Recientemente, Keith Rainville me envió un ejemplar de su último libro: Zombi Mexicano. En él habla extensamente sobre las películas mexicanas de momias, ilustrando cada una de ellas con innumerables carteles, fotomontajes y fotos fijas. Es una lectura muy recomendable para todos los aficionados a este cine. El texto, además de bien documentado, es verdaderamente delirante.
Zombi Mexicano me trajo muchos recuerdos de la época en que tuve la oportunidad de presenciar la filmación de varias de estas películas pobladas de momias robustas, siempre bien dispuestas para luchar y raptar víctimas, sobre todo si se trataba de muchachas bonitas. Estas cintas se basaban en historias sencillas, diseñadas de acuerdo con fórmulas pensadas para un público familiar. Se pretendía que todos pudieran encontrar algo atractivo en ellas, ya fuera la acción y la lucha en los cuadriláteros; los villanos y científicos locos ayudados por momias y otros seres extraños; espectáculos musicales; actrices guapas o los magníficos escenarios naturales y urbanos.
De las seis películas de momias producidas por la firma Agrasánchez, cinco se rodaron en Guatemala.
Hacer películas en el extranjero era una toda una experiencia. El productor tenía que buscar locaciones idóneas para el desarrollo de una historia, asegurarse de contar con el equipo y materiales necesarios, así como con la colaboración de personas del propio país, conocedoras de los servicios disponibles y los reglamentos legales relacionados con la filmación.
En el caso de la compañía Agrasánchez, el rodaje de películas fuera de México fue más bien forzado por las circunstancias; a principios de los años setenta, muchos productores necesitaban buscar alternativas para seguir trabajando, debido a las políticas excluyentes del Banco Nacional Cinematográfico. Filmar en Centroamérica fue una de las opciones viables. Aunque allá no existían estudios ni personal especializado, en cambio se contaba con magníficas locaciones, así como con el apoyo entusiasta de la comunidad y de las autoridades.
Las películas mexicanas filmadas en el extranjero en las décadas de los setenta y ochenta han sido erróneamente llamadas “piratas”, alegando que fueron realizadas a espaldas de las autoridades y sindicatos cinematográficos. La realidad es distinta. Los productores contrataban a los actores por medio de la ANDA (excepto en el caso de artistas y extras locales, por supuesto) y los técnicos pertenecían a la Sección 49 del STIC. No solamente pagaban las cuotas regulares por el personal contratado, sino que se cubrían tarifas adicionales por desplazamiento.
Se contrataba un staff con el mínimo de integrantes. No era difícil encontrar quiénes quisieran participar en estas producciones, por la oportunidad de viajar y por la baja de producción que se vivía en el país en esos años. Además, en locación no existía tanta rigidez en cuanto a las funciones de cada técnico, por lo que algunos de ellos aprovechaban para colaborar en actividades no incluidas en su descripción de funciones. En El castillo de las momias de Guanajuato, Luis Quintanilla, gerente de producción, tuvo también a su cargo el papel del doctor Simmons; Roberto Muñoz, ingeniero de grabación de diálogos, fungió como escenógrafo y el buenazo de Toño Castañeda, acreditado como maquillista, fue además pizarrista, ayudante de vestuario y chinchihuilla. Tito Novaro, el director de la película, tuvo a su cargo uno de los papeles protagónicos, que hizo estupendamente: el desequilibrado y macabro doctor Tanner.
No solamente se tenía que desplazar a los elementos artísticos y técnicos hasta Guatemala. También era necesario llevar todo el equipo y tramoya requeridos para la filmación. La productora, en este caso, contaba con sus propias cámaras y demás equipo necesario y con vehículos para transportar éstas y a los integrantes del staff. Viajaban en camión, más una camioneta Combi y un remolque, utilizado por el personal administrativo de la producción.
Era importante llevar todo el equipo en perfectas condiciones, porque una falla o la falta de algún aparato en Guatemala hubiera significado retrasos en la filmación, puesto que en el país no existían servicios especializados. Para esto era fundamental la colaboración del cinefotógrafo y de sus asistentes. En este caso, la producción contó con el excelente equipo formado por Antonio Ruiz Kilo (así apodado por kilowatt), Lorenzo Contreras y Febronio Tepozte.
Normalmente se filmaba con una o dos cámaras, dependiendo de la toma. En ocasiones, cuando se trataba de escenas peligrosas o que implicaban el movimiento de mucha gente, se usaban tres. Todo se hacía con cámaras Arriflex de 35mm.
El equipo de cámara y sonido se probaba en México previamente a la partida. Se compraban rollos de negativo y se realizaban algunas tomas, para luego enviar el material al revelado. Si la calidad era satisfactoria, podía asegurarse que el equipo estaba funcionando debidamente.
En cuanto a los rollos de negativo, era necesario comprarlos todos con el mismo proveedor y revisar que se tratara de material producido en un solo lote. De esta manera se garantizaba la consistencia en la luminosidad y el colorido en toda la película.
En ocasiones el director ordenaba llevar también algunos objetos para la escenografía. Para El castillo, se imprimieron varios grabados de un libro de ocultismo en tamaño cartel para decorar el laboratorio del doctor Tanner.
Los actores de soporte y parte del personal hacían el viaje en autobús. El director y los actores protagonistas tenían la suerte de ir en avión. A mí me tocó viajar en camión de línea y en segunda clase, acompañando a Jaime Humberto U. (nunca supe a qué apellido correspondía la “U”; este actor y cantante es mejor conocido como Humberto Cabañas), quien hizo el papel de comisario de policía en la película. Era también amigo de la familia.
El viaje por carretera duraba dos días. Aún así no resultaba tan fastidioso, porque las carreteras estaban en buen estado y el trayecto era totalmente seguro. Además, se disfrutaba de paisajes magníficos. Al llegar a la ciudad de Guatemala, la gente se hospedaba en dos diferentes hoteles: uno para el director y los actores estelares y otro para el resto del reparto y los técnicos. En casi todos los casos, las habitaciones eran de ocupación doble o triple para mantener bajos los costos. A veces se contrataban suites, que no debían su nombre al lujo de su decoración; eran simplemente departamentos de dos habitaciones. Para El castillo, uno de los cuartos y la terraza del penthouse fueron usados para filmar algunas escenas. La estancia en el país era de tres semanas en promedio por película. Así fue en el caso de El castillo.
En Guatemala, la productora Agrasánchez contaba con la valiosa colaboración de Rafael Lanuza y su extensa familia. En El castillo de las momias de Guanajuato, cuatro integrantes tomaron parte: don Rafael y su hija Carolina en sendos bits; Carlos, como foto fijas; Óscar, como encargado de vestuario. La familia tenía la amabilidad de hospedar en su casa a algunos integrantes de la producción cuando era necesario.
El castillo se rodó principalmente en la ciudad de Guatemala, pero también tuvo locaciones en Antigua, así como en la zona del Lago Atitlán y en el Bosque de San Miguel. Hasta ahora me doy cuenta de que las escenas de lucha en la Arena se filmaron en la ciudad de México. Entre el público se ven mi hermano René y dos vecinas nuestras que definitivamente no hicieron el viaje a Guatemala.
En la película pueden verse tomas del lago y los volcanes Atitlán y Tolimán; varios tramos carreteros y vistas diversas de la ciudad de Antigua y de los tres volcanes que la rodean. Se hace referencia a las numerosas iglesias de la ciudad y pueden verse las fachadas de algunas de ellas.
Otras tomas se hicieron en la ciudad de Guatemala, de la que pueden verse algunos edificios históricos, como el Palacio Nacional de la Cultura y el Arco del antiguo Edificio de Correos, así como los monumentos de la Estrella y la Torre del Reformador.
Aún quien no goce de las películas de luchadores enmascarados contra momias redivivas puede disfrutar la riqueza natural y arquitectónica de nuestro país vecino.
Rescato a continuación algunos momentos de la producción de El castillo de las momias de Guanajuato, comentados por mi hermano Alex y por mí. Las fotografías en color las tomé yo, mientras que las fotos fijas en blanco y negro son de Carlos Lanuza.
Las anécdotas de Alex.
“Mi actuación en El Castillo de las Momias de Guanajuato no fue muy grande; sin embargo, me tuve que quedar la filmación completa en Guatemala. Compartía una pequeña recámara en la casa de Rafael Lanuza con la prima Geno, que era la que administraba el dinero y llevaba la contabilidad; siempre le hacía burla porque traía su portafolio lleno de billetes para todos lados, hasta para ir al baño.“Con el dinero en efectivo que me pagaban de mi actuación me compraba juguetes guatemaltecos y los acomodaba debajo de mi cama, según yo para esconderlos y para que nadie los tocara; desgraciadamente, el hijo pequeño de Lanuza, (El Rafita) iba y los sacaba y jugaba con ellos todo el día mientras yo me iba a trabajar a la filmación. Llegaba yo cansado de filmar todo el día o toda la noche y los encontraba todos desacomodados. Un día de plano no me aguanté el coraje y me quejé con su mamá.
“En cuanto a mi experiencia como actor en esta película, recuerdo que no tenía mucha comunicación con el director (Tito Novaro); me ponía nervioso pues era muy imponente y tenía una voz muy fuerte. Con el que platicaba más era con el asistente de director Luis Quintanilla, quién también hizo el papel de mi papá. Él era el que me daba consejos de cómo actuar. Me costaba trabajo la actuación… no sé por qué pero cada vez que estaba frente a la camara y decían; “¡Acción!”, me ganaba la risa de ver a los enanos junto a mí, tan serios… (yo creo que eran los nervios). Lo bueno es que casí siempre estaba amordazado porque supuestamente me habían secuestrado y con la pañoleta que me tapaba la boca no se me veía la sonrisa. Un día Luis Quintanilla me jaló detras de las cámaras y me dijo que recordara que en la película me habían secuestrado y que estaba preso en un castillo lleno de momias y que me debía de ver preocupado y angustiado; no se me olvida que me dijo: “piensa como si se acabara de morir tu mamá”.”
Mis fotografías.
Filmar en exteriores no es fácil. Cuando se hace de día, supone pasar jornadas enteras bajo los rayos del sol y con pocas comodidades. Es especialmente duro para el director, sus asistentes y el staff. Si se trata de hacerlo en locaciones agrestes, es doblemente pesado. Aquí vemos algunas imágenes del rodaje de las escenas iniciales de El castillo, realizadas en plena carretera y en algunos parajes circundantes.Aquí vemos al equipo preparando una toma en pleno campo. Uno de los integrantes carga al hombro una de las cámaras Arriflex de la productora, mientras que al fondo se ve al director Tito Novaro y a sus asistentes, uno de ellos con una pizarra de sol en la mano.
En esta imagen vemos cómo el equipo se las ingeniaba para resolver problemas de iluminación. Pensar en colocar pizarras de sol en plena carretera no era aconsejable, por lo que se utilizó una pieza de seda blanca para matizar la luz solar sobre las actrices Zulma Faiad y María Salomé. De esta forma, se logró un efecto natural y favorecedor. El director Tito Novaro, con gorra blanca, revisa que todo esté en orden, acompañado de su asistente. En primer plano, el gerente de producción, Luis Quintanilla.
En este tipo de producciones cada actor debía llevar su propio vestuario, a menos que se tratara de un traje especial o un disfraz. Zulma Faiad lleva aquí un vestido que luego usó, años más tarde, en una de sus películas argentinas.
Blue Angel y Superzán, a quienes vemos en esta imagen, fueron personajes creados para el cine por Rogelio Agrasánchez Sr. Blue Angel no era otro que Orlando Hernández, famoso fisiculturista venezolano que llegó a ostentar el título de “Mister Latinoamérica”. No sabía luchar y por ello su papel en las películas era limitado. Apareció en las cintas en las que Blue Demon no podía participar por tener otros compromisos. Afortunadamente, la creación de este personaje no enturbió la duradera relación existente entre mi papá y el gran luchador. Por su parte, Superzán era personificado por Alfonso Mora Veytia, quien sí logró convertirse en luchador profesional.
Rodar de noche en exteriores representa dos retos: la iluminación y la temperatura. Para El castillo se filmaron muchas escenas nocturnas y varias de ellas tuvieron como locación el Bosque de San Miguel. Al ver la película puede notarse la eficacia de la iluminación, que en un paraje como éste resulta complicado de lograrse. Aquí vemos a Zulma Faiad y a María Salomé en una de esas escenas. Preocupadas como estaban observando la pelea de los luchadores contra las momias, no se percataban que uno de esos zombies se acercaba amenazante. Cabe mencionar que la espectacular Zulma era más alta que cualquiera de las momias, por lo que cualquier intento de rapto hubiera resultado en fracaso.
Las máscaras de las momias fueron muy
bien realizadas. No sé el nombre del artista que las creó, aunque bien
puede tratarse de Antonio Neira, especialista en esta clase de trabajos.
Aquí vemos algunas imágenes de estos horrorosos personajes en una de
las filmaciones nocturnas.
El buen ambiente de trabajo es fundamental en una filmación, sobre todo cuando se está en un país extranjero. Aquí posaron para la cámara Jaime Humberto, al asistente de producción Ernesto Fuentes (de anteojos oscuros) y a Jorge Bauza Pingüino con otros dos actores enanos, cuyos nombres desafortunadamente no recuerdo. Atrás se ve a uno de los choferes de la productora que también aparece en pantalla. Los actores enanos tenían muchas admiradoras en Guatemala. Siempre había jovencitas a la entrada del hotel, esperándolos para pedirles autógrafo y charlar con ellos.
Ésta es solamente una pequeña muestra del trabajo realizado por la productora Agrasánchez en Guatemala. Aunque sencillas, estas películas eran elaboradas por profesionales, quienes ponían su mejor empeño en lograr un producto adecuado al mercado infantil y familiar. Las historias, no hay que olvidar, eran totalmente fántasticas, como son en un sueño, en el que cualquier cosa puede suceder.
Cortesía: https://filmotropo.wordpress.com
Soy hijo del luchador mexicano "Gory Casanova" y me sorprendio un poco verlo en esa foto del equipo tecnico y artistico. No tenia idea que esa foto existia pero me alegrar ver que aun hay quienes siguen trabajando para recordar a aquellos que dejaron su huella.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Abner Padilla Alcantara