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Aquel domingo de septiembre de 1978, a Bobby Lee le robaron
la pelea contra El Santo. Había veinte mil testigos en el Palacio de los Deportes.
El Enmascarado de Plata tenía 61 años y La Bestia del 78, en pleno apogeo, sólo
28. Era el favorito y venía de derrotar al legendario luchador en un duelo
previo en el que retuvo su título de campeón mundial.
“Entonces El Santo me da una pasada, luego otra, y cuando me
agarra de a caballo yo tenía un pie atorado en una cuerda. Todos gritaban:
¡fraude, fraude! Todo el mundo vio que mis pies estaban fuera del ring”, cuenta
Carlos Alvarado sobre el momento en el que perdió su máscara.
Meses después de aquella épica batalla sufrió una lesión en
la espalda que lo alejó de los cuadriláteros. Pero antes forjó su leyenda. Le
bastó un año para convertirse en ídolo: el 16 de julio derrotó a Solar I en
Monterrey y se proclamó campeón mundial; el 13 de agosto, junto a Villano III,
derrotó a Los Escorpiones I y II en el Palacio de los Deportes; y el 27 de
agosto defendió la corona Mundial Welter de la Asociación Universal de Lucha
Libre (UWA) ante El Santo.
Fue protagonista de la época dorada de la lucha libre
mexicana junto a Aníbal, Mil Máscaras, El Solitario y el Perro Aguayo. Una gran
historia para una persona que a los 9 años vendía billetes de lotería por las
calles, bares, cantinas y restaurantes de León y que a los 12 descubrió en el
deporte una nueva forma de vida.
Su padre, Gregorio Alvarado, lo acompañaba a entrenar
natación en la Unidad Deportiva del Estado, donde fue miembro del primer club
llamado ‘Tiburones’. Luego entrenó clavados, disciplina en la que ganó
campeonatos a nivel municipal, estatal, interestatal y en un pre-nacional,
donde quedó primero en 1968. Este deporte le permitió resaltar en los
cuadriláteros por su estilo aéreo, que fue retomado en Japón por Satoru Sayama,
quien imitó a Bobby Lee hasta en el nombre.
Probó en gimnasia, judo y karate. A los 18 años se inició en
la lucha libre por invitación de Bernardo Chagolla. “Debuté como ‘El Impacto’.
Mi primera lucha fue en la colonia Piletas con un ring improvisado. Entre
escombros, con cuerdas hechas de cuero y lazo”. Sus rutinas de entrenamiento
eran de tres horas: corría, saltaba, cargaba a un compañero, subía y bajaba
gradas de la tribuna y hacía sentadillas.
Los hermanos Carmona (Pablo y Chato) eran unos maestros muy
conocidos cuando Bobby Lee se inició en la lucha en pequeños foros pequeños
como La Españita, La Libertad, La Merced y varios más que le hacían la
competencia a la mítica Arena Isabel.
Así se preparó para luchar contra la leyenda. “Uno de los
últimos grandes rivales del Santo fue Bobby Lee”, llegó a decir el Hijo del Santo.
“Primero te voy a dar la oportunidad”, cuenta Alvarado que le dijo El Santo.
“Vamos a luchar por tu cinturón de campeón mundial. Si te lo gano, ahí muere.
Si lo retienes, nos echamos la pelea por la máscara”. Bobby Lee retuvo el
título, pero no la máscara.
Entre sus pertenencias conserva una fotografía del 3 de
septiembre de 1978, donde al reverso se lee: “Campeonato Mundial Welter. Bobby
Lee vs Santo, Palacio de los Deportes, México. Vencedor Bobby Lee”.
Ahora le queda el recuerdo de sus hazañas y sus grandes
luchas en Bolivia, Estados Unidos, Panamá y Japón, país en el que aprendió
shiatsu y medicina oriental con la que se trató de la espalda. Y empezó a
ofrecer masajes terapéuticos en un local de la calle Mayas, en la colonia Buganvilias,
donde vive el gran ídolo de la lucha libre de León. Fuente: instituto cultural
de león.
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