El Hijo del Santo recuerda su relación con el “joven terremoto”
Doy las gracias como todos los viernes a mi amigo la Dra. Janeth Peñafiel por enviarnos la imagen de la columna "Hablemos sin máscaras" de nuestro amigo El Hijo del Santo...
Cuando inicié mi nueva aventura de escribir para un diario fue en el periódico El Gráfico y en mi primera entrega les compartí una historia muy singular de una persona que llamó a mi celular.
Jamás me entere cómo esta persona consiguió mi número ni tampoco se lo pregunté, pues algo me dijo que debía contestar esa llamada.
Esa noche, de pronto sonó mi teléfono celular y como vi un número desconocido decidí no contestar. Sin embargo, el timbre insistió, así que finalmente contesté y en seguida escuché una voz de hombre:
HDS: ¿Bueno?
Jesús: ¿Hablo con el Hijo del Santo?
HDS: Sí, ¿quién le llama?
Jesús: Jesús, ‘el joven terremoto’.
HDS: ¿En qué te puedo servir Jesús?
Le contesté amablemente y lo escuché con mucha atención cuando mencionó ‘el joven terremoto’ y dio inicio a su relato.
“Santo, usted me ayudó cuando yo tenía 5 años de edad. Fui uno de los bebés que sobrevivieron en el terremoto de la Ciudad de México aquel 19 de septiembre de 1985, entonces yo era un bebé recién nacido y quedé sepultado entre los escombros de mi casa, hasta que después de muchas horas unas manos enviadas por Dios me rescataron igual que a otros bebés recién nacidos como yo.
“No sé si usted recuerde que en el año de 1990, en la estación de radio XEW, el señor Nino Canún hizo un programa especial para ayudar a ‘los niños del terremoto’ y entonces ahí lo conocí. Usted amablemente entregó al señor Canún una de sus máscaras profesionales que utiliza para luchar en el ring y propusieron realizar una subasta”
Yo escuchaba su charla sin interrumpirlo y con mucha atención.
“Afortunadamente esa máscara fue uno de los objetos que más recibieron llamadas del público y se acumuló una cantidad importante; gracias a ese dinero logré iniciar mis estudios en pre-escolar y después entré en la primaria. Hoy con mucho orgullo le comparto que soy licenciado y sólo quería darle las gracias”.
¿Se pueden imaginar lo que sentí cuando este joven que hoy tiene 30 años de edad me compartió su historia? Sencillamente se me hizo un nudo en la garganta y no pude contener el llanto.
Como ésta hay muchas historias más. Es increíble haber tenido contacto con alguno de los bebés que ese 19 de septiembre del 85 sobrevivieron de entre los miles de muertos que, a ciencia cierta, nunca hemos sabido la cifra verdadera que dejó el terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter.
Hoy tengo dos sentimientos encontrados: uno de felicidad por los sobrevivientes y otro de profunda tristeza por la gente que murió, pero sobre todo por la que perdió a sus seres más queridos y al día de hoy aún les lloran.
La ciudad de México ya nunca fue la misma; los capitalinos tampoco. Miles de damnificados, pánico, olor a muerte, llanto, edificios caídos, desconcierto ante lo que en un principio nadie sabíamos cómo reaccionar son algunos de los recuerdos que vienen a mi mente.
Después de tres décadas, la remembranza más grande que tengo es la de una impresionante solidaridad entre los mexicanos que cuando nos vemos afectados respondemos con una unión y fuerza imparable.
Así como Jesús, muchos otros sobrevivientes de este terremoto seguramente están convencidos de que Dios existe. Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
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