Cuando muchos ya pensaban que el género estaba agotado en eso de inventar máscaraspara luchadores casi desconocidos, pero con ánimo de pertenecer a la historia del Cine de Luchadores, el director Raymundo Calixto, se saca de la manga a El Charro de Tacubaya y, en el 2005, lo pone de estelar al lado de dos estrellas del cine nacional: El ex Fiscal de hierro y gatillero del cine de acción a la menor provocación: Don Mario Almada y la ex Reina del Fantástico Mexicano (que ya no le hace honor a su nombre) y experta en hacerse de rogar: Lorena Velázquez.
Don Mario, le da consejos luchísticos a un bolero llamado Lorenzo que, pese a la historia de redención y transformación de limpiador de calzado a estrella del pancracio (con audiencias que no superan a una veintena de público en arenas casi desconocidas) al final reconoce su destino no como campeón, sino como experto en grasas de calzado, franelas y cepillos para dar brillo.
Un año después, el estadounidense Jared Hess y productores asociados, enmascaran al actor Jack Black y lo suben al ring fílmico como Nacho Libre, en una película de factura hollywoodense, donde el gringo va en superlibre para conquistar el amor de una monja nacional: Ana de la Reguera, de buen ver y mejor tocar.
A la peli no la rindió el público mexicano, que incluso se río de buena gana con ella, sino una crítica exquisita que vive del recuerdo de las cintas de Godard, Bergman, Kurosawa y anexas y que no soporta el Cine de Luchadores.
También del 2006 es Los Pajarracos que preconiza eso de que: en las películas siempre ganan los gringos aunque en esta versión fronteriza acaban chingándose con Miguel Rodarte que, enmascarado, responde al mote de El Pajarraco, con grandes aspiraciones de luchar en grandes escenarios y no pinchurrientas arenas de quinta. La película tiene la aparición del santo patrono del narco: Don Jesús Malverde, que le aconseja al enmascarado que no se pase de lanza y que no deje la lucha, para no verse como cobarde y rajón.
Ya con estas me despido: Julio “Augurio” Aldama Jr., el auténtico y verdadero hijo de El Señor Tormenta, al parecer es el único director de cine que le sigue rindiendo culto al género inventando no solo tramas increíbles, sino máscaras inimaginables para lo que queda del pancracio fílmico: Desde su alter-ego: El Demonio Negro, hasta inventarle para el celuloide digital nuevas capuchas a Súper Muñeco, Súper Ratón y Súper Pinocho y lanzar al estrellato desde la tercera cuerda a personajes como El Gato Salvaje.
Parece ser que de los últimos de la estirpe luchística mexicana sea Estrella de Plata, protagonista de la cinta del mismo nombre (2009), que no es otro que Joaquín Cosió, que ejerce de taxista luego del retiro y que esta frustrado ya que su acérrimo rival: El Escorpión Verde nunca le quiso dar el ansiado duelo de máscara contra máscara. Por méritos propios la película de Carlos Meléndez, salto en triple mortal del Festival Internacional del Cine de Morelia, hasta el mismísimo Festival de Cannes.
Junto a él, hay que destacar a la dupla integrada por los enmascarados: Instinto y Astucia, inventados por Ulises Jiménez, para el cortometraje La Última Caída y al Ojos de Agua(2012) encapuchado que hizo debutar en el cine el director Luis Alfredo Aguilar, poniendo al enmascarado taquero de sabrosos de ojo frente a una horda de mujeres sexy-zombis, a las que les da sin que propiamente se lo pidan.
Y colorín colorado… Esta historia de máscaras inventadas para el cine se acabó.
Cortesía: http://www.actualmx.com/ y Pepe Návar
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