Imagen: Los Pleyers.
Un luchador de plástico, con algunos rastros de una pintura plateada muy corriente descansa en el fondo de una caja de juguetes. El gladiador de juguete tiene rebaba en las manos y la pose de quien espera el embate de un adversario. Su capa, hecha con una bolsa de plástico, está rota y ya no cuelga de su cuello.
Ese muñeco representa a una de las figuras más queridas y reconocidas en México: El Santo. Quizá el personaje que, solo detrás de la Virgen de Guadalupe, representa mejor la idiosincrasia del mexicano.
Rodolfo Guzmán Huerta nació el 23 de septiembre de 1915 en Tulancingo, Hidalgo, cinco años después él y su familia se trasladaron a la Ciudad de México, donde inició la leyenda del Enmascarado de plata.
“En la capital Rodolfo opta por el gran recurso de los niños sin recursos: el triunfo deportivo. Juega futbol y beisbol, aprende lucha olímpica y, finalmente (el argumento económico es la vocación más personal), Rudy y sus hermanos se dedican a la lucha libre en las arenas chicas: la Roma Mérida, la Escandón, la Libertad…”, escribe Carlos Monsiváis en “La hora de la máscara protagónica”, que aparece en su libro Los rituales del caos (1995).
Quienes conocieron a Guzmán dicen que se trataba de un tipo tímido que, contrario a lo que todos pensaríamos, encontró una identidad ocultando la suya. Su primer nombre como luchador fue Murciélago II, un homenaje al también luchador Jesús “Murciélago” Velázquez.
Jesús Lomelí, su entrenador, fue quien alentó a Rodolfo a cambiar de identidad: “Tienes que ser tú mismo, y para eso tienes que ser otro”.
En Los Rituales del caos, Monsi rescata que fue Lomelí quien le presentó a “Simón Templar, alías El Santo, héroe justiciero de las novelas policiales de Leslie Charteris y de una serie cinematográfica”. Así nació la leyenda que hoy es una marca registrada.
El Hijo del Santo, ha sido el encargado de aumentar y comercializar la gran fama del Enmascarado de Plata. Motivo que ha conflictuado a los otros nueve hijos de Rodolfo, que aunque reciben regalías de las más de 50 películas que filmó su papá, siguen creyendo que Jorge explota el nombre de la Leyenda.
“Me criticaron mucho era como ‘estás explotando la imagen de mi papá’, cuando yo estoy explotando la imagen que mi papá me dejó a mí, para evitar ese tipo de comentarios decidí explotarme a mí mismo y puse mi marca: El Hijo del Santo”, declaró Jorge hace unos meses para Confabulario.
La presteza que tuvo El Santo en el entarimado nada tiene que ver con lo que le faltó debajo de este, o seguramente, a pesar de su fama, no imaginó que después de su muerte, en 1984, su imagen no pararía de generar billetes.
Como gladiador, El Hijo del Santo no tuvo tantas grandes noches como su padre, sin duda sus mejores lances se dieron en las cajas registradoras (donde la campana emite el mismo sonido que el inicio de un nuevo round) y en sus cuentas bancarias. Siendo su mejor “llave”, la tienda de souvenirs del histórico luchador ubicada en el Aeropuerto Internacional de México.
Pero, ¿por qué habría una tienda de El Hijo del Santo en el AICM? Sencillo, El Santo es una parte fundamental de la cultura popular mexicana y para cualquier turista un producto que tenga una de las máscaras más bellas de la Lucha libre mexicana, resulta un buen recuerdo.
Muchos consideran que la fama de El Hijo del Santo es fortuita, ya que no está ni cerca de igualar lo que su padre logró a ras de lona. Y que su mérito real, hablando de negocios, estuvo debajo del encordado.
Para los aficionados, la carrera de El Hijo del Santo, digna de destacarse, hay que decirlo, se ha visto superada por temas que van más allá de las tres cuerdas y critican que un símbolo de la cultura popular mexicana sea una marca registrada en busca de regalías. Una discusión que al parecer nunca tendrá fin.
El Hijo del Santo recién ha anunciado su retiro y como asegura Ximena Rojo en “El ABC del Santo, el Enmascarado de Plata”, artículo publicado en Código Espagueti, dará paso a su hijo, El Santo Jr, para continuar con la tradición familiar.
Por lo pronto, el día 18 de octubre de 2018, se estrenó el documental El Hombre detrás de la máscara, que retratará las andanzas de Rodolfo Guzmán, el hombre que fue eclipsado por una “tapa”.
Cortesía: https://lospleyers.com y OTTO ZULOAGA
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