Víctor Martínez, hijo del creador de las
máscaras, es quien está a cargo de la empresa especializada en artículos
de lucha libre.
En la historia del pancracio muchos conocen al autor de la
huracarrana, quebradora, martinete o del lance desde la tercera cuerda,
pero pocos al fabricante del misterio que guarda una identidad… al
creador de la máscara de lucha libre: Antonio H. Martínez.
Hombre recio, tenaz y perseverante, zapatero de León, Guanajuato, que la búsqueda de una mejor situación económica lo llevó a probar suerte en la capital mexicana.
El secreto de la fabricación de la máscara de don Antonio consta de 17 medidas especiales y está patentado. Es el secreto mejor guardado de la empresa Deportes Martínez, que ahora dirige el hijo del fundador.
De origen zapatero
Corría la década de 1930 y don Antonio llegó al Distrito Federal para ofrecer su zapato en el colorido Barrio de Tepito.
Al poco tiempo se dio cuenta que aquello no sería negocio, surgiendo así su entrada a una empresa textilera.
“Se dio cuenta del empleo por medio del periódico, se quedó con el puesto, destacando su habilidad por el pespunte, situación que lo llevó a ascender en la empresa, y hasta en líder sindical se convirtió”, comparte Víctor Martínez, su hijo y ahora el rostro principal de Deportes Martínez.
La clave de la habilidad por el tejido se debía a sus más de 20 años en el sector del calzado.
“Mi padre fue un tipo inteligente y tajante, en una reunión con directivos y empleados de antaño lo mandaron llamar para conocer por qué hacía tan bien su trabajo y les contestó: en la vida hay dos tipos de personas: los vivos y los pendejos”.
El desarrollo y mentalidad de Antonio H. Martínez, como gustaba que le nombraran, ocasionó su salida de la empresa y con su finiquito emprendió en la fabricación de zapato deportivo, principalmente de box.
“Abrió un taller en Santa María la Redonda en 1933, hacía zapato de futbol, beisbol y botas de box. El punto medular de la historia comienza con la llegada de la lucha libre a México y la aparición de su ídolo y quien se convertiría en un gran amigo: El Charro Aguayo”.
Inventor de zapato de lucha
Don Antonio se convirtió en un apasionado de las luchas y de a poco fue ganándose la amistad de El Charro Aguayo.
“Le cargaba las maletas, lo auxiliaba en la esquina hasta que le propuso que fabricara botas para luchadores”.
El zapatero leonés aceptó la idea y comenzó a producir los primeros pares confeccionándolos conforme la propia experiencia del luchador.
“Terminaba un par, los usaba El Charro y según los iba sintiendo le decía quítale esto, ponle lo otro, llegando al final a hacer un zapato especializado a las necesidades del luchador”.
De boca en boca los gladiadores de aquella época comenzaron a hacer sus pedidos en el pequeño negocio ubicado a una cuadra de la monumental Arena México, en la colonia Doctores.
La primera máscara
Víctor Martínez relata que todo fluía en la vida de su padre, hasta que el luchador irlandés Ciclón McKey le propuso fabricar un antifaz con piel y agujetas como el calzado.
“Hacer la misma mecánica que con el zapato, pero para la máscara, a mi padre le pareció sencillo, pero terminó la máscara y cuando se la prueba el luchador, le quedaba chica. El Ciclón molesto le tiró el dinero al suelo y le gritó: ¡eso no sirve! Mi padre simplemente pensó que había fracasado”.
Meses después el luchador llegó con Antonio Martínez y sonriente le pidió 6 máscaras más.
“Con el sudor y el uso la piel fue dando de sí, se amoldó al rostro del luchador y después de buscar en Europa y Asia, se dio cuenta de que la fabricación de mi padre era la mejor”.
Un local de culto
La historia de Antonio H. Martínez es tan grande como los 80 años de vida de la empresa que lleva su apellido y que por su modesto tamaño, para muchos pasa desapercibida en la avenida Dr. Río de la Loza, lugar donde amablemente nos recibe y cuyas calles colindantes están “decoradas” de carteles que anuncia horas más tarde la pelea estelar entre Atlantis y Negro Casas, quien al final es sustituido por Arkángel, debido a una lesión que informa el propio luchador desde el encordado.
Un local que apenas si mide los 7 metros de largo y ancho es el lugar donde con un mostrador central y un par de aparadores a los lados, aguardan una amplia variedad de máscaras multicolores de históricos como el Santo o Blue Demon, Dr. Wagner, Tinieblas, Súper Muñeco y al fondo vestimenta completa de campeones como El Rayo de Jalisco y de una bolsa especial en piel.
En ese lugar de culto a la Lucha Libre, Víctor Martínez nos muestra el primer molde de lámina y una máscara en color blanco hecha de piel de cabra, fabricada en dos piezas que Antonio H. Martínez elaboró en 1933.
“Es prueba de las horas y persistencia que después tendría que dejar mi padre para elaborar una máscara perfectamente estética y cómoda para los luchadores”.
Un sensor en la entrada del local, que genera un tímido timbre, es el aviso de que ha llegado un nuevo cliente, el cual puede ser un aficionado buscando la máscara de su ídolo, un nuevo personaje llevando su propuesta de diseño que cubrirá su rostro o el propio Blue Demon Jr. que esperará el momento en que el negocio quede sólo para recoger su nueva “piel” de gala para usar en su siguiente contienda.
“Aquí vienen de todo, aficionados, practicantes, nuevas promesas, gente de dinero que pide un diseño especial y una gran cantidad de luchadores mexicanos”.
Máscara vs Cabellera
Las máscaras han sido enviadas a Estados Unidos, Japón, Europa y países de latinoamérica.
En sus orígenes se utilizaba piel de cabra.
Actualmente se emplean telas de alto brillo y piel sintética lavable, con aplicaciones de charol.
Mil artículos, entre botas, máscaras, capas y mallas, son las que ofrece la empresa.
En el diseño y manufactura de cada máscara participan el dueño, hijos y nietos.
Toda la manufactura se realiza en forma artesanal.
Las piezas se realizan bajo pedido, y con medidas personales.
Deportes Martínez tiene su única sucursal cerca de la Arena México en la Ciudad de México y comercializa por medio de internet.
En el sitio de internet los compradores reciben instrucciones de cómo tomar medidas para confeccionarle su máscara personalizada.
Su producto también ha sido parte de importantes obras de teatro, para ayuda de niños con quemaduras en su rostro y películas como Nacho Libre.
El Santo era uno de sus clientes más educados.
Blue Demon uno de los más exigentes.
Cortesía: http://www.am.com.mx y FRANCISCO HORTA
Hombre recio, tenaz y perseverante, zapatero de León, Guanajuato, que la búsqueda de una mejor situación económica lo llevó a probar suerte en la capital mexicana.
El secreto de la fabricación de la máscara de don Antonio consta de 17 medidas especiales y está patentado. Es el secreto mejor guardado de la empresa Deportes Martínez, que ahora dirige el hijo del fundador.
De origen zapatero
Corría la década de 1930 y don Antonio llegó al Distrito Federal para ofrecer su zapato en el colorido Barrio de Tepito.
Al poco tiempo se dio cuenta que aquello no sería negocio, surgiendo así su entrada a una empresa textilera.
“Se dio cuenta del empleo por medio del periódico, se quedó con el puesto, destacando su habilidad por el pespunte, situación que lo llevó a ascender en la empresa, y hasta en líder sindical se convirtió”, comparte Víctor Martínez, su hijo y ahora el rostro principal de Deportes Martínez.
La clave de la habilidad por el tejido se debía a sus más de 20 años en el sector del calzado.
“Mi padre fue un tipo inteligente y tajante, en una reunión con directivos y empleados de antaño lo mandaron llamar para conocer por qué hacía tan bien su trabajo y les contestó: en la vida hay dos tipos de personas: los vivos y los pendejos”.
El desarrollo y mentalidad de Antonio H. Martínez, como gustaba que le nombraran, ocasionó su salida de la empresa y con su finiquito emprendió en la fabricación de zapato deportivo, principalmente de box.
“Abrió un taller en Santa María la Redonda en 1933, hacía zapato de futbol, beisbol y botas de box. El punto medular de la historia comienza con la llegada de la lucha libre a México y la aparición de su ídolo y quien se convertiría en un gran amigo: El Charro Aguayo”.
Inventor de zapato de lucha
Don Antonio se convirtió en un apasionado de las luchas y de a poco fue ganándose la amistad de El Charro Aguayo.
“Le cargaba las maletas, lo auxiliaba en la esquina hasta que le propuso que fabricara botas para luchadores”.
El zapatero leonés aceptó la idea y comenzó a producir los primeros pares confeccionándolos conforme la propia experiencia del luchador.
“Terminaba un par, los usaba El Charro y según los iba sintiendo le decía quítale esto, ponle lo otro, llegando al final a hacer un zapato especializado a las necesidades del luchador”.
De boca en boca los gladiadores de aquella época comenzaron a hacer sus pedidos en el pequeño negocio ubicado a una cuadra de la monumental Arena México, en la colonia Doctores.
Víctor Martínez relata que todo fluía en la vida de su padre, hasta que el luchador irlandés Ciclón McKey le propuso fabricar un antifaz con piel y agujetas como el calzado.
“Hacer la misma mecánica que con el zapato, pero para la máscara, a mi padre le pareció sencillo, pero terminó la máscara y cuando se la prueba el luchador, le quedaba chica. El Ciclón molesto le tiró el dinero al suelo y le gritó: ¡eso no sirve! Mi padre simplemente pensó que había fracasado”.
Meses después el luchador llegó con Antonio Martínez y sonriente le pidió 6 máscaras más.
“Con el sudor y el uso la piel fue dando de sí, se amoldó al rostro del luchador y después de buscar en Europa y Asia, se dio cuenta de que la fabricación de mi padre era la mejor”.
Un local de culto
La historia de Antonio H. Martínez es tan grande como los 80 años de vida de la empresa que lleva su apellido y que por su modesto tamaño, para muchos pasa desapercibida en la avenida Dr. Río de la Loza, lugar donde amablemente nos recibe y cuyas calles colindantes están “decoradas” de carteles que anuncia horas más tarde la pelea estelar entre Atlantis y Negro Casas, quien al final es sustituido por Arkángel, debido a una lesión que informa el propio luchador desde el encordado.
Un local que apenas si mide los 7 metros de largo y ancho es el lugar donde con un mostrador central y un par de aparadores a los lados, aguardan una amplia variedad de máscaras multicolores de históricos como el Santo o Blue Demon, Dr. Wagner, Tinieblas, Súper Muñeco y al fondo vestimenta completa de campeones como El Rayo de Jalisco y de una bolsa especial en piel.
En ese lugar de culto a la Lucha Libre, Víctor Martínez nos muestra el primer molde de lámina y una máscara en color blanco hecha de piel de cabra, fabricada en dos piezas que Antonio H. Martínez elaboró en 1933.
“Es prueba de las horas y persistencia que después tendría que dejar mi padre para elaborar una máscara perfectamente estética y cómoda para los luchadores”.
Un sensor en la entrada del local, que genera un tímido timbre, es el aviso de que ha llegado un nuevo cliente, el cual puede ser un aficionado buscando la máscara de su ídolo, un nuevo personaje llevando su propuesta de diseño que cubrirá su rostro o el propio Blue Demon Jr. que esperará el momento en que el negocio quede sólo para recoger su nueva “piel” de gala para usar en su siguiente contienda.
“Aquí vienen de todo, aficionados, practicantes, nuevas promesas, gente de dinero que pide un diseño especial y una gran cantidad de luchadores mexicanos”.
Máscara vs Cabellera
Las máscaras han sido enviadas a Estados Unidos, Japón, Europa y países de latinoamérica.
En sus orígenes se utilizaba piel de cabra.
Actualmente se emplean telas de alto brillo y piel sintética lavable, con aplicaciones de charol.
Mil artículos, entre botas, máscaras, capas y mallas, son las que ofrece la empresa.
En el diseño y manufactura de cada máscara participan el dueño, hijos y nietos.
Toda la manufactura se realiza en forma artesanal.
Las piezas se realizan bajo pedido, y con medidas personales.
Deportes Martínez tiene su única sucursal cerca de la Arena México en la Ciudad de México y comercializa por medio de internet.
En el sitio de internet los compradores reciben instrucciones de cómo tomar medidas para confeccionarle su máscara personalizada.
Su producto también ha sido parte de importantes obras de teatro, para ayuda de niños con quemaduras en su rostro y películas como Nacho Libre.
El Santo era uno de sus clientes más educados.
Blue Demon uno de los más exigentes.
Cortesía: http://www.am.com.mx y FRANCISCO HORTA
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