El Hijo de El Santo recuerda una complicada batalla en la que su valor le dio una recompensa muy especial
El pasado martes 21 de abril asistí a la presentación del Cinturón Esmeralda del prestigiado organismo World Boxing Council (WBC) o en español Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Invitación que recibí de parte de mi estimado Mauricio Sulaimán.
Este cinturón es una joya valuada en un millón de dólares y fue fabricado por artesanos mexicanos. Contiene plata, oro de 24 kilates, así como 3 mil 17 esmeraldas. Fue mandado hacer ex profeso para el esperado encuentro entre Floyd Mayweather y el filipino Manny Pacquiao llamado La pelea del siglo. Este evento es uno de los sueños cumplidos de don José Sulaimán (qepd) gracias a su hijo Mauricio, presidente de este organismo al que orgullosamente pertenezco y represento al poseer el primer y único campeonato mundial “Verde y Oro” de lucha libre avalado por los 165 países que lo conforman.
Mientras transcurría esta presentación vi con gran interés la historia de estos cinturones. El primer fajín fue de plata sobre terciopelo color negro y está dentro de la primera generación. La segunda generación de estos campeonatos fue diseñada por el propio don José y ya aparece el color verde con la placa bañada en oro. La tercera generación es verde y oro; en éste aparecen las banderas que conforman el organismo y a los costados las fotos de don José Sulaimán, de Joe Louis y Cassius Clay. En la cuarta generación se mantienen la combinación verde-oro, pero se incrementa el número de banderas debido a que más países se integran al WBC.
Esta batalla fue sumamente difícil, ya que el alumno de Tatsumi Ring Fujinami y de Gran Hamada resultó ser un rival muy bien preparado, que tenía una salida para cada llave que yo aplicaba y, casi al final de la lucha, me lancé una plancha hacia fuera del ring. Él, astutamente, se quitó; mi rostro se estrelló en el piso y hasta me rompí la nariz.
El impacto de más de 4 metros de altura, (porque fue desde la tercera cuerda) me noqueó y en el suelo escuché el conteo del referí como si fuera un eco. De pronto vi mis manos empapadas de sangre y una poderosa inyección de adrenalina inundó mi cuerpo, miré a mi cínico rival riendo sobre el ring y antes de los igurosos 20 segundos subí al cuadrilátero con un único pensamiento: ¡Ganar!
No sé de dónde saqué fuerza, pero me fui sobre Kamuy y con rodillazos y patadas al rostro emparejé las acciones; la hemorragia no cesaba y si los japoneses son guerreros, los mexicanos lo somos más. José Sulaimán estaba sumamente preocupado y, antes de que pararan la lucha, una contundente llave de a caballo partió en dos la espalda de Kamuy, quien pidió paz.
Aún recuerdo que cuando el réferi levantó mi mano en señal de triunfo y colocó en mi cintura el emblemático campeonato, no pude contener el llanto. Tomé el micrófono y le agradecí al señor Sulaimán la gran oportunidad; entonces me despojé de la ensangrentada máscara colocándome al instante otra y se la entregue en su mano.
Después no recuerdo lo que sucedió, hasta que desperté en mi habitación con un insoportable dolor y una mascarilla de yeso en mi nariz.
Cuando mi mente regresó al presente me sentí sumamente orgulloso al saberme campeón mundial de este organismo y tener en mis manos un cinturón verde y oro que después de una serie de pláticas y reuniones entre los representantes de los 164 países que lo avalan, se me autorizó para hacer mi primera defensa ante Oliver John aquí en la Ciudad de México. La buena noticia me la dio don José Sulaimán, quien convocó a una rueda de prensa para anunciar esta lucha, celebrada dentro de Todo X el Todo.
Intentaré hacer una segunda defensa en la ciudad de Londres el próximo mes de julio, esto si los doctores en Estados Unidos y México lo autorizan.
Para mí es un honor ostentar este cinturón que nadie me regaló y que gané arriba de un ring. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin mascaras.
EL HIJO DEL SANTO
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