respuesta afirmativa.
“Después de eso me lucí otra vez, hice voladas, más ágil me he vuelto”, rememora Juan con una sonrisa.
Luego de la gloriosa temporada del Olimpic Ring pasó por el programa de
televisión Estrellas del Ring y por una etapa de Furia de Titanes,
además de festivales de beneficencia.
“Voy a seguir porque todavía tengo para luchar”, afirma Sombra Vengadora, quien también enseña lucha libre a los jóvenes.
Cuando Juan está sin máscara se dedica a la construcción, a construir
edificios en lugar de fantasías de domingo. Dice que el trabajo es aún
más duro y ya no llueven los vitoreos de antaño. “Eso es algo con lo que
uno debe lidiar”. Tras 45 años de recorrido dentro del cuadrilátero,
Sombra Vengadora tiene el deseo de retirarse de la lucha libre en un
espectáculo masivo como es sus mejores tiempos.
Juan Mendoza salió de la sombra para reconstruir su época de ídolo en
el Olimpic, cuando entraba con música mexicana y la gente coreaba su
nombre.
Cortesía: http://www.la-razon.com y
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