Hoy se cumplen 99 años del nacimiento de Rodolfo Guzmán Huerta, El Santo
Hoy sería el cumpleaños de mi padre. Nació bajo el signo de Libra hace 99 años, un martes 23 de septiembre de 1917. Fue hijo de Jesús Guzmán Campuzano y Josefina Huerta Márquez, así como el quinto de siete hermanos: Jesús, Enrique, Miguel, Alicia, Josefina y Javier.
Ésta es una buena oportunidad para compartir con ustedes, en las páginas de El Gráfico, parte de una charla que mi padre sostuvo con el periodista Noé Cubas Colmenares y que fue editada por Publicaciones Liverpool, S.A México, en el libro titulado Sangre, Sudor y Lágrimas.
La plática trata sobre la época de oro del box y lucha mexicanos, cuyos protagonistas fueron Santo, El Enmascarado de Plata y Rodolfo Casanova. Da inicio así:
“Profesor, cuando alguna vez escriba lo que usted me dice volveré a vivir en la quietud y recordaré para siempre sus palabras”, expresó Noé Cubas a El Santo.
El periodista describió los movimientos y las emotivas palabras del ídolo plateado.
“Él levantó su taza de café, me miró profundamente y dijo: ‘Usted será al único que le platique esto porque a veces siento ardientes deseos de descorrer las cortinas que cubren las tinieblas que me rodean. En mi vida, día a día, nace una nueva historia que se queda oculta’”.
—¿Cuándo nació?— preguntó Noé a El Enmascarado de Plata, quien ofreció una respuesta de largo aliento.
“Han pasado los años. ¿Cuántos? Ya no recuerdo; he nacido muchas veces. Para mí, ni el calendario ni el tiempo han contado”, relató El Santo.
Continuó: “Tulancingo es una pequeña población y un centro agrícola que se encuentra en Hidalgo, donde la tranquilidad mora en cada casa. Ahí llegué al mundo, fui el quinto de siete hermanos.
“Sólo recuerdo aquella nuestra casa, la de mis padres y abuelitos, a los que tanto quise. Éramos de buena familia. Mi madre era muy bonita, alta, de ojos redondosy grandes; nariz pequeña, de labios tan rojos como el clavel.
“Mi padre era muy alto, de cejas espesas, de mirar triste, mentón fuerte, bigote ralo y vestido impecablemente con sus camisas de cuello de almidón. Hablaba pausadamente y nos miraba largamente cuando nos reprochaba algo. Había en aquella mirada una profunda tristeza escondida. Murió cuando yo era aún muy pequeño, su partida fue muy triste para mí, es una tristeza que se ha prolongado a través del tiempo”.
Cubas culminó con este sentir la charla: “Él iba hacia la fama , hacia las grandes alturas. Era, y lo sigue siendo, un modelo de amigo, de padre, de luchador, de gente decente. Santo, El Enmascarado de Plata, no tendrá más que un sólo final, el que tenemos todos los que nacemos, la muerte”.
Pronto daré a conocer las actividades para celebrar todo el año el centenario de este hombre que ha traspasado las fronteras del país y que, al portar su máscara, símbolo identificado orgullosamente mexicano, me ha permitido ser embajador por el mundo.
Aclaro, no sólo es portarla, ha sido un trabajo en el ring y abajo de él durante 34 años.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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