Un documental que se queda a medio camino, en parte por su pobre diseño de producción.
Lo admito, soy uno de esos extraños seres que son fans de las biografías. Desde mi adolescencia disfruto leyendo sobre la vida de los personajes célebres (e incluso de los no tan célebres), conocer sus secretos, sus triunfos y fracasos, así como los momentos que humanizan a los héroes y villanos de la cultura popular. Por eso, sé que normalmente las biografías oficiales, las que cuentan con el aval del personaje que retratan, así como las autobiografías, suelen ser más sosas y menos interesantes, por preocuparse demasiado por mantener impoluta la imagen del biografiado.
El Hombre detrás de la Máscara, el documental sobre el Hijo del Santo dirigido, producido y escrito por Gabriela Obregón (esposa de El Hijo del Santo), no escapa al mayor problema de las biografías oficiales, a pesar de ser interesante (sobre todo la primera mitad de la cinta), no deja de parecer un homenaje del luchador a sí mismo. Además, uno muy pobre en cuanto a recursos técnicos.
Primero fue el Santo
Cuando yo era niño, a pesar de ya estar muerto, El Santo estaba presente en la mente y memoria de todos los mexicanos. Semana a semana teníamos a nuestro alcance las películas del personaje y, además, podíamos ver en los encordados al continuador de la leyenda quien, a pesar de su corta estatura, era uno de los mejores luchadores de finales de los ochenta y principios de los noventa, con una técnica que, de acuerdo a varios expertos, era mucho mejor que la de su padre. Sin duda, el Hijo del Santo daba grandes espectáculos en el ring, combinando lucha a ras de lona con vuelos muy estéticos, que lo encumbraron muy pronto en el gusto de la gente. En más de una ocasión recuerdo a la Arena México rugiendo de emoción gritando “¡Santo, Santo, Santo!” en honor al Hijo del Santo.
Justo por lo anterior, estaba ávido de conocer información sobre el Hijo del Santo. En el documental vemos el camino que tuvo que tomar el hijo de Rodolfo Guzmán hasta convertirse en El Hijo del Santo, y la primera parte de la película está bien armada. La narración del relato de El Hijo del Santo se acompaña de material de archivo, grabaciones familiares y algunas entrevistas, que nos dejan ver la historia de un niño (el décimo y último hijo de Santo) que soñaba con ser luchador para seguir los pasos de su padre, una madre con problemas de salud, que eventualmente termina por fallecer muy joven, y una dinámica familiar propia de la clase media en asenso de los años sesenta y setenta.
En esta primera parte vemos constantemente la presencia de El Santo. Pero es El Santo en la etapa final de su carrera. Recordemos que, cuando nació, al futuro Hijo del Santo le tocó crecer con un Santo ya consolidado como una estrella. La historieta de José G. Cruz tenía 10 años de éxito, y tenía por lo menos 8 películas estrenadas. Así, al hijo menor del luchador, le tocó más la parte de estrella de cine de su padre, con todos los lujos y comodidades, que el lento ascenso a la fama. Por eso, algunos de los problemas del “continuador de la leyenda” en su infancia son diferentes a los que nos tienen acostumbrados otros documentales de lucha libre, en los que vemos a personajes surgidos de las clases populares.
El Hijo del Santo contra la soledad
El gran problema de infancia del Hijo del Santo es la soledad, y vemos que es algo que se extiende a buena parte de su vida adulta. De niño su padre está constantemente ausente, grabando películas y luchando, su madre también tiene poco tiempo para él por sus tratamientos médicos, luego fallece y se queda al cuidado de sus hermanos mayores, que ya están en una etapa de la vida en la que no tienen mucho tiempo para él, además, tiene que afrontar mudarse a una enorme casa en Tulyehualco, gigantesca, con alberca… pero prácticamente sin vecinos, y con muy pocos amigos que se atreven cruzar la ciudad para llegar a verlo. Su tío, el luchador Black Guzmán, asume entonces un papel importante en su vida, como una especie de nana, pero también fallece joven. Así, la constante en la vida de El Hijo del Santo son las perdidas y la soledad.
Afortunadamente, a él -como en el cine- lo salvó el Santo, que comenzó a llevarlo a las grabaciones de películas y poco a poco, no sin cierta renuencia, dejó que entrenará en el gimnasio, a la par de sus estudios académicos. A partir de aquí, vemos poco a poco el desarrollo de la historia, ver el interés de Santo en que su hijo siga sus pasos.
También vemos que el problema de la misantropía es algo heredado, que el mismo Santo en algún momento de su carrera, comprendió que mucho de su prestigio recaía en su misterio. Por eso, procuraba no salir a fiestas, ni reuniones familiares, y en los mismos vestuarios de las arenas llegaba y se iba enmascarado. El Hijo del Santo asume esa misma actitud, y revela que se volvió más extremo luego de que su primera esposa lo dejó. Con Gabriela Obregón, su actual esposa, encuentra un nuevo núcleo familiar pero, aun así, el fantasma de la soledad se mantiene. Incluso, en la parte final del filme, vemos que su propio hijo, Santo Jr, se da cuenta del destino familiar: “se que voy a ser un ermitaño”, dice.
Si éste hubiera sido el hilo conductor de la historia tendríamos algo más interesante. Y ese es el problema de la cinta, que en ningún momento queda claro que nos quiere contar más allá de la vida de El Hijo del Santo, pero sin un hilo narrativo real.
Un documental de bajo presupuesto
La talla de la figura del Hijo del Santo, uno de los luchadores mexicanos más famosos de las últimas 4 décadas, hacía pensar que su documental tendría una buena factura. Pero la cinta prácticamente consta de el luchador hablando a cámara durante más de una hora y media, con algo de material de archivo, y unas cuantas entrevistas, que no aportan mucho a la narrativa.
Así, la historia de El Hijo del Santo no luce. Sobre todo si se compara con otros recientes documentales del mundo de la lucha libre, que sin exagerado presupuesto, logran presentar historias interesantes, incluso en personajes que no tienen la fama del enmascarado de plata. Basta ver alguno de los episodios de Nuestra Lucha, la serie documental del Canal 22, para ver algo con mejor propuesta narrativa.
Por si fuera poco, después de el inicio de la carrera de El Hijo del Santo, la cinta da tumbos, saltos enormes de tiempo que impiden que sepamos de la interesante carrera del luchador. Así, se pasa por alto momentos espectaculares, que merecerían aparecer en el documental, desde sus primeras luchas en el extranjero, su extensa rivalidad con el Negro Casas, su relación con Blue Demon Jr, o sus luchas de apuestas en contra de Aristóteles I y II, Espanto Jr, Kato Kung Lee, Silver King, Cuchillo, Black Shadow Jr, Scorpio, Jr e incluso Principe Island -quien después se volvería famoso como La Parka (L.A. Park). Incluso su crítica al CMLL y Triple A, a los que acusa de maltratar a su talento, se queda a medio camino. En entrevistas a medios, y en sus mismas columnas de opinión en los diarios que ha colaborado, El Hijo del Santo ha dado buenos argumentos en contra de las dos empresas más importantes de lucha en México, pero en el documental su crítica se siente tibia.
Así, el documental se siente como una oportunidad perdida. Aun así tiene buenos momentos, y será imperdible para los fans de El Santo y El Hijo del Santo.
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