viernes, 13 de enero de 2017

Nada es igual



En casi tres décadas todo ha cambiado en la lucha libre, incluso yo






Era un día como hoy, 13 de enero, pero de 1991. Aquel domingo,  el Toreo de Cuatro Caminos lucía totalmente lleno y yo expondría una vez más mi máscara e intentaría conquistar mi cabellera número 20. 
Estaba sumamente nervioso por ese difícil compromiso,  pero también tenía mucha confianza en salir adelante, a pesar de tener frente a mí a un excelente y experimentado luchador que me superaba casi por 30 kilos de peso. 
Subí en hombros al ring acompañado por el japonés Gran Hamada. Detrás, El Brazo de Oro llegaba con su hermano, Brazo de Plata,  como second.
En su esquina se murmuraban al oído y sus miradas penetrantes lograron intimidarme,  pero el sólo grito de “¡Santo, Santo, Santo!” me  devolvió la confianza.
La primera caída inició con rudezas, golpes, rodillazos, jalones de máscara, estrangulación en las cuerdas. Yo intentaba reaccionar,  pero el mayor tonelaje y fuerza  de él me lo impedía. 
Después de un poderoso power boom y espaldas planas perdí la primera caída. Inició la segunda y el réferi Bukles  no podía detener la furia del Brazo,  quien me estrellaba  contra los tensores y  la reja de protección, mordía mi frente y me tundía  de cabezazos hasta sangrarme. 
Me dio tanto coraje sentir y ver mi sangre que reaccioné con toda mi fuerza.  Un rodillazo en el rostro, un tope hacia fuera del ring, estrellones en los postes, el tope de Cristo y una contundente de a caballo me llevaron al triunfo en la segunda caída. 
Muy sangrados los dos iniciamos la tercera caída.  El público dividido,  al filo de la butaca,  gritaba enardecido, mientras nosotros dábamos el  máximo esfuerzo con llaves, palancas, topes, planchas, toques de espaldas. 
Ya más lentos y agotados por la pérdida de sangre, en el toma y daca, logré aplicar mi tope de clavado en pleno estómago del de Oro, pero no pude aplicar la de a caballo. 
Mi máscara ya era roja y no podía ver; esto lo aprovechó mi rival para aplicarme un crosh que retumbó en mi espalda. Me levantó para aplicar uno más, pero se lo cambié por un paquete total, lo amarré con las piernas con toda mis fuerzas para que el Bukles contara las tres palmadas, alcanzando el anhelado triunfo. 
Actualmente el Brazo de Oro es empleado del CMLL en el sindicato de luchadores de dicha empresa. El  Toreo es un consorcio de oficinas y centro comercial y yo un luchador independiente en plenitud y madurez. 
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras. 
El Hijo del Santo

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