viernes, 16 de diciembre de 2016

Buena herencia


Mi hijo me sorprendió con un genial regalo, así como en su tiempo yo lo hice con mi padre







Dicen que los hijos heredamos lo mejor de los padres y pienso que es verdad. Aunque lamentablemente muchas veces también se hereda lo peor, sobre todo cuando no se predica en casa con el ejemplo y hay malos hábitos. También se dice que cuando eres generoso y agradecido, la vida te lo multiplica.
Hoy quiero compartir con todos ustedes algo que me llenó de alegría, orgullo y satisfacción.
Empezaré por el principio. Cuando  era un joven adolescente, hijo de familia que dependía económicamente de mis padres, estaba estudiando y no tenía un trabajo fijo, únicamente labores eventuales que mi padre dejaba a mi cargo cuando estaba de gira o aquellos inolvidables viajes juntos, cuando él dejaba en mis manos su auto y lo llevaba por carretera a diferentes destinos en donde iba a luchar. 
Años después murió mi mamá y para ocultar mi enorme dolor me refugié en el deporte, entrenando por las mañana y por las tardes sin descuidar mis estudios. 
Debuté como luchador profesional y tuve la enorme satisfacción de ganar mi propio dinero. Entonces ahorré y quise sorprender a mi papá con un regalo, para de alguna manera  corresponder a todo lo que de él había recibido. 
Pero créanme, mi papá lo tenía todo y era sumamente difícil hacerle un obsequio que le sorprendiera y le fuera útil. Entonces la tecnología fue mi aliada y a principios de los años 80  salieron al mercado las primeras videocaseteras en formato Beta. 
Mi entrañable cuñado Pepe Báez (qepd) había adquirido una y también había comprado una cámara con la que grabó  mi lucha de debut en el Toreo de Cuatro Caminos y otras contiendas  consecutivas. 
Fue entonces cuando logré sorprender a mi padre al llegar a casa cargando una enorme caja que le obsequié. Él la abrió muy entusiasmado y cuando vio lo que era me preguntó: “¿Qué es esto,  mano?”. Le expliqué que era una videocasetera y la función que tenía. 
Pero fue hasta que la instalé cuando mi padre en verdad se sorprendió al ver las imágenes de mi debut. “¿Esta lucha fue de ayer,  no?”, me dijo.  “¡Sí,  papá!” ,le contesté muy orgulloso. 
Él no podía creer que la imagen fuera inmediata, pues eso únicamente lo podía lograr una transmisión de televisión en vivo, así que fue un obsequio que le fascinó,  pues también podía ver sus películas. 
¡Hoy estoy viviendo y sintiendo,  quizá, lo mismo que él sintió cuando me vio debutar y seguir sus pasos! 
Hace unos días mi hijo me recibió con una agradable noticia:  me invitó a entrenar a un nuevo y moderno gimnasio al cual se inscribió, pero mi mayor sorpresa fue cuando me dijo que me acababa de inscribir por todo el 2017. 
Este jovencito de 20 años de edad  me regaló mi membresía y se encargó de todos los trámites y gastos. 
Créanme que lo importante  no es el costo, es la hermosa acción de nobleza y de gratitud de un hijo hacia su padre, al que se desea agradar y sorprender.  Tal vez para muchos sea algo simple; para mí  como padre es maravilloso. 
Como lo expresó  Gibrán Khalil Gibrán:  “Campo que siembras con amor lo cosechas con gratitud”. 
Nos leemos la próxima semana,  para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo

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