A 32 años de haber llegado hacia Dios dentro de su condición de paladín
de la justicia tras las cámaras fílmicas y luces de teatro, y sobre todo por su
apego a ser un luchador limpio habiendo rápidamente borrado sus inicios de
enmascarado desalmado en el ring, todo lo que conlleve a El Santo el hombre de
la capucha de plata continuará siendo noticia hasta el final de todos los
tiempos.
Recordándose cada aniversario de su partida hacia las regiones
celestiales, todo un caudal de hechos, redescubriéndose partes, formas y llaves
que continúan sorprendiendo por igual a limpios y rudos, sobre todo aquella
fecha fatal del 5 de febrero de 1984 cuando la muerte lo sorprendió en el
interior de su camerino en el teatro Blanquita, en donde reposaba luego de
haber trabajado durante la función de moda o de la tarde en dicho escenario,
tal vez mandada por Drácula, Frankestein, la hija de este, El Hombre Lobo o Los
marcianos rivales, Las mujeres Vampiro entre otros engendros infernales a los
que derrotó en dos caídas al hilo en el mundo fascinante del séptimo arte.
De
esa forma Santo se fue con las botas, su capa con diamantinas compradas en La
Merced, y con sus mallas o pantalón deportivo de súper héroe puesto, luego de
aquellos sus actos de escapismo en el escenario teatral llevando como compañero
no a Blue Demon ni al Mil Máscaras, pero si a un humilde mago casi sacado de
los barrios bajos o para estar más a tono con al dirección del Blanquita del
mero centro de la plaza Garibaldi.
Más lo interesante para nuestra ciudad de
Córdoba, fue el hecho de las muchas visitas del Santo, sobre todo cuando la
lucha libre profesional era regenteada por aquellos singulares hermanos Mora
allá por los rumbos del barrio del Mercado, hacia donde llegó en una ocasión el
enmascarado plateado.
Recordando aquella anécdota que lo envolvió cuando un
borrachito lo descubrió al momento de bajarse de su vehículo en las puertas
mismas de la Arena, y que se enneciaba en que el luchador le diese su autógrafo
y sobre todo el saludo afectivo de las buenas noches por lo menos.
Cortesía de: El Mundo de Córdoba y Tomás Setién F.
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