El Hijo del Santo recuerda como su padre defendió a sus compañeros en una función ofrecida en Navidad
Estimados amigos de El Gráfico, deseo sinceramente que hayan pasado
una feliz Nochebuena y la Navidad en compañía de sus seres mas queridos.
Estas son fechas de compartir y no hablo de compartir sólo cosas materiales, sino de compartir nuestro amor y alegría y, ante tantos problemas que han sucedido en nuestro país durante el presente año, estas son fechas de reflexión y no debemos perder el verdadero sentido de la Navidad y acercarnos más a Dios (como ustedes lo conciban).
Hoy quiero compartirles una anécdota sobre mi padre, más que una anécdota la considero una historia de vida en donde el amor al prójimo y la solidaridad se hacen presentes.
Fue un 25 de diciembre en la década de los años setenta, cuando en una población del Estado de México se realizó una función de lucha libre en la cual estaba programado nada más y nada menos que Santo, El Enmascarado de Plata y como dice la letra de la canción del maestro Pedro Ocadiz ‘La Arena estaba de bote en bote...’
Esto gracias a la presentación de El Santo, que en esta ocasión no estaba acompañado del Cavernario, ni llevaba de rivales a Blue Demon ni al Bulldog. Esta función estaba integrada por puros luchadores locales, luchadores muy modestos que semana a semana trabajaban en esa arena y este día, para ellos, era de fiesta y no sólo porque era Navidad, lo era también porque gracias a poder alternar con El Santo, ganarían más de dinero.
Esa noche mi padre comentaba con sus modestos compañeros que era una noche fría y además, el ring estaba al aire libre, así que tendrían que calentar al máximo antes de subir a luchar. De pronto, entro el promotor con una botella de Coñac y la entrego a mi padre como un regalo navideño.
Mi papá le agradeció el gesto y al ver a sus compañeros tiritando de frío, le pidió al popular referí Alfonso Ramírez Pompín que consiguiera uno vasitos y el referí en menos de 3 minutos ya estaba de regreso en el helado vestidor; acto seguido, mi padre le pidió a Pompín que repartiera los vasos y abrió la fina botella y le dijo a todos sus compañeros que tomarían un traguito de Coñac, para brindar y para mitigar el frío.
Lógicamente entre más de 20 luchadores la botella se terminó pero a todos les toco un poco de la fino licor. De pronto entró el promotor y al ver que estaban bebiendo el Coñac que le había llevado de regalo a El Santo, le dijo a mi padre con voz molesta y despectiva: ¡Profesor, no le de comer perlas a los cerdos!
Ante este comentario fuera de lugar, mi padre se sintió apenado con sus humildes compañeros y en cuanto el promotor salió del vestidor, sacó dinero de su cartera y le dijo a Pompín: ‘¡No se como le vas a hacer, pero me consigues ahorita mismo una botella igual que ésta!’.
‘¿Pero, a esta hora en donde Profe?’ Contesto contrariado el réferi.
Entonces uno de los luchadores comentó que su suegro tenía una vinatería en el pueblo y aunque estaba cerrada podrían comprarle la botella de Coñac en la bodega que tenía en su casa.
Y después de poco más de 30 minutos, la botella estaba nuevecita en manos de mi papá, quien en la primera oportunidad, cuando entró el promotor al vestidor, mi padre le dijo amablemente.
¡Aquí esta su botella de Coñac! Agradezco mucho su gesto de regalármela pero quiero decirle que estos muchachos no son ningunos cerdos. Ellos la merecen más que yo, ya que están semana a semana trabajando fielmente para usted y para su afición en esta arena, mientras que yo vengo una vez al año!
El promotor se sintió sumamente avergonzado por lo sucedido y, por petición de mi padre, se disculpó con todos los modestos luchadores.
“Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”: Gabriel García Márquez.
Les deseo profundamente que su sus corazones y hogar reine la Paz, la armonía, la abundancia de salud y dinero y la esperanza que es la que muere al último! les mando un abrazo muy fuerte y les agradezco todo lo que me brindaron este 2014.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin mascaras!
Estas son fechas de compartir y no hablo de compartir sólo cosas materiales, sino de compartir nuestro amor y alegría y, ante tantos problemas que han sucedido en nuestro país durante el presente año, estas son fechas de reflexión y no debemos perder el verdadero sentido de la Navidad y acercarnos más a Dios (como ustedes lo conciban).
Hoy quiero compartirles una anécdota sobre mi padre, más que una anécdota la considero una historia de vida en donde el amor al prójimo y la solidaridad se hacen presentes.
Fue un 25 de diciembre en la década de los años setenta, cuando en una población del Estado de México se realizó una función de lucha libre en la cual estaba programado nada más y nada menos que Santo, El Enmascarado de Plata y como dice la letra de la canción del maestro Pedro Ocadiz ‘La Arena estaba de bote en bote...’
Esto gracias a la presentación de El Santo, que en esta ocasión no estaba acompañado del Cavernario, ni llevaba de rivales a Blue Demon ni al Bulldog. Esta función estaba integrada por puros luchadores locales, luchadores muy modestos que semana a semana trabajaban en esa arena y este día, para ellos, era de fiesta y no sólo porque era Navidad, lo era también porque gracias a poder alternar con El Santo, ganarían más de dinero.
Esa noche mi padre comentaba con sus modestos compañeros que era una noche fría y además, el ring estaba al aire libre, así que tendrían que calentar al máximo antes de subir a luchar. De pronto, entro el promotor con una botella de Coñac y la entrego a mi padre como un regalo navideño.
Mi papá le agradeció el gesto y al ver a sus compañeros tiritando de frío, le pidió al popular referí Alfonso Ramírez Pompín que consiguiera uno vasitos y el referí en menos de 3 minutos ya estaba de regreso en el helado vestidor; acto seguido, mi padre le pidió a Pompín que repartiera los vasos y abrió la fina botella y le dijo a todos sus compañeros que tomarían un traguito de Coñac, para brindar y para mitigar el frío.
Lógicamente entre más de 20 luchadores la botella se terminó pero a todos les toco un poco de la fino licor. De pronto entró el promotor y al ver que estaban bebiendo el Coñac que le había llevado de regalo a El Santo, le dijo a mi padre con voz molesta y despectiva: ¡Profesor, no le de comer perlas a los cerdos!
Ante este comentario fuera de lugar, mi padre se sintió apenado con sus humildes compañeros y en cuanto el promotor salió del vestidor, sacó dinero de su cartera y le dijo a Pompín: ‘¡No se como le vas a hacer, pero me consigues ahorita mismo una botella igual que ésta!’.
‘¿Pero, a esta hora en donde Profe?’ Contesto contrariado el réferi.
Entonces uno de los luchadores comentó que su suegro tenía una vinatería en el pueblo y aunque estaba cerrada podrían comprarle la botella de Coñac en la bodega que tenía en su casa.
Y después de poco más de 30 minutos, la botella estaba nuevecita en manos de mi papá, quien en la primera oportunidad, cuando entró el promotor al vestidor, mi padre le dijo amablemente.
¡Aquí esta su botella de Coñac! Agradezco mucho su gesto de regalármela pero quiero decirle que estos muchachos no son ningunos cerdos. Ellos la merecen más que yo, ya que están semana a semana trabajando fielmente para usted y para su afición en esta arena, mientras que yo vengo una vez al año!
El promotor se sintió sumamente avergonzado por lo sucedido y, por petición de mi padre, se disculpó con todos los modestos luchadores.
“Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”: Gabriel García Márquez.
Les deseo profundamente que su sus corazones y hogar reine la Paz, la armonía, la abundancia de salud y dinero y la esperanza que es la que muere al último! les mando un abrazo muy fuerte y les agradezco todo lo que me brindaron este 2014.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin mascaras!
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