Un viernes 7 de noviembre de 1952 se llevó a cabo uno de los encuentros más importantes y significativos de la lucha libre mexicana.
Varios aspectos lo hacen inolvidable, ya que fue la primera batalla de apuesta entre dos populares enmascarados: El Santo y Black Shadow. Se transmitió por televisión a nivel nacional, paralizó a nuestro país y fue un combate efectuado en la Arena Coliseo que rompió el récord de asistencia con más de 6 mil aficionados.
La rivalidad surgió en 1947 y se acrecentó a inicios de la década de los cincuenta, cuando Black Shadow formaba una sensacional pareja con el Cavernario Galindo. Pero en una ocasión tuvieron diferencias y el Cavernario se unió a El Santo, hecho que aumentó la rivalidad a través del odio y los celos del Hombre de Goma sobre el Enmascarado de Plata.
Así que sin tener otra opción, El Santo lanzó un reto de máscara contra máscara a Shadow, ya que ésta era la única manera de ver quién era el mejor.
Esa noche, ataviado con una elegante bata negra, el primero en subir al ring fue Shadow, quien llevó como second al entonces novato Blue Demon.
Minutos después apareció El Santo con su inigualable capa plateada, acompañado de Dick Medrano como auxiliar de su esquina.
El réferi Rodolfo Blancarte dio la señal para que iniciara el combate, que arrancó de manera técnica, pero El Plateado empezó a golpear a su acérrimo rival contra los esquineros del ring. Esto provocó la desaprobación del público y de Blue Demon, mas continuó el brutal castigo y con una serie de topes a la mandíbula, impulsándose con las cuerdas del cuadrilátero, El Santo noqueó a Shadow, quien escuchó las tres palmadas ante la algarabía de la porra ruda.
Al inicio de la segunda caída la pasión estaba en efervescencia y el público dividido. El Príncipe negro, como algunos lo llamaban, también sabía golpear y así reacciono frente a su enemigo hasta colocarle un tirabuzón que El Santo soportó y luego logró romper.
El Enmascarado de Plata reaccionó y aplicó otra serie de topes a la mandíbula, aunque esta vez Shadow, astutamente, evitó uno de ellos y el Atómico se estrelló de cabeza en la lona, situación que aprovechó el de negro para vencerlo.
Ya empatada la lucha sonó el silbato que anunciaba la tercera y definitiva caída. ¡La gente estaba al filo de la butaca, enloquecida! Los dos se emplearon a fondo para terminar lo más pronto posible, resistiendo golpes, llaves y castigos ante las angustiadas gargantas que gritaban como locas.
Ambos contendientes buscaban el triunfo. El Santo aguantó un doloroso cangrejo que casi rompe su espalda, después una swástica y sacando fuerza de flaqueza reaccionó al colocar una contundente llave de a caballo que parecía el final; sin embargo, la sombra negra logró romper el castigo.
El público estaba enardecido cuando mi padre fue lanzado hacia afuera del ring, mientras El hombre de goma lanzaba un poderoso tope entre segunda y tercera cuerda y que el astuto Santo esquivó para hacer que su rival se estrellara contra las butacas.
El encuentro estaba al rojo vivo y Shadow regresó al ring a la cuenta de los 19 segundos sólo para recibir una serie de tijeras al cuello, seguidas por topes rematados por una rana de la que ya no podría zafarse.
Minutos después sucedió el momento esperado por todos. Ante una lluvia de flashazos de los fotógrafos y gente arremolinada alrededor del ring, Alejandro Cruz se despojó de su fúnebre máscara y mostró resignado su rostro, mientras El Santo salía victorioso hacia los vestidores cargado en hombros.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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