El Hijo del Santo ha mantenido durante décadas una fuerte amistad con una de las leyendas del deporte de nuestro país
Estimados amigos de El Gráfico, seguramente muchos ya están
buscando un regalo, unas flores o una tarjeta para su pareja, para sus
amigos o tal vez para algún familiar a quien aprecian mucho. Y es que
mañana, 14 de febrero, es un día muy bello y significativo para todos
los que amamos y nos gusta sentirnos amados por todos los que nos
rodean.
Créanme que me siento muy afortunado al saber y al sentir que mi
público me quiere, así como mis amigos y mi hermosa familia. Siempre es
un buen hábito hacer un alto en el camino, reflexionar y darnos cuenta
de cuántas personas nos quieren.
El amor y la amistad son como una cadena, porque se van extendiendo
eslabón por eslabón, pero siempre tenemos que estar alertas de no
esperar nada a cambio.
Si amamos y damos nuestra amistad a cambio de algo, el golpe puede
ser muy doloroso, aunque es cierto que cuando somos fieles y leales en
el amor y en la amistad, la vida al paso del tiempo nos lo devuelve
multiplicado.
El pasado 5 de febrero fue un día muy especial para mí, no sólo por
ser la fecha en que murió mi inolvidable padre, sino porque recibí
muchas muestras de amor y de cariño.
Hace dos semanas recibí la invitación de Julio Cesar Chávez para
acompañarlo a celebrar un día sumamente importante para él y creo que la
figura del El Santo no podía faltar en este acontecimiento deportivo,
importante no sólo para Chávez, sino para la historia del boxeo mexicano
y del Consejo Mundial de Boxeo.
Por otro lado, ese día también mi hijo mostró su amor al asistir en
mi representación a la estatua de su abuelo y así montar una guardia en
honor a mi padre.
Mis compañeros Baby Richard, Mano Negra, Coloso Colosseti, los
aficionados y nuestros amigos de la prensa asistieron a recordar a El
Santo y apoyar al Santo Jr., quien fue a este evento por convicción
propia para que así yo pudiera viajar a Culiacán a acompañar a Chávez.
CARRERAS PARALELAS. Julio César y yo nos conocemos desde 1984;
iniciamos paralelamente nuestras carreras y nos convertimos en campeones
mundiales casi al mismo tiempo. El conquistó el título súper pluma del
CMB (Consejo Mundial de Boxeo) y yo el Campeonato Mundial Ligero de la
UWA (Alianza Universal de Lucha Libre).
Desde entonces existió entre nosotros una admiración mutua y ambos
seguimos la trayectoria del otro. Y fue así que finalmente viajé en
compañía de mi querido Mauricio Sulaimán, un hombre a quien aprecio como
amigo y respeto como actual presidente del CMB, de la misma manera que
aprecié y respeté a su inolvidable padre don José Sulaimán Chagnón
(qepd), con quien estaré eternamente agradecido por el apoyo que recibí
de él al darme la oportunidad de disputar un campeonato mundial avalado
por los 149 países que conforman este organismo.
Pienso que la amistad y el amor deben demostrarse en vida, al
igual que los homenajes, como es el caso del César del boxeo, a quien
acompañaron muchas personalidades, amigos y familiares.
Entre ellos estuvieron el técnico de la Selección nacional Miguel
Herrera, el promotor Don King, su paisana Yolanda Andrade, el gobernador
Mario López Valdez y el alcalde Sergio Torres, entre muchos más.
También asistieron los campeones mundiales que fueron sus grandes
rivales y hoy increíblemente son sus grandes amigos. Observé con emoción
cómo Mario Martínez, Jesse James Leija, Óscar de la Hoya, Fernando
Montiel y otros de sus acérrimos contrincantes lo abrazaban con
admiración y cariño.
Julio es un hombre muy afortunado, no sólo como profesional.
También lo es al contar con el amor y el apoyo de su mamá, quien siempre
ha estado a su lado en sus éxitos y en sus derrotas para ayudarlo a
levantarse.
“Siempre le prometí a mi madre que la sacaría de lavar y planchar
ajeno, y antes de ser campeón mundial ya le había construido su casita”,
comenta JC Chávez.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
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