martes, 13 de marzo de 2018

Cine Fantástico en México: La generación sin miedo

Cine Fantástico en México: La generación sin miedo | La Crónica de Hoy

Tercera parte. Luego de épocas de producción sin mucha calidad, como en los años 80 y la crisis de los 90, en el nuevo milenio hay cineastas que le han dado un nuevo rostro al cine de género





Después de la época más gloriosa del cine fantástico en México hubo una crisis de producción. La situación no mejoró en los años 80, la administración de Margarita López Portillo, directora de Radio, Televisión y Cinematografía, desmanteló las estructuras de la industria cinematográfica estatal creadas a principios de los años 70. En general se trató de internacionalizar al cine mexicano trayendo a directores extranjeros a filmar a nuestro país. Se dejó de apoyar a los directores que habían producido filmes de éxito en el sexenio anterior. A final de cuentas, el presupuesto oficial para el cine mexicano desapareció con la deuda externa.
Mientras tanto, aprovechando un cambio favorable en las políticas de exhibición, surgió una nueva industria cinematográfica privada, la cual en pocos años se adueñó del mercado mexicano. Esta industria (caracterizada por producir películas de bajo costo, en muy poco tiempo y con nula calidad) prosperó y se enriqueció a lo largo de la década de los ochenta. El cine fantástico vivió un momento importante en producción, aunque no en calidad.
En esos años, la cinematografía de terror se vio limitada en cuanto a la calidad de sus producciones , lo que duró casi 20 años. La incursión a los efectos especiales no resultó de lo mejor y solamente pocas cintas destacaron convirtiendo a sus realizadores en cineastas de culto. Entre ellos, Alejandro Jodorowsky con la cinta Santa Sangre (1989); Carlos Humberto Hermosillo con El corazón de la noche (1984) y Federico Curiel con El jinete de la muerte (1980). Algunos filmes como El hijo del sheriff (1982), de Fernando Durán, y Vacaciones de terror (1988), de René Cardona III, generaron una división de opiniones que iban de lo terrorífico a lo ridículo.
“En los años 80 había mucho cine popular. Televicine, con sus estrellas de Televisa que veías en Siempre en Domingo, eran actores que veías con Raúl Velasco y luego los veías en películas. Esa década Televicine produjo muchas películas de terror en las que veías títulos como La montaña embrujada o Vacaciones del terror, y veíamos a figuras como Tatiana, Pedro Infante o Andrea Legarreta, que eran películas dirigidas a un público que era el mismo que veía Siempre en domingo”, expresó el investigador José Luis Ortega, en entrevista con Crónica.
“Para mirar a los años 80 habrá que hacerlo contextualizando. Por ejemplo Vacaciones del terror, que fue uno de los más populares, en Estados Unidos se hacían refritos y secuelas de Amityville, que eran igualmente chafas a las películas mexicanas; lo mismo pasaba en Italia que se hacían remakes de zombies y de películas estadunidenses. El cine mexicano no estaba nada lejos de lo que se producía en aquel momento”, destacó el investigador.
Es así que más allá de entender esa década como un tropiezo para la historia del género, podría considerarse uno de sus tiempos más importantes: “Los años 80, más que decir que era la época menos creativa, si hablamos en términos de producción y por trascendencia de las películas en taquilla, fueron la segunda época de oro del cine fantástico mexicano (…) Esta pérdida de contexto ha perjudicado al cine de terror mexicano, porque pareciera que todo el cine de finales de los 70 estaba a la altura de La Guerra de las Galaxias”, explicó el autor.
En los años 80 había esa explotación del gusto popular. A finales de los 80 y comienzos de los 90, la producción se cae para todo el cine de terror: “Por un lado el público se harta de esas películas y deja de ir al cine. Cuando dejan de hacer películas para el público mexicano, comienza el hambre del cineasta mexicano para verse afuera de México, para circuitos festivaleros que llegaban a estar en la Muestra Internacional de Cine, antes del boom festivalero que existe ahora”, comentó Ortega.
Cronos es una película donde Del Toro se atreve a hacer una película diferente, en la que ya no eran filmes pensados para el público mexicano, sino que hay un desprendimiento del cine de los 80 que era de muy baja calidad, en el que abundó la chabacanada de las producciones mal hechas, de los albures, que no es que sean malas, pero sí eran filmes sobreexplotados y el reflejo de una situación”, agregó.
En los años 90 sólo se produjeron cinco películas del género: Trampa infernal (1990), de Pedro Galindo III; El sacristán del diablo (1992), de Jorge Luke; Cronos (1993), de Guillermo del Toro; Sobrenatural (1996), de Daniel Gruener y Ángeluz (1997), de Leopoldo Laborde.
“En los años 90 casi desaparece el cine de terror, sólo hubo películas contadas. Pero así como ocurrió en los años 50 y 80, las cosas cambiaron para el nuevo milenio. Quizás en los primeros años no era tan evidente, pero después del 2010 tenemos a una generación importante”, destacó el investigador.
El nuevo milenio le sentó bien a los géneros del miedo, que se unieron al boom mundial. Con cintas como Kilómetro 31 (2007), de Rigoberto Castañeda; Bajo la sal (2008), de Mario Muñoz; Somos lo que hay (2010), de Jorge Miche Grau; Ahí va el diablo (2012), de Adrián García Bogliano; o El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro, desde España, la cinematografía nacional recobró fuerza y continúa a la alza con espacios que abrieron festivales del género como Mórbido, Feratum o Macabro.
“Lo importante de esta generación es que hace películas con recursos propios, casi sin apoyo oficial. Esto es fabuloso. Además los festivales de terror le han dado un impulso importante al género, no sólo exhibiéndolo sino fomentándolo. Los jóvenes que crecieron viendo el cine de terror del nuevo milenio ahora también es más fácil que lo puedan hacer”, concluyó.
En los últimos años han figurado cineastas como Isaac Ezban (Los parecidos, 2015), Lex Ortega (Atroz, 2015), Gigi Saul Guerrero, con sus cortometrajes; Ulises Guzmán (Alucardos, 2011), Diego Cohen (Luna de miel, 2015), Aarón Soto y Laurette Flores, por mencionar algunos, y que la mayoría de ellos también forman parte de las antologías de cortometrajes de México Bárbaro. Así como el caso de Issa López, quien tuvo un debut triunfal en el género con Vuelven (2017). Se vienen proyectos como la segunda parte de México Bárbaro Aztech, sólo por mencionar algunos de esta nueva generación que mira al terror sin miedo.
cortesía: http://www.cronica.com.mx y ULISES CASTAÑEDA

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